La unificación política del territorio
El reto que enfrentaba El Tajín en esta época (ca. 600-900 d.C.) era ciertamente mayúsculo. La realidad política mostraba un escenario poblado de micro estados, cada uno de ellos con un territorio tan reducido que el centro de gobierno nunca estaría más allá de un día de camino. Serían decenas los estados independientes que competirían por el poder político y económico de la región cuando cesó el auge comercial de Teotihuacan.
A pesar de sus muchas rivalidades, los soberanos y con ellos las más altas jerarquías de la sociedad habrían hecho de lo teotihuacano parte del propio modelo de vida civilizada. No sólo terminarían por adoptar aspectos de la conducta ritual de las elites del Centro de México, y hasta capítulos enteros de su ideología, sino que construyeron toda una civilización sobre estas bases. El Tajín logró formar un Estado de grandes proporciones al unificar el territorio bajo una misma figura de autoridad. Si algo puede decirse de los procesos sociales que se daban cita en esta época es nuevamente su marcada tendencia a la centralización del poder político. Con todo, entre los siglos VI y VII de nuestra era dejaron de labrarse estelas en la región. Las demás ciudades, ahora incorporadas a la gestión provincial del Estado, no volvieron a plasmar en piedra la imagen del soberano, por lo menos no a partir de la integración política del territorio. Sin embargo, El Tajín no se deshizo de un sistema de creencias que claramente favorecía la concentración del poder en la figura del gobernante. Las estelas de piedra, entendidas como el único vehículo autorizado para revelar su identidad simbólica, fueron perdiendo presencia frente a formas surgidas de una experimentación plástica impuesta por la inédita dimensión política de los nuevos soberanos de El Tajín, misma que ahora los mostraba en contextos simbólicos mucho más ricos y complejos. El culto al gobernante, sin nunca extinguirse, fue dando paso a un modelo político que iría otorgando cada vez mayor peso a las instituciones del Estado y que se mantendría –aunque no sin cambios– hasta el final de los tiempos de El Tajín.
Imagen: Izquierda: Aunque son varios los fragmentos de estelas de piedra que representan la imagen idealizada de los primitivos gobernantes de El Tajín, sólo ésta ha llegado completa hasta nosotros y es posible que hubiera sido reutilizada como cualquier piedra en alguna de las reformas constructivas de los edificios de la Plaza del Arroyo. El soberano aparece de pie, vestido con las rodilleras que lo identifican como jugador de pelota y llevando en las manos un bastón de mando y una bolsa ritual, ca. 350-600 d.C. Foto: Gerardo Vázquez. Derecha: La efigie de varios gobernantes tempranos fue plasmada en las vasijas rituales. En los soportes de los grandes vasos trípodes cilíndricos se les representó adoptando actitudes distintas. Este ejemplo, fue recuperado en las excavaciones en Morgadal Grande, Veracruz, proceden de unidades residenciales muy antiguas, dispuestas junto a las áreas públicas del primitivo asentamiento, ca. 350-600 d.C. Foto: Zamira Medina Moreno.
Arturo Pascual Soto. Arqueólogo. Investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM. Doctor en antropología y en historia del arte. Durante los últimos 30 años ha sido responsable de proyectos arqueológicos en la región de El Tajín, Veracruz.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Pascual Soto, Arturo, “Divinos señores de El Tajín El surgimiento de los primeros estados en la llanura costera del Golfo de México”, Arqueología Mexicana, núm. 124, pp. 26-31.
Si desea leer el artículo completo, adquiera nuestras ediciones impresa o digital:
El tributo prehispánico. Versión impresa