El Monte Sagrado, la gran bodega

Alfredo López Austin

El gran aparato cósmico

Éstas son las noticias que nos llegan por las fuentes documentales sobre las semejanzas y diferencias entre el tiempo-espacio del hombre y el tiempo-espacio del mito. Otras fuentes mucho más antiguas, las iconográficas del Preclásico Medio, nos revelan que ya en aquellos tiempos existían representaciones de un complejo aparato cósmico por cuyas aberturas arribaban del otro tiempo-espacio las corrientes que movían al mundo; eran conductos que también recibían las ofrendas de los hombres, intentos de perpetuación del intercambio. El gran aparato cósmico tenía como piezas principales el eje cósmico que unía el cielo, la superficie de la tierra y el inframundo, con su corazón en el Monte Sagrado, y sus cuatro proyecciones en los cuatro extremos del mundo. Allí estaban las columnas arbóreas que soportaban los planos celestes y que funcionaban como portales, lanzando sobre la tierra las bocanadas de tiempo, de influencias y destinos.

Las sociedades de agricultores cifraban en tal mecanismo sus mayores anhelos y temían que tal mecanismo les enviara las mayores desgracias. El Monte Sagrado era la bodega que guardaba, como gérmenes de próxima aparición, los futuros bienes y males; las lluvias y los vientos, las aguas de los manantiales, las nubes, los rayos, el granizo; las nuevas criaturas mundanas que vendrían en forma de almas esenciales de los hombres, animales y vegetales; las fuerzas invisibles de la germinación y el crecimiento; las enfermedades y la muerte. No es posible determinar dónde ni cuándo nacieron estas creencias; pero sabemos que tal concepción compleja produjo por milenios obsesivas representaciones del Monte, de su cueva, de los cinco árboles del plano terrestre y de sus flujos durante el Preclásico Medio y Tardío, el Clásico, el Posclásico, y que hoy las peregrinaciones de agricultores llegan hasta las bocas de los montes para preguntar al Dueño sobre las aguas futuras, la producción de sus milpas y la salud de sus familias.

Imagen: Los antiguos olmecas plasmaron en sus obras rituales la concepción de la boca de una cueva perteneciente al otro tiempo-espacio. Su representación fueron las fauces del jaguar, de las que aquí son claros, aunque muy estilizados, los colmillos, las encías y las narinas. Entre los colmillos se observa la figura de las aspas, que se convertirían en símbolo del cielo. Un personaje sedente coloca su cuerpo entre las dos dimensiones. Altar 4 de La Venta, Tabasco. Foto: Marco Antonio Pacheco / Raíces.

 

Alfredo López Austin. Doctor en historia por la UNAM. Investigador emérito del Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM. Profesor de la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

López Austin, Alfredo, “El gran aparato cósmico”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 83, pp. 46-48.