Enrique Hambleton
La pintura rupestre del estilo conocido como Gran Mural es la evidencia arqueológica más frágil y espectacular de la península de Baja California. Representa uno de los conjuntos más importantes de arte prehistórico en el mundo y por ello ha sido considerada Patrimonio de la Humanidad.
De toda la pintura rupestre del continente americano ninguna es más espectacular y reconocida que la del estilo llamado Gran Mural, localizado en la región central de la península de Baja California. Por su escala monumental, la calidad de su ejecución, su estilo homogéneo, el gran número de sitios en que se encuentra y su buen estado de conservación, está entre los cinco conjuntos de arte prehistórico más importantes del mundo. Los otros son el Tasili N'Ager argelino, el del Paleolítico Superior europeo, el de los bosquimanos de Sudáfrica y el de los aborígenes australianos. En 1993, la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad a la Sierra de San Francisco, en la cual, con sus accidentados 800 km, se localiza un gran número de sitios del estilo Gran Mural.
Las manifestaciones pictóricas en la península son muy variadas. Además del estilo mencionado, hay otros muy diversos que van desde representaciones simbólico-geométricas policromas hasta pequeñas y toscas representaciones de figuras humanas y de fauna terrestre y marina. Se distinguen claramente unas de otras no sólo por su distribución a lo largo de la península sino también por la calidad de su ejecución, en la que se incluyen muestras de una gran habilidad y otras resultado de un torpe o apresurado trazo. Sin embargo, ningún estilo es tan rico y bello como el llamado Gran Mural.
La pintura rupestre de la península fue creada por diversos grupos de cazadores, pescadores y recolectores en diferentes épocas y por más de 7 000 años, aunque resulta sumamente difícil atribuir su autoría a grupos culturales específicos y hay muchas más preguntas que respuestas en torno a manifestaciones pictóricas tan variadas. En este breve artículo me ocuparé del estilo Gran Mural, no sólo por su calidad y cantidad sino por ser el más estudiado.
Consideraciones
De todas las manifestaciones arqueológicas en la península de Baja California, la pintura rupestre es la más frágil. Está plasmada sobre roca volcánica o granítica, casi siempre a la intemperie y a merced de un clima severo que incluye calor intenso, lluvias torrenciales, vientos ciclónicos y frío extremo. Además de estos factores, los pigmentos adheridos a la roca se han deteriorado a causa de un proceso irreversible, debido a que el agua con sales solubles se trasmina y al llegar a la superficie se cristaliza, lo que provoca el desprendimiento de la capa exterior sobre la cual se pintó. En términos geológicos, estas manifestaciones artísticas son efímeras, pasajeras y acabarán desapareciendo irremediablemente, aunque si lo consideramos desde una perspectiva humana son asombrosamente perdurables y han sobrevivido milenios a embates destructivos y erosionantes. A pesar de su fragilidad, por lo general la pintura rupestre de la península se ha conservado en buen estado, debido a su aislamiento, pues se localiza en regiones de difícil acceso. Esto ha evitado el vandalismo y el deterioro a manos del hombre, tan lamentablemente evidente en otras partes de México y el mundo.
Es interesante señalar que cuatro de los cinco conjuntos de pintura rupestre más importantes del mundo se encuentran en lugares áridos, inhóspitos y difíciles, lo que sin lugar a duda puso a prueba la habilidad y capacidad de supervivencia de sus creadores. ¿Acaso fue éste un factor que encendió la chispa de la prolífica y elocuente creatividad de quienes elaboraron esas pinturas? En la península de Baja California hay evidencias de la chispa creadora que produjo el estilo Gran Mural. No sabemos quiénes fueron estos primeros muralistas de América que, a pesar de ser seminómadas, cazadores, pescadores y recolectores -lo que implicaba una vida en constante movimiento-, crearon obras monumentales en cientos de sitios, en los que hay miles de figuras plasmadas cuidadosamente y con riguroso detalle. Estas imágenes deben haber hecho ruido en el subconsciente colectivo de los pueblos que presenciaron su creación. Todo lo demás que se pintó en la península estaba de alguna manera congelado y rígido. Algo ocurrió que liberó energías encerradas y entonces se pintó sin miedo, con convicción, liberando algo esencial y poderoso. Aunque no sabemos cuánto duró esta tradición pictórica. empezamos a entender que abarcó mucho tiempo, probablemente milenios.
