Conservación del material orgánico de la ofrenda 102 del Templo Mayor de Tenochtitlan

María de Lourdes Gallardo

Los materiales de origen orgánico que se recuperan en contextos arqueológicos son escasos. La ofrenda 102, localizada en 2000, contenía ejemplos muy representativos de objetos elaborados con ese tipo de materiales, por lo cual se estableció un proyecto para su conservación y estudio.

 

Los materiales orgánicos son aquellos que alguna vez formaron parte de organismos vivos y contienen una proporción considerable de carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno en su composición, y que durante alguna parte de su vida tuvieron agua como elemento fundamental de su estructura. De ahí su naturaleza frágil y reactiva a cualquier fluctuación de humedad y a otros agentes, y su proclividad para ser deteriorados por microorganismos lo que, entre otras características, los hace que sean sumamente afectados por los factores de deterioro presentes en los contextos arqueológicos. Aunque las fuentes documentales indican que las ofrendas prehispánicas eran ricas en este tipo de objetos, en las excavaciones su permanencia es inaudita y generalmente se recuperan fragmentos muy degradados.

 

La ofrenda 102

 

Caso excepcional es el de la ofrenda 102, localizada en febrero de 2000 como parte del Programa de Arqueología Urbana, del Proyecto Templo Mayor. De esta ofrenda, colocada simultáneamente con al menos otras nueve al frente de la escalinata de la sexta etapa constructiva del edificio principal de los mexicas, provienen los elementos arqueológicos más completos de papel y textiles mexicas recuperados hasta la fecha. Su hallazgo, hace una década, implicó el establecimiento de una metodología para el tratamiento de este tipo de materiales, los cuales no habían aparecido anteriormente con esa abundancia. La ofrenda estaba depositada en una cista (caja) de sillares de tezontle y basalto, en cuyo interior se colocaron más de 150 objetos, entre los que sobresalen cuatro textiles, 20 objetos de papel, tres figuras de copal, ocho objetos de madera policromada, restos de fibras, cestería, flores, varas y semillas, además de otros materiales de origen inorgánico, como cerámica, piedra, metal, concha y hueso. Las primeras acciones de conservación se encaminaron a evaluar y mantener las condiciones originales del contexto y así evitar el deterioro súbito del material orgánico que se observaba en los niveles superiores del depósito. Las características específicas de la cista favorecieron la inusual conservación de los objetos: estaba cerrada y fue colocada dentro de un relleno de cimentación prehispánico particularmente compacto, los materiales no estaban enterrados sino sobrepuestos, y las condiciones del contexto que no estaba anegado permanecieron estables por casi 500 años, además de que había materiales que favorecieron la conservación, como el hule –que recubrió los objetos de papel y les confirió mayor resistencia– o el cobre, que actuó como un antibiótico natural que limitó la presencia de microorganismos.

 

Gallardo, María de Lourdes, “Conservación del material orgánico de la ofrenda 102 del Templo Mayor de Tenochtitlan”, Arqueología Mexicana núm. 108, pp. 61-65.

 

 María de Lourdes Gallardo Parrodi. Restauradora por la ENCRYM y maestra en museología por la misma institución. Trabaja desde 1994 en el Museo del Templo Mayor. Cursa el doctorado en estudios mesoamericanos en la UNAM, con el proyecto de estudio de cinco conjuntos de concha nacarada de las ofrendas del Templo Mayor de Tenochtitlan.

 

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