Este sitio en realidad es una pequeña parte de lo que fue Texcoco, una de las grandes ciudades del Posclásico en la Cuenca de México. Hoy en día la mayoría de ese asentamiento prehispánico se encuentra cubierto por el poblado moderno y sólo queda imaginar lo que debió ser una de las ciudades más famosas de su época. Al momento de la conquista española, Texcoco era uno de los integrantes de la Triple Alianza, entidad que dominaba buena parte de Mesoamérica, y se le tenía como una ciudad con un gran prestigio en lo concerniente a la cultura y las artes. Había sido la sede de uno de los gobernantes más famosos de la época prehispánica, Nezahualcóyotl, notable tanto por su habilidad política, como por sus dotes de constructor y su gusto y talento por el arte, en especial la poesía. Sin duda, Texcoco era una ciudad que rivalizaba en tamaño, complejidad y suntuosidad con la propia Tenochtitlan, de lo que dan cuenta diversas crónicas. De ese poderoso asentamiento con grandes templos, palacios, jardines y una abundante población, no queda mucho a la vista. Los Melones es prácticamente lo único que puede visitarse del antiguo asentamiento. Se trata de un predio en el que se localizan algunas estructuras, en las que sólo se han realizado excavaciones parciales que sugieren que eran parte de una plaza con varios edificios a su alrededor. Se cree que los dos grandes montículos eran parte de un tecpan o palacio de la época de esplendor de Texcoco, de 1430 a 1521 d.C. En la zona se pueden observar los restos de algunos cuartos y algunos marcadores para el juego de pelota.
Tomado de Arqueología Méxicana, Especial. 35, Estado de México. Guía arqueológica.