El ejemplo más socorrido de esta noción –el maíz como esencia misma del ser humano-, se encuentra en un pasaje del libro maya conocido como Popol Vuh. Ahí se cuenta que, tras algunos intentos fallidos, los dioses crearon al hombre de una mezcla de maíz amarillo y blanco. En otro texto maya, los Anales de los cakchiqueles, se consigna que los primeros humanos fueron creados de una mezcla de masa de maíz con la sangre del tapir y la serpiente. Cabe señalar que esta idea del hombre formado de maíz se encuentra en otras culturas; por ejemplo, de una de las diosas del maíz entre los mexicas, Chicomecóatl, se decía que era la carne y la vida de los hombres. Además, en cierto modo, el ciclo del maíz –que iba de la colocación de la semilla bajo la tierra hasta su surgimiento como una planta que crece hacia el cielo plena de vigor– permitía considerar a la planta como una metáfora del renacimiento. Es por ello que, en el Clásico maya, se encuentran frecuentes representaciones del nacimiento del dios joven del maíz por una abertura en la tierra. Con frecuencia se representa al maíz como un hombre, o una mujer, joven y bello, en concordancia con atributos conferidos a la planta.
Imagen: Planta de maíz como axis mundi. Códice Borgia, lám. 53. Foto: Gerardo Montiel Klint / Raíces.
Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial. Editor de la revista Arqueología Mexicana.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Vela, Enrique, “Lo divino, lo humano… El maíz en la cosmovisión mesoamericana”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 98, pp. 54-61.