Carmen Aguilera
Mediante la iconografía se pueden interpretar los objetos prehispánicos y sus posibles usos. Tal es el caso de la bola negra, u ofrenda de plumas al cerro Xipes, y el Códice Nuttall.
Un domingo, varios muchachos de la comunidad de La Cañada, Morelos, hicieron una excursión por los alrededores. En la grieta de un volcán extinto encontraron una bola negra, jugaron futbol con ella un rato y al atardecer volvieron a su pueblo. Uno de ellos, Rafael Cid Mora, llevó la bola a su casa porque creyó que era un coco quemado y se preguntó que habría pasado con el agua y la especie de fruto que suelen tener en su interior. Tomó un serrucho y empezó a cortar, tropezó con algo duro y siguió hasta que separó la bola en dos. Grande fue su sorpresa cuando vio que dentro había una figurilla de piedra verde y que, con su juego, había maltratado uno de sus pies. Rafael se hizo arquitecto y asistió a mi clase de iconografía. Un día, en la fiesta de fin de cursos, me dijo que tenía un objeto muy raro y estaba perplejo porque el museo al que lo quiso donar lo había rechazado, quizá por feo. Poco después examiné el objeto y, al no recordar haber visto nada semejante y dada su evidente factura prehispánica, decidí investigarlo. Finalmente, el objeto fue donado al Museo Nacional de Antropología.
La bola negra
La bola, que ahora es sólo un ovoide negro, mide 21 cm de largo por 17.5 de diámetro en su parte más ancha. Originalmente estaba cubierta por plumas finas que posiblemente le dieran una apariencia muy bella y la harían ver más grande. Para fabricarla, una figurilla de piedra verde fue cubierta sucesivamente con varias capas de una sustancia resinosa, a la cual se adhirieron plumillas finas verdes y azules, algunas de las cuales todavía aparecen iridiscentes. Es posible que las plumas sean de azulejo real y de colibrí y que las largas de la parte externa sean de un ave más grande, pues lo que resta de sus cañones mide hasta 5 cm. Una segunda capa fue hecha con plumas más pequeñas y en uno de los lados aparece un conjunto de semillas no identificadas, que cabe aclarar que no son de chía.
La figurilla de piedra verde en el interior de la bola quizá sea de serpentina; mide 12.5 cm de alto por 6 de ancho. Una línea profunda separa la cabeza del cuerpo y ambas partes son de igual altura. En la parte superior una curva separa la línea del pelo, y a los lados se modelaron las orejas. La nariz es corta y afilada: los ojos están hundidos y en la boca apenas se marcaron los labios. Los brazos están unidos al torso y los píes, uno de los cuales está dañado. son apenas dos formas ovoides pequeñas en la base.
Las arqueólogas Noemí Castillo y Leonor Merino coinciden en que la figurilla pertenece al periodo Epiclásico (ca. 500-900 d.C.) y en que los tiestos recogidos en el volcán donde se encontró la bola son muy similares a los de Cantona, Puebla. La fecha coincide con la de la Subdirección de Laboratorio y Apoyo Académico del INAH, cuyo fechamiento por carbono 14 proporcionó el año 700 d.C., o sea en la transición del Clásico al Posclásico.
El Códice Nuttall y la bola negra
A fin de conocer el contexto y el significado de la bola, busqué semejanzas en esculturas, en cerámica y menciones en las fuentes, pero no encontré nada referente a un objeto parecido. Revisé entonces los códices de áreas cercanas al hallazgo y la búsqueda me condujo al Códice Nuttall. Éste es un manuscrito mixteco del oeste de Oaxaca pintado hacia el siglo XII por lo tamo cercano en tiempo y en espacio al volcán donde se encontró la bola cubierta de plumas. En este códice están representados varios objetos redondos, originalmente de color verde pero que debido a la oxidación del pigmento ahora se ven ocres.
En algunos de los objetos redondos del códice están representadas formas iguales a las que se utilizaban para las plumas, aunque no tienen marcado el cañón. En el Códice Nuttall aparecen esferas de plumas sin cañón, como se ve en las pp. 81 y 82. Los investigadores Anders, Jansen y Pérez sugieren que esas formas redondas son rosetas. A menudo se olvida que la mayoría de los objetos representados en los códices no son planos sino tridimensionales. Por ejemplo, los objetos redondos del códice aparecen bajo otros objetos con volumen, como los huesos y el cráneo. Por lo anterior es muy probable que esos objetos redondos del Códice Nuttall hayan sido, más que rosetas, bolas cubiertas de ricas plumas.
Carmen Aguilera. Doctora en historia por la UNAM. Maestra en historia del arte por la UIA. Investigadora de la Biblioteca del MNA. Autora de Códices de México (Conacyt, 2002).
Aguilera, Carmen, “Descubriendo a un niño Sol”, Arqueología Mexicana núm. 55, pp. 58-61.
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