Lourdes Márquez Morfín
Se ofrece en este artículo un panorama general sobre los conocimientos alcanzados respecto a los niños en el México prehispánico, por medio del análisis de los restos óseos y del contexto en el que fueron encontrados. Un elemento básico en los estudios bioarqueológicos es ubicar al individuo en el ambiente físico, social y cultural donde vivió.
Las sociedades antiguas estaban integradas por niños y adultos cuyos papeles sociales e identidad individual variaban dependiendo de su edad, sexo y posición social alcanzada o bien heredada de sus padres. No obstante, la niñez ha sido un grupo poco estudiado o incluso ignorado, de tal manera que en algunos trabajos actuales se les ha denominado a los niños como “gente invisible”. En las últimas décadas las investigaciones bioarqueológicas sobre la niñez y los niños se han incrementado; los enfoques en la actualidad han permitido abordar cuestiones centrales respecto a la importancia de los pequeños como integrantes de una comunidad, con una identidad individual y como actores sociales fundamentales en los diversos aspectos de la vida y en relación con los otros miembros de la sociedad. En este artículo abordamos diversos temas y líneas de investigación acerca de los niños en los grupos prehispánicos de México. ¿Cuál era su papel en la composición demográfica de las sociedades antiguas? En el pasado los niños constituían alrededor del 50% de la población total, de ahí su importancia tanto social como económica. ¿Cuáles eran las condiciones de vida y salud de los menores, cuáles fueron sus principales enfermedades? ¿Qué tipo de actividades productivas desempeñaban y cuándo empezaban a participar en éstas? ¿Cómo se integraban durante el proceso de socialización y entrenamiento en el interior de la unidad doméstica y en la comunidad? Desde el punto de vista social y cultural, ¿cuál era la posición de los niños?, ¿cambiaba con la edad o bien dependía del género? Un elemento fundamental para contestar estas preguntas es el estudio de las costumbres funerarias respecto a los niños, de acuerdo con su identidad y posición social. ¿Cómo participaban y cuál era el papel social de los niños, como “mensajeros de los dioses”, en rituales y ceremonias religiosas de sacrificio dedicadas principalmente a Tláloc y Chac, deidades azteca y maya respectivamente? ¿Cuáles son las evidencias que tenemos sobre dichas prácticas? Éstas son algunas de las interrogantes que guían la investigación bioarqueológica de la niñez. Mediante el desarrollo de estas cuestiones brindamos un panorama general sobre los conocimientos alcanzados respecto a los niños en el México prehispánico, por medio del análisis de los restos óseos y del contexto en el que fueron encontrados. Un elemento básico en los estudios bioarqueológicos es ubicar al individuo en el ambiente físico, social y cultural donde vivió, y cómo impactó en su biología y en su cuerpo.
El enfoque bioarqueológico de la niñez
En México las referencias sobre los niños en la literatura de poblaciones antiguas mesoamericanas son muy pobres. Los estudios osteológicos acerca de este sector de la población son contados y en realidad gran parte de lo que sabemos proviene más bien de las fuentes etnohistóricas, de los relatos de los cronistas y de algunos reportes arqueológicos e investigaciones sobre costumbres funerarias. Las fuentes etnohistóricas, como las de fray Diego de Landa o fray Bernardino de Sahagún, son de incalculable valor sobre todo por la información referente a aspectos de la vida cotidiana de hombres, mujeres y niños. Es evidente que no en todas las sociedades los niños desempeñaron el mismo papel o eran tratados de la misma forma por los adultos. Esto dependía de diversos factores como los modos de subsistencia, las condiciones de vida, las creencias y la perspectiva del mundo de cada pueblo. Los datos arqueológicos, en especial los derivados de las prácticas mortuorias, han sido utilizados con el fin de reconstruir el papel social de hombres, mujeres y niños en las sociedades antiguas. También pueden ser una herramienta importante no sólo para conocer la estructura social sino las representaciones simbólicas de esta estructura, que pueden ser interpretadas, manipuladas y negociadas por los actores sociales. Los nuevos enfoques sobre los niños del pasado han permitido que empiecen a ser considerados como actores importantes en los estudios sobre las sociedades mesoamericanas. Se trata ahora de conocer cuál fue la importancia de los niños y el papel que desempeñaron de acuerdo con su edad y género.
