Los templos enmascarados de Yucatán

Claude–François Baudez

Los mayas consideraban que una entidad como la Tierra no podía tener un rostro propio; por ello, los templos que la representaban fueron disfrazados con mascarones emblemáticos que resumían sus atributos esenciales. Estos edificios, cuyas puertas eran auténticas representaciones de las fauces del monstruo terrestre, constituían lugares sagrados y eran frecuentados por el rey o por las autoridades políticas y religiosas de la ciudad a las que esos lugares conferían parte de su poder.

 

Entre las formas originales de la arquitectura maya de Yucatán, el edificio cuya puerta principal –y en ocasiones todas las puertas– constituye las fauces abiertas de uno o más mascarones de rasgos reptilianos, es a la vez el más espectacular y el que más enigmas plantea. Según Paul Gendrop (1983), en ese tipo de estructura se distingue la portada parcial, rematada por un único mascarón de frente, de la portada integral, en la que al mascarón frontal lo completan otros dos de perfil que forman las jambas de la puerta. Además, la fachada y los ángulos del edificio están adornados por lo general con una profusión de mascarones, labrados de frente o de perfil, en alto o en bajorrelieve.

Daniel Schavelzon (1980) demostró sin lugar a dudas que ya los olmecas habían representado el templo-gruta mediante una abertura que equivale a las fauces abiertas del jaguar, animal que entonces representaba la tierra (como en la gruta de Oxtotitlán; en el Monumento 9 y en el Relieve 1 de Chalcatzingo, y en los altares 2 al 7 de La Venta). Dos siglos más tarde, ese mismo concepto se encuentra nuevamente ilustrado en la zona de Río Bec mediante el templo teratomorfo (es decir, con forma de monstruo) maya. La Estructura D5-5 sub de Balamkú, del año 450 d. C. aproximadamente, es el primer ejemplo conocido de portada teratomorfa (Michelet, comunicación personal, 1997), la cual durante el Clásico Tardío se difundiría ampliamente en las zonas de Río Bec y Chenes. Hacia finales del siglo VIII, esa portada llegaría a algunos sitios de las Tierras Bajas centrales (Grupo G de Tikal y Templo 22 de Copán) y la región Puuc, donde tendría una gran difusión a todo lo largo del siglo IX (Xkichmook, Santa Rosa Xtampak, Uxmal, Kabah, Labná, Chichén Itzá, etc.).

No cabe duda de que la puerta teratomorfa otorgaba una dimensión sagrada o sobrenatural a quien se colocara en su umbral, pues el conjunto reproducía en tres dimensiones un motivo frecuentemente esculpido y pintado: las fauces reptilianas que contenían un ser sobrenatural, un antepasado o un rey. Para limitarnos a unos cuantos ejemplos, el motivo está ilustrado en los extremos de ciertas barras ceremoniales, en forma de monstruos cósmicos que representan tanto al cielo (Tikal, Dintel 3 del Templo IV) como a la tierra (Copán, Estela B), o como serpientes que surgen de escenas de sacrificio (dinteles 11 y 25 de Yaxchilán). Consecuentemente, se nos plantean dos interrogantes: 1) ¿cuál es la naturaleza de ese monstruo de la fachada que nos devora y vomita?; y 2) ¿representan los mascarones repetidos en los muros y en los ángulos del edificio a la misma criatura que la que forma la puerta?

A la segunda interrogante, la mayoría de los especialistas responde de manera negativa. Así, Thompson, Gendrop, Schavelzon, Kowalski y muchos otros consideran que, si bien el o los monstruos de la portada representan a la divinidad Itzamná del Posclásico, o bien a la Tierra, los otros mascarones corresponden a Chac, el dios de la lluvia. Sin embargo, no existe ninguna razón para pensar que se pueda tratar de criaturas diferentes. La comparación rasgo por rasgo de los mascarones de la fachada y los ángulos con los de la puerta demuestra que se trata de la misma criatura, y que las diferencias observables entre las dos categorías son simplemente de presentación (de perfil o de frente), de técnica (altorrelieve o bajorrelieve) o de estilo (distintos grados de representación geométrica).

En el conjunto de la península de Yucatán y, en particular, en la zona Puuc, muchos edificios están adornados con mascarones, si bien no poseen una portada teratomorfa. Su característica más sorprendente son las fauces alargadas y en forma de gancho, orientadas hacia abajo o, más raramente, hacia arriba, que han sido comparadas con la nariz larga y caída del dios B de los códices; en el caso de los mascarones, no obstante, se trata de las fauces, y no de la nariz. En esas imágenes de origen reptiliano (trátese de un cocodrilo o de un ofidio), la “nariz” y las fosas nasales están situadas arriba de las fauces mediante una pequeña voluta doble de la cual surgen dos tubos de jade que a su vez representan, muy probablemente, el aliento vital de la criatura. Por lo general, esa “nariz” está bien indicada y es claramente visible en los monstruos que aparecen de perfil (a un lado y otro de la puerta o apilados en bajorrelieve), mientras que en los mascarones de los ángulos o de vista frontal es opcional, debido quizá a problemas de perspectiva, y, en ese caso, está representada mediante un abultamiento colocado entre los ojos, con su inicio en las fauces.

