El Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco

Pablo Escalante Gonzalbo

En el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco –de manera sistemática y prolongada, con un programa y una biblioteca, con maestros formales y textos de estudio– se traducía la tradición cristiana a los términos de la cultura indígena y viceversa.

 

Un árbol robusto de cuyas ramas brotan flores y cuentas de jade aparece varias veces en los manuscritos pictográficos de la tradición mesoamericana. A veces su tronco se rompe y deja salir un torrente de sangre, perlada de chalchihuites; a veces sus raíces adoptan la forma de una cabeza de lagarto. Se trata, en cualquier caso, del árbol antiguo que separa las partes del mundo, sujeta el cielo, da principio al vigoroso flujo de fuerza sagrada que sube y baja desde el subsuelo más profundo hasta el cielo más cálido y elevado.

Imposible no pensar en tales imágenes al leer el canto náhuatl colonial que describe a San Francisco de Asís como un quetzalauéuetl y un tzinitzcanpúchotl: valioso ahuehuete y estimado pochote, del cual se dice que fructifica en ricas flores y piedras preciosas. Este salmo en lengua náhuatl, así como otros que figuran en la Psalmodia christiana, compuesta por fray Bernardino de Sahagún, es el resultado de un estudio cuidadoso de los símbolos y las metáforas de las tradiciones indígena y cristiana, y de una búsqueda de las palabras que mejor podían llevar el texto latino a la lengua náhuatl y viceversa.

Las investigaciones conducidas por Sahagún y un nutrido equipo de latinistas indios, informantes, traductores y amanuenses, permitieron rescatar numerosos relatos de la tradición indígena, como aquel según el cual la diosa Coatlicue quedó preñada al colocarse plumas en el seno. Y el conocimiento de tales historias y sus metáforas permitió que los textos de evangelización tradujeran el relato cristiano a los términos conocidos por los indígenas. El propio Sahagún optó por utilizar la metáfora de la pluma para explicar el modo en que Jesús se alojaba en el vientre de María.

Esta tarea, audaz y compleja, de traducir la tradición cristiana a los términos de la cultura indígena y viceversa, reposaba sobre la práctica de un intenso diálogo entre frailes e indios, y presuponía la experiencia de los indios en la lectura y el análisis de los textos latinos en los que se guardaba la tradición clásica y cristiana. Ese diálogo y ese aprendizaje pueden haber ocurrido, en muy pequeña escala, en algunos conventos y en el curso de alguna relación amistosa, personal, entre frailes e indios, pero el único lugar en el que ocurrieron de manera sistemática y prolongada, con un programa y una biblioteca, con maestros formales y textos de estudio, fue en el imperial Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, una institución que fue crucial en la tarea de hacer traducibles ambos mundos.

 

Escalante Gonzalbo, Pablo, “El Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco”, Arqueología Mexicana núm. 89, pp. 57-61.

 

Pablo Escalante Gonzalbo. Historiador. Profesor e investigador en la UNAM. Se dedica preferentemente al estudio de la historia de la cultura de fines de la época prehispánica y principios de la época colonial.

 

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