La sangre de los dioses y la fecundación

Elena Mazzetto

En su libro El sacrificio humano entre los aztecas (2016), Michel Graulich señaló cómo, en la mitología del México antiguo, las penitencias sangrientas (autosacrificios) realizadas por los dioses hacia la Pareja Suprema tenían por objetivo obtener el permiso para realizar actos primordiales de creación. Es fundamental destacar la relación que unía el acto de sangrarse diferentes partes del cuerpo con el de encender la chispa de la vida,

En efecto, más allá de su función de impulsora de la fuerza motriz del cosmos, en la narrativa mítica la sangre destaca también por ser la sustancia –o una de las sustancias– empleada para engendrar diferentes tipos de seres. Por ejemplo, en los Anales de Cuauhtitlan se relata cómo Mixcóatl realizó un acto de autosacrificio sobre un lecho de caña, a partir de lo cual fueron engendrados los antepasados de Cuitláhuac.

Por otro lado, en uno de los pasajes más conocidos de la Leyenda de los Soles, Quetzalcóatl bajó al Mictlan para recuperar los huesos de la humanidad de las eras pasadas, con el objetivo de volver a crear al ser humano. Después de varias peripecias, logró llevar los huesos rotos a Tamoanchan, donde la diosa Quilaztli los molió en un lebrillo de chalchihuite. Posteriormente, la Serpiente Emplumada se sangró su miembro viril sobre el lebrillo, y todos los demás dioses hicieron penitencia.

La mezcla de los huesos rotos y de la sangre permitió engendrar nuevamente a la humanidad. En la versión de la Histoire du Mechique, todos los dioses se sacaron sangre de sus lenguas, mezclándola con los huesos y la ceniza traídos del inframundo. Si el sangrado del miembro viril de la Serpiente Emplumada tiene una relación evidente con la fecundación, también es posible proponer que lo tuviera el sangrado de la lengua. De hecho, según la Histoire du Mechique, los ancestros de los habitantes de Tezcoco sólo tenían cuerpo “de los sobacos arriba”, por lo que, para engendrar hijos, era necesario que el hombre introdujera su lengua en la boca de la mujer. Miembro viril y lengua, pues, son órganos asociados con la reproducción y la sangre de dichas partes del cuerpo poseía poderosas propiedades fertilizantes.

Imagen: Quetzalcóatl realiza un acto de autosacrificio. Códice Florentino, lib. III, f. 10r. Foto: Biblioteca Nacional de Antropología e Historia.

Elena Mazzetto. Doctora en historia por la Universidad Ca’ Foscari di Venezia y la Université de Paris I Panthéon-Sorbonne. Profesora en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Autora del libro Lieux de culte et parcours cérémoniels dans les fêtes des vingtaines à Mexico Tenochtitlan (Oxford, BAR, 2014), así como de numerosas publicaciones dedicadas a las fiestas de las veintenas mexicas y a la alimentación ritual.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

Mazzetto, Elena, “La sangre en los mitos del México antiguo”, Arqueología Mexicana, , núm. 185, p. 26-31.