Sección a. A la izquierda de esta sección se encuentra repetido 13 veces el último día de los cinco wayeb del año anterior, que en este caso es el día manik’ o <manik>.
En la escena encontramos que un hombre se viste como tlacuache o zarigüeya (ooch o uch). En vez de la mitra decorada con nudos y tiras largas de papel o tela usada por los figurantes zarigüeya de las tres páginas anteriores, lleva sobre la cabeza una serie de espirales enrollados que quizá correspondan a su cabello atado. De dicho atado enrollado surgen a su vez cuatro espirales o volutas mucho más delgados, semejantes a otros diseños que en el arte maya representan aroma, hálito o aliento. La zarigüeya sostiene con la mano izquierda un abanico y con la derecha un gran cetro-maraca, palo de lluvia o chicahuaztli, que termina en una mano. Se sabe que estos chicahuaztlis eran portados por sacerdotes que personificaban deidades de las tormentas y se utilizaban en ceremonias para producir lluvia. Los personificadores de zarigüeyas corresponden a los personajes que Landa (ca. 1566) llama <Uuayayab> y que en el códice se denominan Way Umam, seres relacionados con las fuerzas telúricas y pluviales que llegan en los días wayeb y cargan sobre sus espaldas el destino del año que está por empezar. Una bolsa de copal pende de la mano derecha del Way Umam, al tiempo que éste se desplaza sobre un way o cavidad acuática subterránea, concepto cercano a los cenotes (tz’ono’ot), pozos (ch’e’en) y a la entrada al inframundo o Metnal. Como dije antes, creo que Thompson (1972) tenía razón en pensar que se trata de ‘actores zarigüeyas’ o <ixtol och>, encarnaciones también de los dioses Ba’ Kaab o <Bacab>, pues la palabra <bacab> también significaba ‘actor, comediante’ o ‘representante’.
El verbo que se utiliza en los textos jeroglíficos acompañantes es taliiy, ‘ya había llegado de’. En la página que nos ocupa, el personificador zarigüeya adopta en su nombre la palabra cholana ik’, ‘negro, obscuro’ o ‘sucio’. Su cognada en maya yucateco es éek’ o eek’; en itzá es eek’ y en mopán ek’. Se trata del color asociado con el oeste, aunque la carga de la zarigüeya es el patrono del año nuevo que empieza por el norte (debería ser por el sur, pero ya expliqué que en estas secciones del códice parece haber información invertida). En este caso, la deidad cargada es Kiimil, numen de la muerte o dios A. El texto dice: taliiy […] Ik’ Way U[ma]m, Kiimil ukuch, cham[a]l, haabj[i]l […] ka’ ta […] wak pom, wak ch’aja[l] te’, ‘el Way Umam Negro ya había llegado de…, Kiimil es su carga, mortandad, año de […] dos en […] seis copales, seis bebidas de pinole’. Como parte de la escena aparece tres veces el jeroglífico winik, ‘veinte’, acompañado por el número 13. Davoust (1997) piensa que se trata del número 73 (3 x 20 + 13). Ya dije que en la Relación de Landa (ca. 1566) se mencionan ciertas cantidades de granos de maíz molido y tostado con incienso, usados para sahumar, arrojar a los braseros o preparar bebidas rituales en tales ceremonias. Es probable que estas alusiones numéricas pintadas en medio de las escenas se relacionen con esos ingredientes del ritual.
Erik Velásquez García. Doctor en historia del arte por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde imparte asignaturas sobre arte prehispánico y epigrafía maya. Investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, especialista en arte y escritura jeroglífica maya. Forma parte del equipo de profesores de los Maya Meetings de la Universidad de Texas, en Austin.
Velásquez García, Erik, “Página 28 (Escriba 4). Ceremonias de año nuevo”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 72, pp. 50-51.