Cecelia F. Klein
La iconografía es el estudio del significado de las imágenes y ha desempeñado un papel primordial en la comprensión del arte, la historia, las tradiciones religiosas y los valores sociales del México prehispánico. Hoy día, las obras de Seler y Panofsky son base sólida para explicar las imágenes mesoamericanas.
Aquí se muestran las virtudes del método iconográfico -complementado con lo que Erwin Panofsky llamó iconología- mediante una investigación sobre el simbolismo de una escena en un documento de la plástica colonial temprana: el Mapa de Cuauhtinchan No. 2. El estudio específico de dos detalles antes no estudiados: un disco rojo y una pierna empalada, arroja luz sobre la identidad de la figura principal de la escena, con lo cual la imagen se ubica en el contexto de los valores y tradiciones existentes en el momento de su creación.
La iconografía es el estudio del significado de las imágenes y ha desempeñado un papel primordial no sólo en la comprensión del arte de Mesoamérica, sino también en la de su historia, tradiciones religiosas y valores sociales. Aunque hoy en día la iconografía es considerada como un quehacer propio del historiador de arte, en la práctica esto se remonta, en Mesoamérica, a los años inmediatamente posteriores a la Conquista. Ya desde entonces. los europeos en Nueva España, deseosos de conocer más a los pueblos recién descubiertos que intentaban someter, pedían a los nativos que identificaran y explicaran las curiosas formas representadas en sus manuscritos. Con frecuencia -y para nuestra fortuna- , estos primeros iconógrafos escribieron junto a las imágenes pintadas las respuestas que se les daban. Si bien esta primera interpretación del testimonio indígena estaba inevitablemente distorsionada por las necesidades, experiencia y tendencias de los europeos, los iconógrafos contemporáneos, agradecidos, aún utilizan estos escritos como auxiliares para un mejor entendimiento del pasado de México.
Eduard G. Seler (1849-1922): la comparación iconográfica
Los testimonios coloniales tempranos acerca de los nombres o el significado de los objetos o acontecimientos representados en imágenes son particularmente importantes, ya que antes de la Conquista casi ninguno de los pueblos mesoamericanos tuvo lo que hoy llamamos “escritura” o bien utilizó una forma de escritura que no ha podido ser plenamente descifrada. Esto es un problema para los iconógrafos, quienes por definición dependen del lenguaje y los textos para entender las imágenes: la palabra iconografía deriva del griego eikon, “imagen”, y graphos, “escritura”. No es de extrañar, entonces, que el hombre que desarrolló aquello que se ha convertido en el acercamiento por excelencia a la iconografía de Mesoamérica haya sido un lingüista: Eduard Georg Seler. Éste estudió filología en Alemania –su país natal-, disciplina que a fina les del siglo XIX se ocupa ha sobre todo de la evolución e interrelación de las lenguas. La formación filológica de Seler explica cómo llegó a ser un iconógrafo de tanto éxito, puesto que la iconografía, tal y como lo señala Christine Hasenmueller, es una “filología de imágenes".
La escena de “la salida” en el Mapa de Cuauhtinchan No. 2
El prodigioso conocimiento de Seler sobre las lenguas de Mesoamérica facilitó en gran medida su trabajo con códices mayas y mexicanos, lo cual le permitió relacionar las imágenes con los nombres, términos y conceptos nativos registrados por autores coloniales. Para Seler muchas de las formas pictóricas eran, en efecto, símbolos o metáforas visuales de conceptos clave que podían decodificarse. Cuando se le escapaba el significado de una imagen recurría a los documentos escritos que creía que podían explicarla o a otras imágenes que se le asemejaban. Esta estrategia queda clara al ver cómo han interpretado los mesoamericanistas la escena de la esquina superior izquierda del Mapa de Cuauhtinchan No. 2.
Se trata de un documento pintado al estilo prehispánico en una hoja de amate. Elaborado, a mediados del siglo XVI, por un artista nativo, en él se muestra la historia de la migración en el siglo XII de siete grupos nahuas de Puebla, entre los cuales predominaba el conocido como cuauhtinchantlaca. En la mitad izquierda del Mapa, un grupo de toltecas regresa a su antiguo hogar, Colhuacan-Chicomóztoc, para solicitar apoyo militar y expulsar a quienes ocupaban entonces la gran ciudad de Cholula. En el centro de la mitad derecha, los cuauhtinchantlacas, tras abandonar su lugar de origen, ayudan a los toltecas a arrebatar Cholula a sus enemigos y fundan su ciudad. Cuauhtinchan, donde se cree que fue pintado el Mapa.
Los estudiosos familiarizados con el método de Seler rápidamente identificaron el motivo verde, con sus siete cavidades interiores casi redondas, como el legendario lugar de origen nahua llamado Colhuacan-Chicomóztoc, “cerro torcido-siete cuevas”. Para apoyar su identificación, lo compararon con una escena muy semejante del folio 16r de la Historia Tolteca-Chichimeca, pintada en Puebla más o menos por las mismas fechas que el Mapa. A diferencia de éste, la Historia va acompañada
de un texto en náhuatl que, como ha señalado Bente Bittman Simons, indica claramente que la montaña del folio 16r, con las cimas torcidas o dobladas y las siete concavidades, representa a Colhuacan-Chicomóztoc. Tanto este texto como los glifos nomina les localizados junto a las siete cuevas del Mapa identifican a sus habitantes como los ancestros de los siete grupos étnicos que poblaron Puebla en algún momento, entre ellos los cuauhtinchantlacas. En el Mapa, dichos ancestros están representados como hombres vestidos con pieles de animales, para denotar su vida simple. Los que llevan arcos y flechas son presuntos cazadores, mientras que el hombre al centro del interior de la montaña, con jícaras para tabaco e incensarios, es un presunto sacerdote.
Cecelia F. Klein. Profesora de historia del arte prehispánico y colonial temprano en la Universidad de California, Los Ángeles. Autora de numerosos artículos sobre arte azteca y editora de Gender in Prehispanic America (2001), publicado por Dumbarton Oaks.
Klein, Cecelia F., “La iconografía y el arte mesoamericano”, Arqueología Mexicana núm. 55, pp. 28-35.
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