Mario Córdova Tello
La fundación del núcleo urbano en Huejotzingo trajo consigo una nueva organización religiosa y política, así como un cambio radical en el patrón de asentamiento prehispánico. El nuevo emplazamiento incluyó la distribución de dos grandes espacios en la planicie: el perteneciente al conjunto religioso y el destinado a los predios de la población indígena.
Con la llegada de la Orden de Frailes Menores al territorio conquistado por los españoles se inició un proceso que Robert Ricard denomina la “conquista espiritual” de los indígenas de Mesoamérica. En la primera junta celebrada en la ciudad de México en 1524, los menores acordaron constituirse en la Custodia del Santo Evangelio, nombrar a fray Martín de Valencia primer custodio, llegar a las cuatro ciudades más densamente pobladas y fundar en ellas sus primeras casas: México, Texcoco, Tlaxcala y Huejotzingo. Continuarían con las tareas de organizar a los indígenas en nuevas ciudades, donde emprenderían la construcción de sus iglesias y conventos.
Los franciscanos pusieron especial dedicación en la enseñanza de la doctrina cristiana a los niños indígenas, pues veían en ellos a los futuros promotores de la nueva religión. De hecho, los niños indígenas desempeñaron un papel sumamente importante en el proceso evangelizador emprendido por los mendicantes, pues fueron los intérpretes, traductores, catequistas y cantores de la naciente Iglesia cristiana. Desde luego, la estrategia religiosa requeriría de espacios para la conversión y para la cura pastoral, como los desarrollados en el poblado de Huejotzingo.
Los sitios prehispánicos que conformaban el señorío de Huejotzingo se ubicaban en las partes altas de la Sierra Nevada, en terrenos cuya topografía es muy abrupta, lomas y barrancas por las que corre el agua del volcán Iztaccíhuatl. El señorío huejotzinga, antagónico a los mexicas, aprovechó los recursos naturales y su situación geográfica, pues el abanico pluvial donde se hallaba era de difícil acceso y las mismas barrancas conferían el aspecto de fortaleza natural, de establecimiento defensivo e inexpugnable.
Fundación de Huejotzingo
La situación agreste del asentamiento indígena de Huejotzingo no pasó desapercibida para los franciscanos, pues al poco tiempo de su arribo optaron por congregar a las más de 30 poblaciones que pertenecían al señorío en la planicie.
La fundación de Huejotzingo tuvo lugar en la parte baja de las faldas del volcán Iztaccíhuatl, planicies que de acuerdo con los postulados de tratadistas europeos, como Jean Baptista Alberti, ofrecían grandes ventajas: solares ordenados a manera de retícula, un sistema de caminos que facilitaba la comunicación con la ciudad de México y con el puerto de Veracruz, amplias calles cuya orientación permitía el aprovechamiento de la luz del sol y de las corrientes de aire saludables, agua procedente de los escurrimientos de la Sierra Nevada, y sobre todo, tierras fértiles que garantizaban una alta producción agrícola.
La fundación del núcleo urbano trajo consigo una nueva organización religiosa y política, así como un cambio radical en el patrón de asentamiento prehispánico, pues de ser un pueblo asentado sobre un sistema de terraplenes elaborado a partir de la propia topografía de la montaña, el nuevo emplazamiento incluyó la distribución de dos grandes espacios en la planicie: el perteneciente al conjunto religioso y el destinado a los predios de la población indígena.
La capilla abierta se tomó como eje central para trazar el cuadrángulo del atrio. Este módulo se reprodujo dos veces más al sur y uno más al oriente, de tal manera que se trazaron cuatro superficies cuadrangulares que conformaron el conjunto religioso de San Miguel.
Para la traza de la ciudad se formó un rectángulo con los dos módulos cuadrangulares. A partir de esta superficie rectangular se configuraron las manzanas del pueblo hacia los cuatro rumbos, lo que dio como resultante la traza de damero propuesta por Alberti y concretada por el virrey Antonio de Mendoza en Nueva España.
El templo primitivo
Para construir el templo y sus dependencias, los franciscanos levantaron una gran plataforma de 230 m por lado. El relleno del lado noroeste, con 2.50 m, es más alto que el relleno de la esquina sureste, que sólo alcanza 1.40 m de altura. El objetivo de esta diferencia es mostrar la preminencia jerárquica de los edificios religiosos sobre las casas del resto de la población.
Por medio de exploraciones arqueológicas efectuadas al norte del actual templo, se localizaron vestigios de otros dos templos. Ésos consistieron en restos de muros que claramente delimitaban varios espacios. El primero de ellos, un muro que evidenciaba lo que podría haber sido la capilla del patio y otros alineamientos, también de muros, de algunas dependencias religiosas. Estos vestigios se relacionan con los primeros templos al servicio de la evangelización de los indígenas de la Nueva España (fig. 2).
Mario Córdova Tello. Arqueólogo por la ENAH. Investigador del Centro INAH Morelos. Ha trabajado en investigación y conservación de conventos del siglo XVI en Puebla y Morelos. Director de los proyectos de Chalcatzingo y Chimalacatlan en el estado de Morelos.
Córdova Tello, Mario, “La construcción del convento de San Miguel de Huejotzingo, Puebla”, Arqueología Mexicana núm. 127, pp. 64-69.
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