Cholula al arribo de los españoles

Eduardo Merlo

Cholula, la Roma de Mesoamérica

Lugar de culto

Retornando a 1520, cuando arribaron los españoles, debieron admirar, al lado del templo principal, en lo que hoy es el templo conventual franciscano de San Gabriel, otros templos mucho menores que dejaban escapar sus humaredas olorosas, como ofrendas a las alturas. Todo con una gama de colores vivos que llamaban la atención poderosamente. Fuera del espacio sagrado estaban las calles, algunas muy anchas para facilitar el tránsito tumultuoso, eso sí, con infinidad de casas que abrían sus puertas para dejar entrar a cuantos lo requirieran, ya que en eso, todos los santuarios del mundo son iguales: “Dar posada al peregrino”; “Dar de comer al hambriento”, “Dar de beber al sediento”. Esas casas eran altas, de una sola planta, cerradas al exterior, con enormes huertas y sementeras, delimitadas por calles angostas y callejones de difíciles recovecos, jardines interiores con árboles que destacaban por sus gruesas copas.

Luego el enorme espacio pavimentado, rodeado de casas que servían como depósitos y almacenes, pues el mercado o tianquiztli así lo requería. La compra-venta debió hacerse como se conoció en el momento de la conquista, y aún prevalece en muchas partes, un mercado que funcionaba plenamente cada determinados días de la semana –al parecer cada cinco  días–, con sus puestos repartidos en orden, de acuerdo con los diversos géneros; esta organización comercial es antiquísima, no solamente en Mesoamérica, sino en muchas otras partes del mundo. Las mercaderías debieron de tenderse sobre el piso, acomodando sombras de tela o palma, siempre de quitar y poner; ignoramos si hubo locales fijos.

En esa muchedumbre cotidiana, se sabía quiénes eran los auténticos habitantes originarios; ellos mismos debieron de ensalzar esa calidad y exigir mejores tratos y derechos, y sus nombres eran fácilmente diferenciables: Cuautle, Moyotl, Coyopol. Ocotl, Quechol y mil más, contra Totozintle, Tlapalli, Totoltzin, Tolama y muchos más. En la actualidad, los habitantes de la región distinguen de inmediato, por los apellidos, el origen de la gente.

 

Eduardo Merlo Juárez. Investigador del INAH, egresado de la ENAH y de la UNAM. Actualmente es coordinador de arqueología en el Centro INAH Puebla. Es cronista oficial de Cholula.

Merlo Juárez, Eduardo, “Cholula, la Roma de Mesoamérica”, Arqueología Mexicana, núm. 115, pp. 24-30.

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