Flores en la pintura mural prehispánica

María Teresa Uriarte

Las imágenes de flores en la pintura mural pueden manifestar ideas cambiantes, más allá de su intención aparente de sólo adornar un espacio. Como sucede con frecuencia en el arte prehispánico, esas imágenes expresan mucho más de lo que en ocasiones podemos comprender.

 

En una fantástica reedición de Plantes d’Egypte (1581-1584), del francés Prosper Alpine, se cita un fragmento de la obra de Plinio el Viejo en que el historiador y el científico romano describe el siglo cotidiano de las nymphea, flores acuáticas que abundan en las representaciones plásticas del arte prehispánico y que en diversas culturas del mundo aparecen con un simbolismo similar, precisamente a causa de sus cualidades biológicas. Dice el relato:

Al caer el sol estas “adormideras” se cierran y se recubren de sus hojas; se reabren al levantarse; y esto hasta el momento en el que maduran o bien cuando su flor, es blanca, cae. Más aún: se cuenta que tanto la flor como su tallo se hunden en el Eufrates hasta la medianoche, cuando se sumergen totalmente, a un punto en el que no se les ve, ni siquiera extendiendo la mano. Regresan poco a poco y cuando sale el sol sale del agua…

Por sus características naturales es evidente que estas flores tienen un simbolismo solar tanto en Egipto como en Mesoamérica como apareció publicado en el número 71 de Arqueología Mexicana.

En el arte oriental son frecuentes las imágenes de Buda con esa flor sobre la cabeza, con lo cual se hace alusión a la iluminación o apertura del séptimo chakra. En esta cultura eran conocidas tanto sus cualidades terapéuticas como sus propiedades alucinógenas. En el mundo mesoamericano, en especial en la cultura maya, tienen también connotaciones calendáricas, tanto por su vinculación solar como de las condiciones de su hábitat, ya que se encuentran en pantanos; la flor comparte con el cocodrilo el concepto de que un sitio pantanoso fue el lugar primigenio de la creación.

 

Las ninfeas entre mayas y teotihucanos

La cultura maya, naab, ninfeas o nenúfar, también se conoce de manera inexacta como el lirio acuático, es el primer día del calendario, como es el día cipactli, caimán o cocodrilo, entre los mexicas.

También está asociada con el inframundo, pues la entrada a las regiones subterráneas se concibe como un lugar acuoso. Naab significa también un gran cuerpo de agua, como el mar o un lago. En el relato de Alpine se menciona que se usa porque induce al sueño, de ahí que la llame adormidera (Pavots o Papavera, nombre botánico de las opiáceas).

Los alucinógenos tienen la virtud de borrar las fronteras entre lo que llamamos realidad y las diversas regiones que configuran la geografía sagrada de los pueblos amerindios; los alucinógenos permiten la comunicación con la tierra de los muertos, por ende de los antepasados, y quienes lo usaban, por lo general sacerdotes y gobernantes, pueden diagnosticar y encontrar soluciones a diversos problemas de la comunidad.

Las flores que embriagan, como se lee en diversos textos prehispánicos, forman parte de los ritos de iniciación. La ninfea se vincula con el maíz y la abundancia. En Bonampak, Chiapas, aparece en distintos sitios de los murales, por ejemplo en la conocidísima escena de las deidades del inframundo, justamente sobre el tocado de quien se ha identificado como dios del maíz y en el personaje disfrazado de cocodrilo que está sentado junto a él. También se le ve con frecuencia en los tocados de personajes importantes, dignatarios de la corte o dirigentes, como en la escena que está justo encima de los personajes que mencioné, en el mismo cuarto 1 de Bonampak. Asimismo, en la banqueta encontrada recientemente por Ramón Carrasco en la Acrópolis Norte de Calakmul, Campeche, hay imágenes de flores, casi con seguridad ninfeas, que parecen sugerir las fases del día por la posición de sus pétalos (estas imágenes fueron publicadas en el número 75 de Arqueología Mexicana).

 

Ma. Teresa Uriarte. Doctora en historia del arte, egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y directora del Instituto de Investigaciones Estéticas en la misma institución.

 

Uriarte, Ma. Teresa, “Flores en la pintura mural prehispánica”, Arqueología Mexicana núm. 78, pp. 36-41.

 

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