José Rubén Romero Galván
Después de un lento y elaborado proceso, la obra que conocemos como la Historia general de las cosas de Nueva España, que no es sino el texto en español del Códice Florentino, quedó ordenada en 12 libros, cada uno de los cuales contenía capítulos y párrafos. En la actualidad, el estudio de esta obra es absolutamente necesario para todo aquel que quiera acercarse, con ánimo de comprenderla, a la realidad del mundo indígena, particularmente el del altiplano mexicano.
Hijo de la Provincia Franciscana de San Gabriel, antiguo alumno de la Universidad de Salamanca, distinguido por su inteligencia y su celo evangélico y con 30 años de vida, fray Bernardino de Sahagún se embarcó en Cádiz rumbo a Nueva España en 1529, adonde llegó ese mismo año.
Sahagún se sumaba así a las labores misionales que sus hermanos de orden habían emprendido hacía un lustro. Dichos trabajos tenían como finalidad última la predicación del Evangelio, pero ésta sólo podía realizarse una vez que los misioneros conocieran tan bien como les fuera posible alguna o algunas de las lenguas indígenas. Asimismo, fray Bernardino tomó conciencia de la necesidad que se imponía a los evangelizadores de conocer con profundidad la cultura, y sobre todo la religión, de los antiguos habitantes de estas regiones.
La llegada de fray Bernardino se dio en una época cercana a aquella en que Motolinía y Andrés de Olmos, ambos también franciscanos, emprendían la tarea de escribir, ciertamente cada uno con fines distintos, historias en las que dejaban registrado lo que habían conocido del antiguo mundo indígena.
Sahagún, por su formación de humanista, poseía un espíritu particularmente sensible a la realidad que lo rodeaba. Esta característica debió de enriquecerse y hacerse por lo tanto más notoria en virtud del continuo y cercano trato con los naturales que le imponía su labor misional, realizada, dados los desplazamientos a que estaba obligado por la Regla de su Orden, en diferentes pueblos del centro de la Nueva España.
Lo anterior, aunado a la clara conciencia de la necesidad de saber más sobre los indígenas a fin de evangelizarlos, llevó a fray Bernardino de Sahagún a conocer cada vez con mayor profundidad el ser de los habitantes de estas partes del Nuevo Mundo, y le impuso también la tarea, intuimos que más por gusto que por obligación, de aprender la lengua náhuatl, lo que hizo con tal perfección que por ello fue admirado por sus hermanos de orden.
Señalada importancia tuvo en su labor evangelizadora el haber participado activamente en uno de los proyectos franciscanos más importantes de la Nueva España. En efecto, Sahagún formó parte del cuerpo de profesores que echaron a andar el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco.
Allí debían educarse los jóvenes indígenas cuya nobleza o cuya inteligencia los distinguieran. Se trataba de propiciar una vía de evangelización a través de los colegiales formados con todo esmero no sólo en lo que a la religión atañía, sino en lo más sobresaliente de la cultura occidental.
El tiempo que pasó Sahagún en Tlatelolco no lo ocupó sólo en las labores docentes. Fue ésa la época en que inició la elaboración de un sermonario en lengua náhuatl, fruto tanto de sus inquietudes por difundir mejor la luz del Evangelio entre los naturales, como de su habilidad en el manejo de esa lengua indígena.
Durante una segunda estancia en Tlatelolco, después de pasar varios años en el valle de Puebla, fray Bernardino se dio a la tarea de reunir una serie de discursos nahuas –oraciones, exhortaciones e incluso metáforas– cuyas características principales eran la elegancia y la sutileza del lenguaje. Esta labor inaugura una nueva etapa en los trabajos del franciscano, pues ya no se trataba de elaborar sermonarios traduciendo a la lengua de los naturales los conceptos fundamentales de la fe cristiana.
Esta vez la finalidad era la recopilación de piezas retóricas usadas en tiempos de la gentilidad, lo cual le exigía, por una parte, un más profundo conocimiento de la lengua indígena y, por otra, le daba la posibilidad de descubrir un sinnúmero de elementos culturales de los que tales piezas eran clara manifestación.
Años después, durante una tercera estadía en Tlatelolco, Sahagún se entregó a la recolección de testimonios indígenas referentes a la Conquista, empresa que no carecía de importancia, pues hasta entonces lo que se había registrado sobre ese tan dramático como trascendental acontecimiento era fruto de testimonios españoles. Ahora Sahagún recopilaba la historia de los vencidos.
Por ese tiempo se ocupó también de reunir una serie de piezas discursivas consideradas altamente peligrosas para el proceso de cristianización indígena.
José Rubén Romero Galván. Doctor en etnología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. Investigador del IIH y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Especialista en historiografía colonial de tradición indígena.
Romero Galván, José Rubén, “Historia general de las cosas de Nueva España”, Arqueología Mexicana núm. 36, pp. 14-21.
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