Recientemente se determinó que una de las figuras humanas localizada en la cueva de San Borjitas, en la Sierra de Guadalupe, fue realizada hace 7 500 años, lo que la convierte en la más antigua que se conoce hasta ahora en América. Además, esa figura se encuentra sobrepuesta a otra, seguramente más antigua y cuyo fechamiento está pendiente.
El único dato histórico acerca de los autores de la tradición Gran Mural fue recopilado por los jesuitas que, a mediados del siglo XVIII y por primera vez, exploraron esta región de la península. Al visitar algunos de los murales quedaron asombrados por lo que vieron y se propusieron indagar entre los indígenas que entonces habitaban la región, conocidos como cochimíes, quienes habían creado tales obras. El pueblo cochimí atribuía los murales a un grupo de extraordinaria estatura que se introdujo a la península por el norte y ocupó las sierras centrales por un tiempo indeterminado. Este grupo tuvo varios conflictos y se mataron unos a otros; los antepasados de los cochimíes, que no toleraban a gente tan extraña en su tierra, acabaron con los que sobrevivieron a esos conflictos internos, e trataba de gente en verdad extraña si en medio de conflictos entre ellos mismos lograron crear tan enormes y bellas obras. Es interesante pensar en su dinámica organización social, que combinó la caza, la pesca, la recolección, la guerra y el arte. De hecho, un gran número de figuras humanas está representado portando flechas y lanzas en el cuerpo.
Otro factor a tomar en cuenta es el enorme esfuerzo necesario para sobrevivir en desiertos y serranías casi desprovistos de agua permanente. Entre las actividades de los indígenas señaladas por los primeros exploradores estaba la de dedicarse hasta 18 horas diarias sólo a la caza y la recolección. Si asumimos que éste también fue el caso de los autores del estilo Gran Mural, entonces su obra cobra las características de una empresa titánica. Para poder crear esos enormes murales necesariamente se tuvieron que construir andamiajes complejos y procurar y preparar los pigmentos y aglutinantes requeridos para sus obras, a veces situadas a casi diez metros del suelo de los abrigos rocosos elegidos.
A primera vista, las figuras humanas y de animales parecen sencillas representaciones, aunque se aprecia un trabajo más elaborado en la decoración interna de las figuras, en los tocados de las representaciones humanas, y en la relación entre éstas y la simbología de las imágenes.
No me atrevo a interpretar su significado más allá de describir cautelosamente algunos elementos obvios para un observador cuidadoso. Hasta ahora no hay ningún otro elemento arqueológico que explique su significado; no existe lazo cultural alguno que nos conecte con los pintores. Las culturas nativas de la región desaparecieron a principios del siglo XIX, víctimas del contacto con la cultura de los blancos que venían a civilizarlos, a brindarles el evangelio y que terminaron por aniquilarlos.
Enrique Hambleton. Fotógrafo, autor y conservacionista. Desde los setenta del siglo XX ha colaborado en la exploración, descubrimiento y conservación de las pinturas rupestres de la península de Baja California, Presidente de la Fundación Amigos de Sudcalifornia, A. C.
Hambleton, Enrique, “Lienzos de piedra”, Arqueología Mexicana núm. 62, pp. 46-51.
Texto completo en la edición impresa. Si desea adquirir un ejemplar:
http://raices.com.mx/tienda/revistas-la-peninsula-de-baja-california-AM062