Hasta ahora, únicamente se conoce una edificación anterior al año 600 d.C., la subestructura del Edificio 7, un basamento bajo, escalonado y con una ancha moldura que enmarca un tablero. Entre los años 600 y 650 d.C., se construyeron los edificios 6, 7, 13 y 74, caracterizados por crujías largas y angostas, cubiertas por una bóveda con molduras horizontales, dinteles de madera sobre los vanos, anchas molduras verticales sobre el primer cuerpo de las fachadas, decoración modelada en estuco de mascarones de deidades solares sobre los tableros del segundo cuerpo y altas y esbeltas cresterías, de muros inclinados y calados, situadas al centro de la cubierta. En esos edificios predominó el color rojo, hoy casi desaparecido, lo que llevó a Maler a identificar al Edificio 6 como el Templo Rojo.
Para el periodo comprendido entre los años 650 y 700 d.C., se han detectado dos tipos de construcciones: el primero son los basamentos escalonados con esquinas remetidas, como los edificios 18, 77, 35 y 36, en cuya construcción se emplearon grandes bloques de roca caliza. Aunque hasta la fecha no se ha encontrado ninguna decoración asociada a ellos, podemos suponer, por analogía con otros sitios, que estaba formada por grandes mascarones en estuco de deidades solares, situados sobre los cuerpos que flanquean a las escalinatas con alfardas. Los únicos puntos donde será posible verificar la existencia de este tipo de decoración se encuentran en los edificios 18 y 77, ya que sus fachadas principales fueron cubiertas por una plataforma que limitó la Gran Plaza en el extremo oeste hacia el año 742 d.C.
El segundo tipo de construcciones de esa época se encuentra en la Gran Acrópolis, situada sobre las colinas de roca caliza, y es un grupo formado por los edificios 25, 26, 30, 39 y 41. Esos edificios se caracterizan por: crujía doble en el interior -salvo e1 39-, vano de silueta compuesta a la altura del dintel y crestería de muros calados y rectos al centro de la cubierta. La decoración, consistente sobre todo en grandes figuras modeladas en estuco, se encontraba en el muro vertical del segundo cuerpo, pero no se ha conservado más información al respecto que los soportes que la sujetaban a la estructura.
A los edificios antes descritos se asocian altares y estelas que cronológicamente corresponden a otras épocas. Al parecer, esto se debe a que ese tipo de monumentos estuvo sujeto a diferentes movimientos.
Dentro de la diversidad que se da en el estilo Usumacinta, las siguientes etapas constructivas son homogéneas en sus características formales, tanto internas como externas, y en la decoración a base de estuco modelado sobre el segundo cuerpo de las fachadas. Gracias a los pocos vestigios que se conservan in situ y a los fragmentos recuperados durante las excavaciones, entre los que hay poca evidencia de textos jeroglíficos, sabemos que la decoración estaba compuesta principalmente por motivos geométricos y figuras antropomorfas. Sin embargo, el número de monumentos con inscripciones jeroglíficas –estelas, dinteles, escaleras y altares, así como con un par de tronos y una escultura antropomorfa- asociados a esas construcciones nos permite saber con bastante certeza a que época corresponden y quién era el gobernante en cada momento.
Roberto García Moll (1943-2015). Maestría en arqueología por la UNAM, fue investigador y director del INAH. Hizo trabajos arqueológicos en Yaxchilán, Chiapas que iniciaron en 1973 por 10 temporadas de investigación.
Tomado de Roberto García Moll, Yaxchilán, Chiapas, Arqueología Mexicana, núm. 22, pp. 36-45.
Texto completo en la edición impresa.
https://raices.com.mx/tienda/revistas-mayas-del-usumacinta-AM022