La castración, la emasculación (eunucoidismo), el pinchamiento o perforación del falo, el pinchamiento de las piernas o las orejas, atravesarse la lengua y otras partes del cuerpo con punzones de hueso, espinas de maguey o navajillas de obsidiana, son prácticas de autosacrificio que pueden inscribirse en el contexto del uso ritual del cuerpo humano. Los monolitos esculpidos conocidos como los Danzantes, en Monte Albán, tienen representaciones de hombres en posturas extrañas y su anatomía no es lo que podríamos llamar "normal"; según algunos autores se trata de seres teratológicos (deformes), aunque otros les dan interpretaciones distintas. Les faltan los órganos sexuales –es decir, fueron emasculados-y en el lugar de éstos algunos están adornados con flores estilizadas. La castración puede explicarse como la ofrenda de los órganos de la reproducción a las divinidades de la fertilidad. La escarificación, que puede considerarse como autosacrificio, consistía en hacerse pequeñas heridas en ciertas partes del cuerpo, las cuales se cubrían con ceniza u otras sustancias para evitar una pronta cicatrización, con lo cual se obtenían figuras con distintos diseños.
La mutilación de algunas partes del cuerpo tuvo como objeto la inclusión de una pieza ornamental. En el lóbulo del pabellón auricular se colocaba la orejera; en el labio inferior, el bezote, en el septum nasal, la nariguera. Estas piezas se elaboraban con materiales diversos: madera, barro cocido, jade, jadeíta, cristal de roca, oro y plata. Los objetos de menor valor eran usados por gente de poca alcurnia; los restantes, por los grandes señores y guerreros, que los adquirían como premio y distinción por sus acciones guerreras o como símbolo de su nobleza. En ocasiones, como lo señala Sahagún, se insertaban en las aletas de la nariz pequeños adornos que podían ser de turquesa o de otras piedras preciosas.
Tomado de Zaid Lagunas Rodríguez, “El uso ritual del cuerpo en el México prehispánico”, Arqueología Mexicana núm. 65, pp. 42 - 47.