En cambio, el apéndice del Chac del Posclásico, tal y como se observa en los incensarios de Mayapán o en los códices, es sin duda alguna una nariz, colgante y ligeramente ondulada.

La identificación como Chac del mascarón arquitectónico yucateco se basa entonces en un parecido dudoso entre un monstruo reptiliano con fauces alargadas de los periodos Clásico Tardío y Clásico Terminal, y un ser antropomorfo de larga nariz cuya existencia en esos periodos no ha sido demostrada. Si hubo durante el Clásico un dios Chac tan importante como para aparecer profusamente en las fachadas de los templos, ¿por qué no tenemos otras representaciones suyas esculpidas en estelas, pintadas en cerámica o modeladas en figurillas o incensarios?

 

Mascarones cauac

En Copán, el mascarón que constituye la puerta exterior de la Estructura 22 (de la que sólo queda la base) tiene mascarones cauac a manera de dientes, mientras que en los ángulos del edificio tiene empotrados mascarones de la misma criatura. Se trata de un ser compuesto en el que predominan los rasgos de saurio y que se identifica mediante elementos del glifo cauac (T528), el nombre del decimonoveno día del tzolkín.


Ya se demostró que esa criatura representaba la Tierra y que, cuando se
franqueaba la puerta de la Estructura
22, se penetraba en las fauces del
monstruo terrestre (Baudez, 1994). Este modelo puede aplicarse
al conjunto de los templos teratomorfos; se ha demostrado que los mascarones representados en torno a las
puertas, en los ángulos y en las fachadas de las estructuras de Río Bec, Chenes y Puuc, son una variante del monstruo de la tierra, cauac. Aunque este
último sea una forma de las Tierras Bajas centrales que no existe en el Yucatán
 del Clásico Tardío los signos que adornan los mascarones yucatecos aparecen como el equivalente de los signos tomados prestados al glifo cauac; y así, unos pequeños discos con un punto central (símbolo de la gota de agua y del jade), y en ocasiones una X formada por dos bandas superpuestas, remplazan el “racimo de uvas” y el semicírculo bordeado de puntos del monstruo cauac de las Tierras Bajas centrales.

Consecuentemente, parece que se trata de la misma criatura terrestre y del mismo glifo cauac. Una escena de germinación proveniente del Templo Inferior de los Jaguares de Chichén Itzá muestra el mascarón de la Tierra adornado con esas X; además, en el glifo cauac de los códices, una o dos X se suman a los elementos tradicionales del glifo del Clásico o los remplazan. Los mascarones cauac que constituyen el plano inferior de las escenas de ascenso al poder en el friso del Clásico Temprano de Balamkú, anuncian los seres teratomorfos del Yucatán del periodo siguiente. Estos últimos exhiben en ocasiones la hendidura frontal característica del cauac, como sucede en el edificio estilo Chenes del Templo del Adivino, en Uxmal, o en algunos templos de Río Bec.

Aún nos falta comprender el sentido de la repetición de esos mascarones, quizás al infinito, en los muros del templo y en sus ángulos. En Copán, al lado del monstruo bicéfalo caracterizado como terrestre por un elemento cauac dibujado sobre su flanco (CPN 82 o Altar D’), encontramos el mismo monstruo esculpido con varios mascarones cauac (CPN 25 o altar de la Estela M). De igual manera, el ser zoomorfo P de Quiriguá, que representa al monstruo bicéfalo terrestre, lleva un gran mascarón cauac sobre la espalda. Los mascarones api- lados sobre los angostos costados de la Estela B de Copán, que confirman la identidad del monstruo terrestre bicéfalo mostrado en ese monumento, son análogos a los que decoran ciertas fachadas de Río Bec (Xpuhil, Estructura 1). La sucesión de mascarones que ondula como un cuerpo serpentiforme sobre la fachada del Palacio del Gobernador de Uxmal, indica que ese edificio es un monstruo de la tierra. Y el Codz Poop, de Kabah, también ilustra la misma idea, llevada al extremo.

 

Claude-François Baudez. Director de investigación honorario del Centre National de la Recherche Scientifique de Francia. Ha realizado investigaciones arqueológicas en Costa Rica, Honduras y México.

 

Baudez, Claude-François, “Los templos enmascarados de Yucatán”, Arqueología Mexicana 37, pp. 54-59.

 

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