Identidad y mitología en la música prehispánica

Julio Estrada

La búsqueda de la música perdida de antes y después de la Conquista es una de las empresas más difíciles entre las que son necesarias para la reconstrucción del universo mexicano. La indagación no puede realizarse solamente de manera directa, abordando la realidad bajo el supuesto de poder descubrir todo en ella. Por el contrario, la leyenda y el mito ofrecen una alternativa, a la par de la historia, pues en ellos se encuentran los pasos iniciales de las culturas que otros han seguido a lo largo de milenios, y que en la música son formas de pensar y de oír hacia lo externo y lo imaginario. Aquí, mito y realidad se funden, como ocurre en las culturas prehispánicas, que laten dentro de una atemporalidad que rebasa lo actual y lo por venir. Al comprender que verdad e invención pretenden reintegrar al presente lo perdido, es posible asumir que mitología e identidad son parte potencial de la creación frente a la pérdida.

Instrumentos, dioses y naturaleza

Como en toda cultura inicial, en las fundadoras del continente americano, universo y naturaleza se entienden como una intensa relación con el entorno, como una permanente presencia en lo cotidiano. El asombro del hombre ante la existencia del mundo y de sí mismo lleva consigo la necesidad de intentar ordenar lo inexplicable: rumores y voces de elementos de la naturaleza, de plantas, animales y hombres; son mensajes de la divinidad y al mismo tiempo se confunden con ella. Frente a esto, los hombres se someten, obedecen y permanecen atentos.

Bajo la forma de ritmos y sonidos, la música proviene de la naturaleza y de la misma manera va hacia ella; cultivar la música es tanto una evocación de ciclos y sonoridades como una petición de ayuda o exorcismo en la caza, en la agricultura o en la salud. El mundo cíclico y audible es mensaje de la creación; la música también es un arte, sin dejar de ser una forma concreta e intangible de comunicación con la realidad y sus dioses, para continuar a través del hombre el ritmo sagrado del universo. La música llama a los autores de la creación con instrumentos hechos con partes de animales o con materiales vegetales, en una estrecha comunión con el mundo natural. Así, las deidades se relacionan con seres y fenómenos naturales a través de los instrumentos y sus sonidos: caracol-viento, cascabeles-víbora, sonaja-lluvia, sonaja-semilla, sonaja movimiento. Esto se hace evidente en la identificación musical de los dioses y en las celebraciones festivas. Así, Xochipilli Macuilxóchitl, dios de la música y de la danza, se asocia al mono y también a otros animales, como se ve en la flauta triple de Tenenexpan o en la representación del tlapanhuéhuetl de Malinalco; igualmente, se asocia al ayotl o caparazón de tortuga, como lo manifiestan las figuras en barro del templo dedicado al dios (Krickeberg, 1985).

Tláloc es evocado con el ayochicahuaztli, conjunto de sonajas asociadas por su sonido a la lluvia, o bien al sonido de las cigarras que la anuncian. El chicahuaztli “es una sonaja-báculo sembrador, instrumento de gran fuerza simbólica por su carácter germinatorio” (Estrada, 1984); según Eduard Seler (en Stevenson, 1976), también identifica a Xipe-Tótec, dios de los orfebres.

Además de los dioses de la música y de los instrumentos asociados a ellos, existen instrumentos que representan a dioses. Gerónimo de Mendieta refiere en su Historia eclesiástica indiana que, en la búsqueda de antiguos dioses emprendida por los sacerdotes teotihuacanos, Tezcatlipoca encuentra a uno de ellos, y éste le demanda ir a la casa del sol y traer de allá cantores e instrumentos para festejarlo.

Característicos de las culturas mesoamericanas, el huéhuetl y el teponaztlipoc y tunkul, respectivamente, en maya– son dioses que han caído en desgracia para sufrir el exilio en la tierra. se les honraba “en México y en Texcoco y en muchas partes de la tierra como a Dios y les hacían ofrendas y ceremonias como a cosa divina” (Durán, 1967).

Aliados del hombre desde entonces, formarán una combinación instrumental básica dentro del culto religioso, incluido en particular el ritual del sacrificio de vidas humanas ofrendadas al Sol, a cuyo reino alguna vez pertenecieron.

 

Julio Estrada. Doctor en música y musicología por la universidad de Estrasburgo, Francia. Titular del Laboratorio de Creación Musical de la Escuela Nacional de Música. Miembro del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, del Sistema Nacional de Investigadores y de la Academia Mexicana de Ciencias.

 

Estrada, Julio, “Identidad y mitología en la música prehispánica”, Arqueología Mexicana, núm. 43, pp. 64-69.

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