La evidencia más temprana corresponde al hallazgo de una ofrenda del periodo Protoclásico, de Nakum en Petén, Guatemala; es un pequeño cilindro de cerámica con las características de un jobón o colmena, con las tapas laterales para la extracción de miel y con la pequeña perforación central que sirve de acceso a las abejas.
El manejo prehispánico de abejas nativas sin aguijón en contextos domésticos ha sido documentado por varios investigadores en la península de Yucatán. Especialmente en la costa oriental de Quintana Roo se han encontrado basamentos bajos de piedras burdas, con concentraciones de discos de piedra caliza, que es posible funcionaran como apiarios en los patios de las casas.
En la selva Lacandona y las Tierras Altas de Chiapas hay evidencias arqueológicas del empleo de cera de abejas nativas para sellar vasijas utilitarias, reusadas como urnas funerarias, en las que se han conservado fragmentos de textiles mayas asociados a la cremación del cadáver.
En la costa oriental de Quintana Roo se han encontrado evidencias de ciertas construcciones rústicas, de piedra caliza, identificadas como colmenares; la prueba contundente de la utilización de estas construcciones para sostener los jobones radica en su asociación a pequeños discos de piedra, conocidos como “panuchos”, que funcionaron como tapas laterales de los troncos ahuecados.
Imagen: Dios descendente del Mural 2, Estructura 16. Tulum, Quintana Roo. Dibujo: Felipe Dávalos; Foto: Archivo de Carlos Alvarez.
Carlos Alvarez Asomoza. Arqueólogo, investigador del Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas, UNAM.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Alvarez Asomoza, Carlos, “ Colmenas y colmenares arqueológicos mayas”, Arqueología Mexicana, núm. 183, pp. 41- 44.