En el Templo Mayor de Tenochtitlan fue localizada una ofrenda, la 69, que entre los numerosos materiales que contenía abrigaba una serie de representaciones de siete instrumentos musicales en piedras verdes que incluían sonajas, flautas, tambores de membrana o huéhuetl, así como una concha de tortuga. Asociadas a los instrumentos, se encontraron pequeñas esculturas (llamadas penates) que los asocian a los tlaloques (ayudantes de Tláloc).
Esto parece recrear el mito en el cual Tezcatlipoca pide a sus ayudantes construir un puente, con el cual traerá “la música” desde el mundo divino a la tierra, en la alborada de la humanidad, lo que da comienzo al tiempo. Los instrumentos musicales quedan así ligados al origen mismo del tiempo.
La madera y los antepasados
En la antigüedad mesoamericana, las “cosas talladas”, quauhtlacuilolli, eran producidas por un gremio muy específico del que apenas existen algunos referentes, los quauhtlacuiloa, los artesanos.
En el siglo XVI, los informantes de Sahagún le dijeron que estos diestros talladores escogían los árboles, cortaban las ramas y separaban la corteza (que era usada para cocinar), mientras que el tronco era empleado para labrar imágenes divinas u otros tipos de esculturas. Cuando se realizaban esculturas de los dioses, se desarrollaba un ritual que incluía la construcción de un espacio usado como templo (Códice Florentino, lib. 1, f. 57).
De manera general, la madera, como materia prima de las quauhximalli, era considerada como una sustancia de alguna forma primigenia, así como componente de diversos objetos: cajas, muebles e instrumentos musicales como el Tlalpanhuéhuetl de Malinalco, de innegable manufactura prehispánica.
Imagen: Tlapanhuéhuetl de Malinalco. Museo de Antropología e Historia, Centro Cultural Mexiquense, Toluca, estado de México. Foto: Marco Antonio Pacheco / Raíces.
Eduardo Andrés Escalante Carrillo. Maestro en gestión de sitios arqueológicos por la University College London y arqueólogo por la Universidad Autónoma de Yucatán. Director del Museo de Antropología e Historia del Estado de México.
Laura M. Márquez-Valdelamar. Maestra en ciencias. Técnico académico en el Laboratorio de Secuenciación del Laboratorio Nacional de Biodiversidad, Instituto de Biología, UNAM.
Euler Pedraza-Ortega. Maestro en ciencias. Investigador en el Instituto de Biología, UNAM. Estudiante en el posgrado en ciencias biológicas.
Solange Sotuyo. Doctora en ciencias. Investigadora en el Instituto de Biología, UNAM.
Tomás Villa Cordova. Arqueólogo por la ENAH. Investigador en la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural, INAH.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Escalante Carrillo, Eduardo Andrés et al. , “El Tlalpanhuéhuetl de Malinalco. Pasado, identidad biológica y conservación”, Arqueología Mexicana, núm. 177, pp. 54-61.