La dominación española en Mesoamérica tuvo su cimiento en la relación establecida entre encomenderos y caciques tras la toma de Tenochtitlan. Los caciques eran los mismos tlahtoque o señores (reyes de pequeños reinos) que gobernaban desde tiempo atrás sus respectivos señoríos (denominados tras la conquista pueblos de indios) ya fuese de modo independiente o sometidos a la Triple Alianza u otra soberanía superior.
Los encomenderos fueron producto de una especie de remodelación de los soldados conquistadores, colocados como elemento de contacto con los caciques y, por extensión, con sus respectivos pueblos.
Lo anterior significa que la conquista se fundó en un sistema de dominación indirecta. Así se define cuando un poder imperial o colonial ejerce su soberanía con intermediación de los líderes locales. La Triple Alianza ofrecía el precedente de un sistema similar en el que también se respetó la subsistencia de los pueblos y sus señores. En vista de ello, la conquista española involucró una combinación simultánea de rupturas y continuidades. La situación habría de cambiar con el tiempo, conforme llegaban más españoles y se consolidaba un gobierno central fuerte que podía permitirse romper con el pasado de modo radical. Pero antes de esto, hasta alrededor de 1545, la dominación española no hubiera podido establecerse ni subsistir sin encomenderos y caciques.
Tomado de Bernardo García Martínez, “La implantación eclesiástica en Nueva España”, Arqueología Mexicana, núm. 127, pp. 43 - 53.