Roberto García Moll
Una vez que la agricultura se convirtió en el principal proveedor de alimentos de los pobladores de la cuenca se dio una serie de cambios profundos, como la sedentarización y el crecimiento demográfico, que establecieron las bases para el desarrollo de las sociedades que en los siglos siguientes hicieron de la región una de las más influyentes del México antiguo. Es por ello que a este periodo también se le conoce como Formativo.
En territorio mexicano, la Etapa Lítica, que comenzó con la llegada del hombre al continente americano, se prolongó por más de 30 000 años. Pero en las etapas siguientes los cambios se sucedieron con rapidez sorprendente. Las investigaciones arqueológicas han situado estos cambios, en las distintas regiones de México, entre 6800 a 2500 a.C.
En ese periodo el hombre continuó siendo nómada, pero con la particularidad de tener campamentos estacionales, establecidos de acuerdo con los ciclos de maduración de las plantas que recolectaba y de la migración de los animales. Los instrumentos líticos fueron entonces más especializados y mejor tallados, como las puntas de proyectil, empleadas en lanzadardos o átlatl, los raspadores, las raederas, los cuchillos y las navajas. En este lapso aparecieron también los artefactos de piedra pulida, morteros y vasijas, que permitieron transformar los granos en harina. Asimismo, se han localizado restos de redes, mantas, cestería y trampas para pequeños animales.
El rasgo más sobresaliente de esa época es el comienzo de la domesticación de algunas plantas, que resultaron esenciales para el desarrollo de las subsecuentes etapas culturales. Entre las más importantes se cuentan el maíz, la calabaza, el chile, el aguacate, el guaje, el zapote negro y el blanco, el amaranto, el frijol y el algodón. Entre los animales domesticados se encuentran el perro, presente desde el poblamiento mismo del continente, y más tarde el guajolote.
Todo esto llevó al surgimiento de la agricultura y, con ella, de cambios fundamentales en el comportamiento humano: se inicio la sedentarización y la construcción de aldeas, se dio un importante aumento de población, comenzó la producción masiva de cerámica y el intercambio de materias primas con otras regiones –para elaborar herramientas y adornos–, y se desarrolló un rico y complejo sistema funerario que denota una clara división del trabajo y, en consecuencia, una marcada estratificación social.
Preclásico Temprano (2500-1200 a.C.)
A partir del surgimiento de elementos culturales como la agricultura y la sedentarización, los cambios serían más rápidos y significativos, sobre todo si consideramos que el periodo anterior se prolongó por más de 30 000 años. Esos procesos tuvieron lugar de manera simultánea en la Cuenca de México y en el resto del área que más tarde formará Mesoamérica. Aunque sobre muchos de estos procesos evolutivos en la Cuenca de México, durante el Preclásico Temprano, la información es escasa, la situación es más clara si se complementa con la de otras zonas del México antiguo, como las de los actuales estados de Puebla y Morelos, o bien las regiones de la costa del Golfo y el Occidente de México. En la cuenca, la información de este periodo procede principalmente de Tlapacoya-Zohapilco, y más allá, de sitios como los de la región de Capacha en Colima, el Opeño en Michoacán, Ajalpan en Puebla, Pánuco en Veracruz, Puerto Marqués en Guerrero, y Tierras Largas y San José Mogote en Oaxaca.
García Moll, Roberto, “Preclásico Temprano y Medio (2500-400 a.C. Las primeras sociedades agrícolas”, Arqueología Mexicana núm. 86, pp. 34-39.
• Roberto García Moll. Arqueólogo. Investigador de la Dirección de Investigación y Conservación del Patrimonio Arqueológico, INAH. Presidente del Consejo de Arqueología, INAH.
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