La escritura del Epiclásico en el Altiplano Central

Por: Hugo García Capistrán

 

El Epiclásico (600-1100 d.C.) fue un periodo de grandes cambios en diversos aspectos de la vida de los grupos mesoamericanos. Durante este periodo se desarrolló un nuevo sistema de escritura a partir del existente en Teotihuacan. El sistema de escritura del Epiclásico fue utilizado por las principales capitales del Altiplano Central mexicano, así como en sitios de otras partes de Mesoamérica.

El Epiclásico
En 1959, el investigador mexicano Wigberto Jiménez Moreno propuso el concepto de Epiclásico para definir un periodo de transición entre el Clásico y el Posclásico. Dicho periodo abarcaría de 650 hasta 900 d.C. y su comienzo estaría marcado por la caída de Teotihuacan. En su texto, Jiménez Moreno proponía que el rasgo definitorio de este periodo, el cual consideraba exclusivo para la subárea cultural del Altiplano Central mexicano, era la aparición de sociedades militaristas que sustituirían a las “milenarias” culturas teocráticas.

Gracias a los avances y nuevos descubrimientos de la arqueología no sólo en el Altiplano Central mexicano sino en otras áreas mesoamericanas, hoy podemos afirmar que el Epiclásico fue un fenómeno que abarcó grandes partes de Mesoamérica y proponer que se extendió desde 600 hasta 1100 d.C. La gran mayoría de las capitales mesoamericanas que surgieron y tuvieron auge en estos años comparten varios rasgos comunes, aunque éstos puedan presentarse en distintos momentos.

En síntesis, los rasgos que caracterizan al Epiclásico son: aumento en la movilidad social, producto de procesos migratorios entre distintas regiones; crecimiento de las relaciones interregionales y del comercio; aumento del discurso visual militarista, así como evidencias de urbanismo defensivo, por medio de la fundación de ciudades sobre cerros o el uso de murallas, palizadas, fosos y otros elementos defensivos; poblaciones claramente pluriétnicas; arte ecléctico y cambios radicales en el aparato ideológico político, particularmente el advenimiento del culto a la serpiente emplumada.

Es claro que este periodo es producto de procesos político-sociales que culminaron con el abandono de importantes capitales del Clásico y la reformulación del aparato ideológico que había perdurado por varios siglos. Las elites mesoamericanas, buscando mantener su statu quo, realizaron cambios radicales en las ideologías imperantes. Todo esto llevó también al desarrollo de un sistema de escritura propio de esta época.

La escritura
El sistema de escritura del Epiclásico puede encontrarse en algunas de las capitales que surgieron en esta época en el Altiplano Central, como Xochicalco, Cacaxtla, Teotenango y Tula, así como en otros sitios menores como Xinantécatl, Tetlama o Cerro de la Estrella. También existen algunos ejemplos de monumentos sin procedencia exacta, pero que parecen pertenecer a esta región y que cuentan con evidencia de escritura jeroglífica. Además, podemos incluir los ejemplos de escritura que no son mayas en Chichén Itzá (véase la contribución de Nielsen y Jiménez García en este número), así como los textos del Templo de las Columnas de El Tajín, donde observamos una variante regional de la escritura del Epiclásico (véase el artículo de Velásquez García en este número). Al igual que otros sistemas de escritura mesoamericanos, la escritura del Epiclásico debió ser una escritura de tipo logofonético y se encontraba en diversos soportes: estelas, lápidas, petrograbados, pintura mural, cerámica, arquitectura; podemos inferir que hubo otros soportes de naturaleza orgánica que no lograron sobrevivir al paso del tiempo. Es importante mencionar que esta escritura es heredera directa del sistema de escritura teotihuacano usado durante el Clásico Temprano y antecedente de las escrituras mixteca y nahua del Posclásico. Al igual que estos otros sistemas, la escritura del Epiclásico fue empleada, principalmente, para representar fechas, nombres de lugares, de personas y títulos. Hay evidencias de posibles textos lineales con cláusulas verbales, pero éstos son escasos y esperan avances en su interpretación y desciframiento para poder comprender su contenido.

Desafortunadamente, no contamos con un corpus tan abundante de ejemplos como en el caso de la escritura maya o istmeña y tampoco podemos tener certeza de la lengua reflejada en esta escritura, lo que ha dificultado el proceso de desciframiento. A pesar de ello, tanto por análisis estructurales como por el reconocimiento de grafemas que comparten elementos con otros sistemas mesoamericanos, se ha podido avanzar un poco más en la comprensión de los elementos que constituyeron esta escritura.