Obsérvese que la lluvia sólo cae sobre el Chaak de la derecha, mientras que el de la izquierda está seco, lo cual quizá se relacione con lo que dice el texto: wi’nal(?) ta ha’[a]l, ‘hambruna con lluvia’. El otro jeroglífico incierto es el del singular hombre sentado, cuya lectura ignoro, pero tiene gran semejanza con otro signo que Stuart (2005) descifró como paat, ‘espalda’. Su cognada yucatecana, paach o pach, también significa espalda, pero al mismo tiempo ‘cabo, cosa final, última o postrera’. Como Thompson (1975) ha notado, los mayas yucatecos creían que existía un lugar ubicado en el oriente donde los dioses de la lluvia se reunían para comenzar a regar la tierra al principio de la época de lluvias. Dicho sitio se llama Chun Ka’an o ‘Fondo del Cielo’, lo cual parece aproximarse al nombre de Paat(?) Ka’an o Pat (?) Ka’an, ‘Cabo del Cielo’, descrito en este pasaje del Dresde. Paat también significa ‘espalda’ o ‘espinazo’, razón por la que quizá los dos Chaak de la escena se sientan espalda con espalda sobre el espinazo de una banda celeste.
El texto contiguo (k) dice lo siguiente: pa’ka’an[a]j Aak(?), Ahan(?) Chaak tz’ak[a]b, o’och(?), ‘Aak (?) partió el cielo, [el augurio son los dioses] Ahan(?) [y] Chaak, generación, alimento (?).’ Es decir, si Aak (?) quiebra el firmamento, predominarán los dioses del maíz y de la lluvia y habrá alimento. El primer bloque jeroglífico de esta cláusula es un sustantivo compuesto por los verbos pa’, ‘quebrar’ o ‘romper’, más el sustantivo ka’an, ‘cielo’, seguidos por un sufijo -aj, que verbaliza esta expresión (véase Lacadena, 2003): pa’ka’an[a]j, ‘él partió el cielo’, lo cual se aprecia claramente en la escena, donde un gran animal que he leído tentativamente como Aak(?), ‘Pecarí’, sale de una hendidura en la banda celeste, lo cual aparentemente se relaciona con la producción de lluvia que cae sobre el dios E o del maíz (Ahan [?]) sedente. Este último porta sobre la mano los jeroglíficos del tamal y del agua. El animal que desciende del cielo es una mezcla de pecarí con serpiente, mismo que Robert W. Willson (1924) apodó Bestia de Marte, a causa de que es el protagonista de la tabla de 780 días ubicada entre las páginas 43b y 45b del códice, cuyo ciclo se aproxima al periodo sinódico de ese planeta. Una parte de los mayistas favorece la idea de que ese animal se relaciona con el planeta Marte (v.gr. Bricker y Bricker, 1986; 2011; Justeson, 1989), mientras que otros somos escépticos (v.gr. Thompson, 1972; Love, 1995).
El t’o’ol que está a la derecha comienza con una cláusula dañada (l), pero lo que aún queda dice: … Bolon [Y]ookte’ k’uh… bu’ub sakab k’uh[ul] nal(?), ‘el dios Bolon Yookte’… [el pronóstico es] bu’ub, bebida ritual de masa de elotes (?) sagrados’. La deficiente comprensión de este texto obedece a que el verbo se ha borrado de la página, así como a la presencia de la palabra bu’ub, para la que no he podido hallar una entrada léxica adecuada en ese contexto (según Boot [2009] es ‘cilindro, columna’ o ‘concha’). Bolon Yookte’, ‘Nueve Pies de Palo’, es un dios inframundano de la riqueza, de la guerra, del conflicto y del sacrificio (Grofe, 2009), asociado con el mito de creación del mundo en el Vaso de los Siete Dioses o K2796 (finales del siglo viii). El Sol y la Luna están dentro de sendos signos de nam (?), ‘esconderse, salir de la vista’, mismos que aparecen bajo la banda celeste. Coincido con Love (2012) en que no aluden necesariamente a un eclipse, sino al ocultamiento de esos astros por las nubes. Una lluvia torrencial cae sobre K’uh, personificación de la sacralidad por excelencia. K’uh sostiene un tamal o tortilla sobre la mano derecha en señal de que su pronóstico es alimento.
Erik Velásquez García. Doctor en historia del arte por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde imparte asignaturas sobre arte prehispánico y epigrafía maya. Investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, especialista en arte y escritura jeroglífica maya. Forma parte del equipo de profesores de los Maya Meetings de la Universidad de Texas, en Austin.
Velásquez García, Erik, “Página 68 (Escriba 3). Números de serpiente y almanaques de 7 x 260; tabla de las estaciones”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 72, pp. 22-24.