El oro perdido en la Noche Triste

Carlos Javier González González

Tras varias escaramuzas, para el anochecer del sábado 30 de junio los españoles habían logrado mantener el control de las cuatro primeras compuertas, mientras las restantes quedaron en manos de los mexicas. En esos momentos Cortés tomó la decisión de salir de la ciudad. Las razones que enumera fueron el peligro en que se encontraban, el desgaste diario al que se veían sometidos (aunado a ello, la falta de agua y alimentos), la cantidad de heridos e inutilizados, la insistencia por parte de su gente; por ello dice claramente: “temiendo que también deshiciesen aquella calzada como las otras, y deshecha era forzado morir todos”. Al parecer, también influyeron –si bien esto no lo dice Cortés– las recomendaciones de un soldado de nombre Blas Botello, quien tenía conocimientos de astrología y fama de vidente, que había dicho, según Bernal Díaz, que si no salían aquella noche nadie saldría con vida. Cortés daba crédito a sus predicciones y probablemente también pesó su vaticinio en la decisión, aunque a fin de cuentas el desdichado Botello moriría horas más tarde, junto con su caballo, durante la huida.

Lo primero que le explica el conquistador a Carlos V en sus Cartas es que tomó las medidas necesarias para resguardar “el oro y joyas de vuestra majestad”. En una yegua de su propiedad “se cargó tanta parte cuanta yo podía llevar” y comisionó algunos criados, tanto suyos como de otros capitanes, para cuidarla; finalmente, él y los oficiales, alcaldes y regidores repartieron lo demás “por los españoles para que lo sacasen”. Bernal Díaz apunta que también llamó a su secretario “y a otros escribanos del rey” como testigos de que no podía hacer más con respecto al oro. Lo anterior, porque todo o la mayor parte de ese botín se perdería en la desastrosa huida y a Cortés le interesaba dejar claro que hizo lo conducente y, además, que compartió la responsabilidad.

Una vez consumada la conquista, el asunto del oro perdido esa noche sería uno de tantos temas de controversia. Bernal Díaz apunta, asimismo, que entre los equinos y más de 80 tlaxcaltecas cargaron lo más posible, “que estaban hechas barras muy anchas”, lo que remite, por un lado, a la fundición de piezas de oro hecha desde tiempo atrás por los españoles, y por otro al famoso tejo de oro, localizado por personal de Salvamento Arqueológico del INAH cerca del antiguo trazo de la calzada de Tacuba, en 1981.

Imagen: Los españoles funden el oro. Códice Florentino, f. 28r. Digitalización: Raíces Este tejo de oro quedó sepultado cerca de la calzada de Tlacopan durante la Noche Triste. Museo Nacional de Antropología. Foto: Archivo de las Colecciones del MNA / INAH-CANON.

 

Carlos Javier González González. Arqueólogo por la ENAH y doctor en estudios mesoamericanos por la UNAM. Profesor investigador del Museo del Templo Mayor.

González González, Carlos Javier, “La llamada Noche Triste”, Arqueología Mexicana, núm. 163, pp. 48-55.