Espirales y hélices en espejo en el México central

Danièle Dehouve

Nuestras dos manos son el mejor ejemplo de objetos “quirales”, un término que procede del griego (cheir) y significa “mano”. Descansando en un soporte llano, nuestras manos derecha e izquierda no pueden coincidir si tratamos de superponerlas, mientras que la imagen de la mano derecha en el espejo coincide exactamente con la de una mano izquierda. Las dos manos son enantiomorfas (del griego “formas opuestas”). La quiralidad es un fenómeno general que afecta a todos los objetos que no tienen ni eje ni centro de simetría, como nuestras manos. En el número 185 de Arqueología Mexicana procuré mostrar que los mesoamericanos fueron extremadamente atentos a la asimetría de la naturaleza y la presencia de enantiomorfos, como lo demuestra el valor que atribuyeron a los espejos, instrumentos que ponen la quiralidad en evidencia. Proporcioné unos ejemplos del significado que otorgaron a varias representaciones en espejo del cuerpo humano en el Centro de México.

Los antiguos habitantes del Centro de México concebían el tiempo como un ciclo que recorría posiciones a la vez espaciales y temporales. A cada unidad calendárica se le asignaba una de las cuatro direcciones. El sentido principal de rotación elegido en Mesoamérica fue el levógiro y recorría sucesivamente las direcciones este-norte-oeste-sur. Por ejemplo, así giraban los primeros signos de las 20 trecenas que conformaban el ciclo de 260 días llamado tonalpohualli. El signo por el cual empezaba la primera trecena (lagarto) se encontraba en el cuadrante del este, el de la segunda trecena (jaguar) en el del norte, el de la tercera (venado) en el del oeste, el de la cuarta (flor) en el del sur, el de la quinta (caña) en el de este, y así sucesivamente hasta completar las 20 trecenas que conformaban un tonalpohualli completo.

Los mesoamericanos no son los únicos en concebir el avance del tiempo como un ciclo girando entre cuatro direcciones, pero se distinguen por la elección de su sentido principal de rotación levógiro. En América del Norte, por el contrario, los amerindios optaron por una dirección dextrógira: este-sur-oeste-norte. Esto puede verse en los sand paintings o pinturas de arena seca que los indios navajos dibujan en el suelo como ritual de curación. Las figuras se distribuyen en los cuatro puntos cardinales en sentido horario, inclusive la propia construcción de la pintura seca debe realizarse respetando este orden. Esta opción se ve confirmada por unas observaciones realizadas en otros grupos indios; por ejemplo, en el ritual de la pipa, los siux oglala reproducen el mito del nacimiento de los cuatro vientos, en el orden oeste-norte-este-sur.

Tomado de Danièle Dehouve, “Espirales y hélices en espejo en el México central”, Arqueología Mexicana, núm. 188, pp. 64-71.

Danièle Dehouve. Directora de investigaciones emérita en el Centre National de la Recherche Scientifique (París Oeste Nanterre) y directora de estudios emérita en la École Pratique des Hautes Études-PSL (París). Antropóloga, estudia desde 1967 las comunidades indígenas del estado de Guerrero de lengua náhuatl y tlapaneca. También investigó la evangelización de los aztecas y la organización social y ritual del Valle de México en la víspera de la conquista española.