Hallazgo: Las excepcionales pinturas de San Bartolo, Guatemala

William A. Saturno y Karl A. Taube

Los murales recién descubiertos en San Bartolo son uno de los hallazgos arqueológicos más relevantes de las últimas décadas en el arte maya y apenas un nuevo indicio de la riqueza oculta en la selva húmeda de Guatemala. Aunque aún no se terminan la excavación y la documentación de la Cámara de Pinturas Sub-I, los fragmentos que ya podemos ver arrojan una nueva luz sobre la tradición de pintura mural del Preclásico Tardío maya, altamente desarrollada y poco conocida. Nos ocuparemos aquí del Muro Norte de la cámara interior, que es el mural maya más complejo que hasta ahora conozcamos de ese periodo. Las escenas del Muro Norte -que mide aproximadamente cuatro metros de largo- muestran una elaborada composición con catorce figuras humanas. Las figuras 1 a 6 son parte de una escena mítica, única hasta ahora; se ven cinco infantes que nacen de un bule partido. Las figuras 7 a 14 participan en una escena diferente y cubren casi tres cuartas partes del mural, se ven ocho individuos sobre una serpiente emplumada, que sale de una montaña zoomorfa. La presente nota se enfoca en esta escena.

En el extremo oriente de la escena, de múltiples colores envolventes y rodeada de animales, la montaña abre el hocico y muestra sus colmillos con forma de estalactitas. El ojo de la montaña tiene la forma de la Cruz, k'an, que indica algo preciado, pues desde la montaña surgen fuerzas vitales, fertilidad y abundancia. La montaña está cubierta por no menos de siete flores, que la identifican como Montaña Florida, concepto antiguo y común no solamente entre los mayas, sino también en el centro de México y el sudoeste de Estados Unidos (Taube, 2003, pp, 435-7; Taube, en prensa). En el pensamiento del Clásico maya, sin embargo, se trata de un lugar ancestral y paradisíaco que permite el acceso sobrenatural desde el inframundo acuático hasta el cielo. La serpiente emplumada se extiende hacia el este de la Montaña Florida y su cabeza alzada y su aliento enroscado marcan el límite este de la escena; carga ocho figuras, dos individuos con singulares atuendos y dos grupos de tres hombres y tres mujeres, vestidos de manera semejante. Es una curiosa coincidencia que el personaje central y protagónico de la escena, la figura 9, que es un Dios del maíz, haya sido la primera imagen que vieron los saqueadores (O'Niel, 2002). Ésta es la que más claramente representa a un ser sobrenatural y es un vínculo fascinante entre el Dios del Maíz del Preclásico olmeca y el del Clásico maya.

Al parecer, las figuras que están sobre la serpiente emplumada sacan maíz y agua de la Montaña Florida. Dentro de la cueva de la montaña, arrodillada directamente sobre la gigantesca serpiente se ve a una mujer ofreciendo una canasta con tamales, uno de los ejemplos más tempranos que se conocen en el arte maya (para la identificación de los tamales, véase Taube, 1989). Un hombre, exactamente enfrente de ella, le da un bule al Dios del Maíz. Es probable que éste, a su vez, se prepare para pasar las ofrendas a sus ayudantes, arrodillados a su derecha con los brazos extendidos. En la escena, la Montaña Florida parece representar una fuente de vida, agua y sustento. Al hablarnos de la Montaña Tierra Florida, Carlsen y Prechtel (1991, p. 28) recopilan una plegaria popular tz'utujil que se refiere a este lugar ancestral, de la cual ofrecemos un fragmento:

“Dador de vida / Dador de comida / Dador de agua / Ustedes que son nuestros bisabuelas y bisabuelos / Somos sus flores, somos sus brotes ...” Esta descripción de la Montaña Tierra Florida como origen de la comida y el agua es sorprendentemente parecida a la del mural de San Bartolo, escena pintada 2 000 años antes.

Las restantes tres figuras están de pie sobre la espalda de la serpiente. La única mujer está representada en amarillo pálido y delineada en rojo, lo que complementa perfectamente la disposición de color del Dios del Maíz, por lo cual suponemos que es su esposa. Detrás de ella se ven dos figuras masculinas que llevan atados de objetos, de los cuales emana humo o aliento, representaciones probables de los bultos sagrados que se identifican con la creación y el origen del nombre en el Norte y en Mesoamérica (véase Stenzel, 1970, Taube, 1986, pp. 72-3). Es notable que los portadores de bultos sean los únicos individuos del Muro Norte que llevan identificaciones epigráficas. Tal vez esto indica que los dos individuos portadores de bultos ancestrales podrían haber tenido lazos históricos o legendarios con los habitantes de San Bartolo.

El mural del Muro Norte de las Pinturas Sub-l de San Bartolo es la representación más detallada que conozcamos de la mitología del Preclásico Tardío maya. Semejantes escenas mitológicas complejas no aparecen sino hasta el Clásico Tardío en el arte maya, sobre vasijas policromadas. Aunque aún continúa el trabajo de excavación, resulta evidente que los murales de San Bartolo son claves no sólo para el entendimiento del Preclásico Tardío maya, sino también para la comprensión del desarrollo de la civilización mesoamericana como un todo.

Traducción: Elisa Ramírez

 

William A. Saturno. Doctor. Profesor de antropología en la Universidad de New Hamsphire. Director del Proyecto San Bartolo. Especialista en arqueología mesoamericana, particularmente en el Preclásico maya.

 

Karl A. Taube. Doctor. Profesor de antropología en la Universidad de California, Riveside. Especialista en arqueología e iconografía de Mesoamérica.

 

Saturno, William A. y Karl A. Taube, “Hallazgo: Las excepcionales pinturas de San Bartolo, Guatemala”, Arqueología Mexicana, núm. 66, pp. 34-35.

 

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