Itinerario cultural del escudo del Castillo de Chapultepec
Recibe el nombre náhuatl de cuexyo chimalli por los cuatro motivos en forma de media luna, que originalmente estuvieron cubiertos con lámina de oro. Esta iconografía es frecuente en la plástica indígena de finales del siglo XV y se denomina cuexyo chimalli o “escudo huasteco”. El objeto en cuestión se elaboró antes de 1519 en el seno del imperio mexica y posiblemente llegó a España en 1520.
En la primera carta de Relación, Hernán Cortés menciona el envío de: “Una rodela grande de plumas y de un cuero de un animal pintado [con manchas], y en el campo rodean en el medio una chapa de oro, con cuatro otras chapas”. Esta descripción podría corresponder al escudo del Castillo de Chapultepec. Se ignora la ruta que siguió, el puerto al que arribó o el nombre de su nuevo propietario. Hasta el siglo XIX se volvió a conocer su paradero en Viena, en las colecciones de la Casa de Habsburgo.
En 1865, durante el segundo imperio, Maximiliano emprendió acciones para transformar y enriquecer las colecciones del Museo Nacional. Acudió a su hermano, el emperador Francisco José, para trasladar a nuestro país un códice, una carta de Relación y un escudo, objetos que se resguardaban en distintos repositorios de la corte austriaca.
Del escudo mexica que se encontraba en poder de su familia, Maximiliano escribió el 29 de noviembre de 1865: “[en el Arsenal …] se hallan también algunos objetos de armadura é insignias del Emperador Moctezuma. […] En Viena no son más que curiosidades, aquí serían objetos de suma importancia y hasta de valor político, no pudiendo negarse el gran efecto que haría sobre los indios, el saber que su nuevo Emperador trajo estas insignias de soberanía de los emperadores indios de su antigua patria”. Esta política tenía como propósito dotar de legitimidad a su gobierno y presentarlo como una continuidad del de Moctezuma II.
El diplomático mexicano Gregorio Barandiarán gestionó la devolución de los tres objetos, pero sólo consiguió el retorno del cuexyo chimalli. El conde de Bombelles, capitán de la guardia palatina de Maximiliano, viajó desde Europa con el escudo y arribó a México en enero de 1866. En el Museo Nacional se exhibió por primera vez, colgado en la sala dedicada a los documentos pictóricos indígenasº. Desde 1944 se encuentra en el Castillo de Chapultepec.
El escudo con piel de ocelote
Por la interacción de las materias primas cuidadosamente seleccionadas, su delicado tratamiento, la concentración de miles de plumas, sus adornos de oro y la piel de ocelote, este escudo debió causar gran impresión y ser muy vistoso. Se elaboró en algún taller especializado, donde se confeccionaban ornamentos y divisas para uso de señores, sacerdotes y guerreros. Se usaron 700 delgadas varillas de un bambú mexicano (Otatea sp.) enlazadas con hilos de agave para conformar dos esteras cortadas en formato circular, de 67 cm de diámetro. A este ligero soporte se añadieron cuatro travesaños de la misma caña, tiras de piel de venado en el borde, además de tensores y enarmas que permitían su uso. Se decoró usando 14 fragmentos de piel de ocelote, cuatro medias lunas de pelaje de conejo teñido con grana cochinilla, que servían para soportar láminas de oro recortadas con este mismo motivo.
Para su confección se requirieron alrededor de 26 400 plumas. En el borde se ataron 17 000 y en los colgantes 6 500 de color amarillo-verdoso, procedentes de un ave migratoria de pequeñas dimensiones. Para una vistosa franja de mosaico de plumas se usaron más de 2 700 plumas rojas de guacamaya (Ara macao), verdes de loro y quetzal (Pharomachrus mocinno), azules del xiuhtótotl (Cotinga amabilis) y beige de un pato (Anas sp.). Sobre un textil de algodón se anudaron además plumas rojizas de espátula rosada (Platalea ajaja) y negras largas. Las dificultades para la colecta de plumas y pieles, su transporte desde regiones distantes y el tiempo invertido por hábiles artesanos, incrementó el valor económico de este escudo digno de la corte de un emperador.
Laura Filloy Nadal. Restauradora por la Escuela Nacional de Conservación, INAH, tiene una maestría y un doctorado en arqueología por la Sorbona de París. Trabaja en el Laboratorio de Conservación del Museo Nacional de Antropología.
María Olvido Moreno Guzmán. Restauradora y doctora en historia del arte. Titular del seminario “Plumaria de México: arte y tecnología” en la UNAM. Desde 2014 forma parte del proyecto de investigación “Estudio integral del chimalli mexica del siglo XVI”.
Filloy Nadal, Laura y María Olvido Moreno Guzmán, “El cuexyo chimalli del Castillo de Chapultepec”, Arqueología Mexicana, núm. 159, pp. 59-62.
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