Sergio Raúl Arroyo
Frecuentemente la historia está hecha con los conocimientos fragmentarios de quienes han pretendido trazar los hilos de una reconstrucción física y mental del pasado. Por aventurado que parezca, todo proyecto de esa naturaleza, la reconstitución comprensiva del tiempo ido, casi siempre ha buscado el referente de un lugar en el que los hechos históricos hayan revelado los contenidos materiales de cada época; un núcleo en el espacio que guarde el eco de la vida y las formas del pensamiento que definieron a todo tipo de relación comunitaria, encerrando en sus estratos los múltiples testimonios que van dejando a su paso las sociedades. Ese escenario privilegiado, a veces mítico, a veces cercano y familiar, permite que la teoría encuentre los pequeños y los grandes signos con que fabricará su trama sensible.
Historia de Tlatelolco
El siglo XX vio en Tlatelolco una suerte de leit motiv, útil para entender varios de los capítulos de la historia mexicana. La convirtió más que en un punto de la geografía, en una coordenada que daba cuenta del significado de un enorme segmento temporal que abarcaba desde los episodios del universo mesoamericano hasta el surgimiento de la tortuosa modernidad fraguada por el México posrevolucionario. Con cierta reserva, se estima que hacia 1338 algunos grupos provenientes de Tenochtitlan fundaron ahí la segunda ciudad en importancia del mundo mexica, en lo que era el último lindero occidental del Lago de Texcoco. No ha sido fácil determinar si esa emigración fue resultado de una escisión violenta o de un pacto político, pero Tlatelolco se convirtió paulatinamente en la gran ciudad-mercado de la cuenca central y en el mayor crucero comercial de la geografía mexica. Se dice que en su momento de auge la ciudad estuvo integrada por 20 barrios o calpullis, con nombres en lengua náhuatl, algunos de los cuales han sobrevivido hasta nuestros días: Tepiton, Acozac, Nonohualco, Xolalpa, Atezcapan, Tecualtitlan, etc.
En una fecha próxima a la Pascua de Resurrección de 1520, bajo el mando de Pedro de Alvarado se perpetró una matanza durante la fiesta de tóxcatl –relativa al renacimiento de Tezcatlipoca–, y ahí también se verificó lo que quizá fue el último intento de rechazo de la invasión española, cuando los guerreros mexicas se replegaron oponiendo una resistencia que duró casi dos meses.
Desde los umbrales de la época novohispana, el sitio continuó viviendo bajo una intensa dinámica que puede constatarse en las Cartas de relación redactadas por Hernán Cortés o en la prosa testimonial del fraile franciscano Juan de Torquemada en su Monarquía indiana. Los misioneros españoles construyeron primero en su plaza central el templo dedicado a Santiago Apóstol y, en la epifanía de 1536, el virrey Antonio de Mendoza fundó el Colegio Imperial de la Santa Cruz, institución que se convirtió en el principal punto de encuentro intelectual del mestizaje, asociado tanto a los frailes Juan de Zumárraga, Bernardino de Sahagún y Juan de Foucher como a los hijos de los principales señores de la estructura indígena, a quienes se adoctrinó en el catolicismo bajo el poderoso influjo de la tradición grecolatina, aprendizaje clave en la formación de algunos de ellos como cronistas de la extinción de un mundo que paulatinamente se veía eclipsado por la presencia de Occidente. La historia general de las cosas de Nueva España y los códices Florentino y Matritense forman en sí mismos una descripción de los alcances del proyecto educativo en que se cifraba el gran experimento cultural. Asimismo, la historia de Tlatelolco es inseparable de la de Juan Badiano, autor del primer gran códice de la herbolaria medicinal aparecido en el virreinato.
Arroyo, Sergio Raúl, “El Centro Cultural Universitario Tlatelolco. Tlatelolco: la universidad en el corazón ”, Arqueología Mexicana núm. 89, pp. 71-73.
• Sergio Raúl Arroyo. Etnólogo egresado de la enah, donde cursó el doctorado en antropología y arte. Entre 2000 y 2005 fue director general del inah y actualmente es director general del Centro Cultural Universitario Tlatelolco, UNAM. Además de numerosas colaboraciones en diarios y revistas, ha publicado Tiempo sagrado-tiempo profano, Aproximaciones a la modernidad y Mirada y memoria.
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