Marisa Vázquez de Ágredos, Vera Tiesler, Arturo Romano Pacheco
Los mayas solían usar diversas fragancias en los tratamientos de sus difuntos. La aristocracia del periodo Clásico impregnaba la vestimenta y el envoltorio de sus muertos con diversos perfumes, que eran alimentos a la vez que medios adecuados de lustración póstuma.
La muerte es un hecho central, ineludible y conmovedor. Desde tiempos muy antiguos, para afrontarla y aceptarla se realizan ritos con significados culturales precisos y vinculantes a cada sociedad. El tratamiento póstumo del cuerpo con fragancias formó parte de esos ritos en las antiguas civilizaciones de Mesoamérica, entre ellas la maya. Francisco de Fuentes y Guzmán documentó el uso de aguas aromáticas entre los mayas pokom de Guatemala para purificar el cuerpo de los señores e imbuirlo de vitalidad anímica. Con ello, el cronista registraba la persistencia en tiempos coloniales de una práctica de origen prehispánico que continúa vigente entre las comunidades mayas actuales, en especial en poblaciones de Yucatán, Campeche, Chiapas y el Altiplano de Guatemala.
La fiesta de muertos es, a su vez, un escenario que permite identificar en algunas de estas poblaciones ciertas prácticas rituales que atestiguan el importante papel de los aromas en las costumbres funerarias. El lavado de los huesos de los antepasados que reposan en los osarios de los cementerios situados en la ruta del camino real de Campeche es una de esas prácticas, y es frecuente el uso de disoluciones aromáticas conseguidas al macerar en agua pétalos de diversas flores de agradable olor.
La integración de esta clase de datos de tipo etnográfico con los que aportan otras disciplinas científicas –como la etnohistoria, la antropología, la arqueología mortuoria y la arqueometría– ofrece, por vez primera, información precisa sobre los ingredientes y las recetas que fueron utilizados entre los mayas de la antigüedad para preparar perfumes de uso ritual y funerario. A ello contribuyen también la epigrafía y la historia del arte maya, las que permiten adentrarse en el terreno de los significados simbólicos y culturales de esas fragancias.
Ingredientes y recetas para la preparación de antiguos perfumes
La elaboración del perfume en la cultura maya se rigió por los mismos principios que fueron seguidos en otras civilizaciones de la antigüedad, cuando todavía se desconocía el procedimiento técnico que mucho tiempo después facilitaría la destilación de la sustancia base para la preparación del perfume moderno: el alcohol. En la receta de estos antiguos perfumes existían cinco ingredientes fundamentales: la fragancia, el excipiente aromático, el pigmento corporal, el astringente y el conservante. Las materias primas de las que se obtenía la fragancia fueron pétalos de flores, cortezas, semillas y raíces de intensa fragancia, cuya extracción, en todos los casos, fue posible por medio de prensado o maceración, a lo que ayudaba el uso de algún producto astringente. Se obtenían así aguas y extractos perfumados que debían precipitarse en un excipiente aromático de textura corpórea y untuosa, pues su principal finalidad era fijar el perfume en un medio con capacidad para ser extendido a modo de loción corporal, garantizando con ello una cierta durabilidad en la piel humana. Grasas y aceites, de forma destacada, pero también gomas y resinas, fueron los excipientes aromáticos que más se utilizaron en el mundo antiguo para fijar perfumes, y por lo general a ellos quedó ligado un segundo componente: el pigmento corporal. El resultado fue la obtención de ungüentos perfumados con propiedades cosméticas que aunaron color y aroma en un mismo producto, a cuya conservación contribuía la incorporación de sal a la receta, por su capacidad para restar humedad en esta clase de compuestos.
Los aromas mayas
Muchas y muy variadas fueron las flores que debieron utilizar los antiguos mayas para obtener esas aguas perfumadas mediante la técnica de la maceración. La selva proveía flores en riqueza y diversidad notable. Fray Diego de Landa (1997, pp. 139-140), en su crónica, destacó varias especies de flores por su agradable, intenso y perdurable olor: la blanca y morada flor de tixzula, las llamadas azucenas, la rosa ixlaul y otras de color blanco, amarillo y morado que crecían en el árbol del nicté, y la flor de kom. A ello hay que sumar las mencionadas por la misma razón en los diccionarios de la Colonia para la región de Yucatán, a la que se refirieron Guzmán y Landa en sus textos, entre ellas, y sólo por citar algunas de las de mayor fragancia, la ix ákab nic (especie de jazmín), la ix akab nic-te (Cestrum diurnum L., equivalente al galán de noche), la ix bac nic-te (especie de azucena), la zabac nic-te (Plumeria rubra L., conocida popularmente como flor de mayo), o distintas variedades de lirios de suave fragancia –como el rojo ix chac dzula o el blanco ix dzula–, muy representados en los tocados de los dignatarios mayas durante el Clásico Tardío.
No en vano, las semillas de muchas de estas flores del área maya fueron exportadas al Centro de México para ser plantadas en los jardines que disfrutaron los reyes y nobles mexicas. Las crónicas virreinales aludieron a la variedad de colores, texturas y aromas que percibía el que ingresaba en ellos, todo un espectáculo para los sentidos.
Es probable que las aguas perfumadas que los antiguos mayas obtuvieron de estas flores por maceración fueran de uso diario en la higiene de la realeza y la aristocracia, y se beneficiarían de sus propiedades terapéuticas y rituales en los temazcales o baños de vapor prehispánicos, donde debió ser frecuente el uso de lociones corporales a base de aceites aromáticos, portadores de principios activos de tipo curativo.
Marisa Vázquez de Ágredos. Licenciada en historia del arte (Universidad de Valencia), doctora en geografía e historia (Universidad de Valencia), doctora en historia del arte (Universidad Politécnica de Valencia). Profesora investigadora en la Universidad de Valencia. Se especializa en el estudio arqueométrico y cultural de los pigmentos y aromas de la antigua Mesoamérica.
Vera Tiesler. Maestra en arqueología (enah), doctorado en antropología (unam) y estudios en historia del arte, medicina y antropología física. Profesora investigadora de la Universidad Autónoma de Yucatán. Estudia la corporeidad, la vida y la muerte entre los mayas, así como los tratamientos póstumos del cuerpo.
Arturo Romano Pacheco (1921-2015). Maestro en antropología física por la enah y la unam. Profesor investigador emérito del inah y del Sistema Nacional de Investigadores. Fue director del Museo Nacional de Antropología.
Vázquez de Ágredos, Marisa, Vera Tiesler, Arturo Romano Pacheco, “Perfumando al difunto. Fragancias y tratamientos póstumos entre la antigua aristocracia maya”, Arqueología Mexicana núm. 135, pp. 30-35.
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