La estructura de las poblaciones antiguas y la representación de niños
Del total de habitantes de cualquier población antigua, los niños menores de 15 años representaban entre el 40 y 60%, lo que implica que la base de la pirámide poblacional era muy joven, es decir, los niños debieron tener un papel activo en los procesos productivos. También debemos considerar las condiciones de vida y salud, así como las enfermedades que ocasionaban una alta mortalidad infantil (figs. 2a, 2b). En los primeros años de vida, 30% de los nacidos moría; a partir de los cinco años, hasta antes de los 15, fallecía otro 20%, como se ha reportado para la población de Teotihuacan, Monte Albán y grupos mayas del Clásico, como los de Jaina, Campeche, y Palenque, Chiapas. La alta mortalidad infantil en los primeros cuatro años de vida se relacionaba con el incremento en el tamaño de la población y una mayor densidad, lo que aumentaba la posibilidad de un mayor contagio de enfermedades infecciosas y parasitarias. ¿En términos del desarrollo socioeconómico y del crecimiento, o de la dinámica demográfica en general de una comunidad, qué implicaciones tiene una alta mortalidad infantil o una elevada fecundidad? Entre estas implicaciones se encuentran la mala nutrición en periodos de escasez, las sequías, las inundaciones, cuando faltaban alimentos para todos. Además, entre más compleja era una sociedad había mayor desigualdad social y los niños eran los sectores más vulnerables y de menor rango en la escala social. La esperanza de vida al nacimiento variaba dependiendo del medio físico y de las condiciones sociales y económicas de cada grupo. En las grandes ciudades del Clásico mesoamericano la vida de los niños era difícil, como lo muestran los datos reportados para Teotihuacan, donde la esperanza de vida al nacimiento apenas alcanzaba los 21 años; en la ciudad maya de Palenque y entre los zapotecos de Monte Albán esa edad era de alrededor de 25 años.
Las condiciones de salud de los niños en Mesoamérica
Los niños en las poblaciones antiguas tuvieron condiciones de vida y salud en general difíciles debido principalmente a cuestiones de carácter higiénico y alimentario. Las principales causas de muerte eran las enfermedades infecciosas, gastrointestinales y parasitarias, así como las respiratorias; también había problemas de nutrición en tiempos de escasez alimentaria por sequías, inundaciones o cualquier otra catástrofe que impactara en la disponibilidad de alimentos. Entre las enfermedades nutricionales más frecuentes en Mesoamérica, identificadas por medio de huellas que quedan plasmadas en los esqueletos de los niños (fig. 1), resalta la anemia debida a deficiencias de micronutrientes como el hierro, el ácido fólico y las vitaminas del complejo B. Los estudios epidemiológicos de grupos mesoamericanos muestran que entre el 20 y 40% de la población sufría de estos padecimientos. El escorbuto, relacionado con la falta del consumo de vitamina C, también ha sido identificado en poblaciones subadultas de la Cuenca de México y en un sitio del norte de Durango. La mala nutrición perturba el correcto crecimiento y el desarrollo durante la niñez, con un impacto en la talla total del individuo, como se reportó para una serie esquelética maya del Clásico en Jaina, Campeche. Entre más pequeño el infante, su sistema inmunológico está menos desarrollado y es susceptible de adquirir un gran número de enfermedades infecciosas que pueden ocasionar la muerte del individuo. En las poblaciones de las grandes urbes prehispánicas, ya sea la Cuenca de México, la región zapoteca o sitios mayas, entre el 40 y el 90% de las huellas óseas analizadas indican problemas infecciosos de diferente índole.
Lourdes Márquez Morfín. Pofesora emérita del INAH; antropóloga física y doctora en historia (Colmex). Miembro del SNI, nivel III. Titular de las líneas de investigación de bioarqueología y antropología forense. Especialista en estudios sobre salud, sociedad y paleodemografía en Mesoamérica.
Márquez Morfín, Lourdes, “La gente invisible. Los niños en las sociedades antiguas”, Arqueología Mexicana núm. 143, pp. 26-30.
Texto completo en la edición impresa. Si desea adquirir un ejemplar: