La casa real de Tenochtitlan. El gobierno de los jueces-gobernadores

María Castañeda de la Paz

Tras la muerte de don Luis de Santamaría Cípac en 1565, don Pedro Dionisio, del linaje de Tizocic, iba a convertirse en su sucesor. Sin embargo, los miembros del cabildo lo acusaron de incesto y no lo permitieron. Poco antes había muerto el virrey don Luis de Velasco (†1564), lo cual, aunado a la famosa “conjura del marqués”, destapada en julio de 1566, detuvo el proceso de elección de los nuevos gobernadores indígenas hasta la llegada del virrey don Gastón de Peralta, en octubre de 1566. El nuevo virrey debió solicitar la presencia de un juez-gobernador para Tenochtitlan. Es decir, de uno de los indígenas educados bajo el amparo de los frailes, a quienes los virreyes comenzaron a emplear con el fin de romper el control que los linajes dinásticos habían tenido del cabildo indígena durante buena parte del siglo XVI. El designado para gobernar en Tenochtitlan fue don Francisco Jiménez, originario de Tecamachalco, con quien comenzó al periodo de los jueces-gobernadores.

Don Francisco llegó al cargo a mediados de enero de 1568, pero nada sabemos de su labor. Estuvo cinco años al frente de la ciudad y se fue a morir a su pueblo en enero de 1573. En ese mismo mes llegó el siguiente juez-gobernador: el renombrado sabio del Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, don Antonio Valeriano, originario de Azcapotzalco.

Valeriano se casó con su prima hermana, doña Isabel, hija de don Diego de Alvarado Huanitzin y Francisca Moctezuma, convirtiéndose en cuñado del gobernador don Cristóbal Cecetzin y de su hermano, el cronista don Hernando de Alvarado Tezozómoc. Ahora bien, Tezozómoc aseveraba, e incluso insistía, que su cuñado Valeriano no era noble. Sin embargo, si esto fuera verdad, cómo explicar entonces que Valeriano hubiera sido alumno y maestro del Colegio de la Santa Cruz, donde sólo accedían los hijos de los caciques, y cómo entender que emparentara con la más encumbrada elite tenochca.

La cuestión es que hay al menos dos documentos que permiten asegurar que el padre de Valeriano era don Francisco de Alvarado Matlaccohuatzin, hermano de don Diego de Alvarado Huanitzin: una cédula real de 1536 y una petición de 1620, elaborada por un nieto de don Antonio Valeriano, llamado como su abuelo, aunque él se añadió el apellido Moctezuma. Así las cosas, se entiende entonces que Valeriano cumpliera con los requisitos para ingresar en el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco y se casara después con la hija de Huanitzin. Un matrimonio entre primos hermanos por medio del cual se reforzaba la legitimidad de Valeriano y su derecho a gobernar en Tenochtitlan, pues aunque era originario de Azcapotzalco, es importante saber que pertenecía a la parcialidad de Mexicapan y descendía del hijo que Itzcóatl, el cuarto tlatoani de Tenochtitlan, puso allí a gobernar. Por tanto, lo que don Antonio Valeriano hacía era lo mismo que tiempo atrás había hecho su suegro, don Diego de Alvarado Huanitzin, originario de Ehecatepec, al casarse con su prima hermana, doña Francisca de Moctezuma, hija de Moctezuma Xocoyotzin.

Las fuentes señalan que los virreyes le profesaban tal admiración a Valeriano que don Gaspar de Zúñiga, que había llegado a principios de noviembre de 1594, le nombró a un teniente para que lo ayudara en la gobernación de Tenochtitlan, pues ya era viejo y sordo, y no podía llevar él solo todos sus asuntos. El elegido fue Juan Martín, un juez con varios años de experiencia en los cabildos indios, puesto que antes de llegar a Tenochtitlan había ejercido como tal en Calimaya, Tlatelolco, Xochimilco, Cuitláhuac y Acolman, que era de donde venía.

Un intercambio de jueces se produjo en septiembre de 1599, cuando don Juan Martín se marchó como juez-gobernador a Tlatelolco, de donde vino Jerónimo López, que era mestizo y natural de Xaltocan. No obstante, tantas disposiciones y cambios sólo reflejan cómo los virreyes eran ya quienes disponían en los cabildos indios, colocando o deponiendo a los jueces-gobernadores. Las fuentes coinciden en señalar que Valeriano murió en agosto de 1605 y que fue enterrado en la capilla de San José, del convento de San Francisco. Con él se cerraba el final de una época pues, aunque su nieto llegó a ocupar el cargo de alcalde de San Sebastián Atzacualco en 1609 y 1610, y la gobernatura de Tenochtitlan en 1613, lo que ya caracterizaba al cabildo tenochca era la intromisión de otros jueces-gobernadores, o incluso de gobernadores españoles. Tres años después de morir Valeriano, en 1608, murió don Jerónimo López, quien fue sucedido por el juez don Juan Bautista de Malinalco, que falleció en 1609.

Una ruptura total con las antiguas formas de vida se produjo cuando en 1610 estuvo al frente del cabildo el español Francisco Sánchez, y tras él, en ese mismo año, el mestizo Juan Pérez de Monterrey. En 1614 entró como gobernador aquel nieto de Valeriano del que ya hemos hablado, pero tras él, ningún otro miembro de la casa real fundada por Acamapichtli volvió a sentarse en el cabildo de Tenochtitlan.

 

María Castañeda de la Paz. Doctora en historia por la Universidad de Sevilla, España. Investigadora del IIA de la UNAM. Estudia la historia indígena prehispánica y colonial del Centro de México, y se especializa en la nobleza, la heráldica, la cartografía y los códices históricos indígenas.

Castañeda de la Paz, María,  “La casa real de Tenochtitlan. El gobierno de los jueces-gobernadores”, Arqueología Mexicana, núm. 162, pp. 12-13.