Descubierto en noviembre de 1990, Balamkú, Campeche, ha adquirido legítima fama por el friso estucado del Clásico Temprano dado a conocer por Florentino García Cruz. A unos pocos kilómetros al norte de Conhuas, sobre la carretera Chetumal-Escárcega, el sitio está en un “vacío” arqueológico: Xpuhil y Calakmul se encuentran a unos 60 km al este, y Edzná a unos 150 km al norte. En febrero de 1994 se empezaron los trabajos de investigación y conservación en Balamkú, como parte del Proyecto Biosfera Calakmul encabezado por Ramón Carrasco. El autor del presente trabajo estuvo encargado del estudio iconográfico del friso del edificio ahora conocido como Casa de los Cuatro Reyes. La buena conservación de éste, a pesar de las destrucciones causadas por los saqueadores que lo descubrieron, se debe al hecho de que poco después de su construcción fue cubierto por otra estructura que lo protegió.
El edificio, de planta rectangular, tiene tres puertas en la fachada principal, que da al oeste. El friso (16.80 m de largo y 1.75 m de alto) adorna la parte superior de la fachada, desde el nivel de los dinteles hasta el techo. La decoración se continúa en cuatro remates rectangulares de mampostería, de 2.35 m de altura, puestos en el borde del techo. Una vez modelado el friso, fue pintado todo en rojo; luego, se le agregaron detalles en rojo más oscuro y, excepcionalmente, en negro.
Composición
En el friso se alternan cuatro escenas de accesión con tres jaguares. Cada una de las escenas comprende un animal sentado en la hendidura frontal de un mascarón del monstruo de la tierra, con la cabeza volteada hacia atrás; su boca, abierta a 180º, da paso a un rey sentado sobre su trono. Había dos sapos del lado izquierdo y dos cocodrilos a la derecha. La oposición horizontal sapo/cocodrilo está acentuada por la cornisa, decorada al norte por escamas de sapo, y al sur por escamas de cocodrilo. Es posible que la cornisa constituyera el cuerpo de un monstruo híbrido de dos cabezas, hoy desaparecidas. En el sentido vertical, el nivel del techo representa la superficie terrestre, que separa el supra del inframundo. Se cambia de escala al pasar de los mascarones al nivel superior: las hendiduras en las que se encuentran sentados los animales están figuradas a una escala tres veces superior. Así, los reyes y los animales tienen el tamaño que corresponde a su importancia política y mítica, mientras que los mascarones –relativamente reducidos– pueden caber dentro de las dimensiones del friso.
Mascarones
Los cuatro mascarones cauac que ocupan el nivel inferior de la composición representan a la Tierra; así lo indican los elementos del glifo cauac pintados o incisos sobre sus dientes, y la presencia de una hendidura frontal con volutas, atributo exclusivo del monstruo terrestre. Siendo cuatro en total, los mascarones evocan las cuatro direcciones. Además, los extremos del friso ofrecen un rostro con tres aspectos: dos perfiles y un frente, éste sólo figurado por una hendidura acompañada por una expresión glífica. Los mascarones triples implican una cuarta dirección, la trasera, no visible. Los centrales (2 y 3) presentan sólo una vista frontal; sin embargo, dos serpientes que salen de su boca la continúan hacia los lados. Los reptiles del Mascarón 2 devoran cada uno un pájaro: si bien éste es el símbolo del Sol diurno, el mascarón podría figurar el poniente. En esta hipótesis las serpientes de boca vacía del Mascarón 3 significarían que el Sol ya se ha levantado, y en este caso el monstruo representaría el oriente. En cuanto a los mascarones al norte y al sur, figurarían esas direcciones, respectivamente; como el mascarón sur tiene numerosas referencias a la vegetación acuática, esta dirección sería la del paraíso acuático.
Una expresión glífica, que aparece como un título, acompaña cada mascarón. El primero es calificado como ahau, “señor”; el segundo, ahau decorado; el tercero, chicchan, “serpiente cósmica”, y el cuarto como “9 tinaja” –ésta sustituye al signo muluc, “agua”, y el 9, bolon, es superlativo.
Los jaguares
Los tres felinos que alternan con los mascarones están, como ellos, bajo el nivel de la superficie terrestre y pertenecen al inframundo. Mientras los mascarones representan la tierra en su aspecto vegetativo y fértil, los jaguares, símbolo del Sol nocturno y subterráneo, ilustran su otro aspecto: el de la guerra, el sacrificio y la muerte. Los jaguares 1 y 3 –probablemente similares– aparecen como patrones del sacrificio, en la postura ejemplar de los cautivos, arrodillados, con las manos y los pies atados. Las ataduras y los nudos simbólicos a cada lado de la cintura y alrededor del tobillo confirman su condición de futura víctima. El Jaguar 2, en el centro del friso y arriba de la puerta principal de la estructura, es tal vez más ambiguo; no está arrodillado sino sentado, exhibe un nudo simbólico debajo de la cintura y una atadura alrededor de la muñeca izquierda, pero no tiene atadas las patas.
Sin embargo, la oposición de los jaguares a los monstruos cauac tiene un matiz equívoco. Nuestros jaguares aquí son híbridos; sus patas y cola son de felino, pero no su cara de reptil, que los asemeja a los seres del inframundo líquido. Están encima de un friso acuático consistente en una línea ondulada (el agua) que dibuja triángulos dentro de los cuales está el signo le, que significa “hoja” (es decir, plantas acuáticas).
Claude-François Baudez. Director de investigación del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) de Francia. Ha realizado investigaciones arqueológicas en Costa Rica, Honduras y México.
Claude-François Baudez, “La Casa de los Cuatro Reyes de Balamkú”, Arqueología Mexicana, núm. 18, pp. 36-41.
Texto completo en la edición impresa. Si desea adquirir un ejemplar:
https://raices.com.mx/tienda/revistas-mayas-de-campeche-AM018