Sahagún y el recinto ceremonial de Tenochtitlan

Eduardo Matos Moctezuma

 “Era el patio de este templo muy grande: tendría hasta doscientas brazas en cuadro. Era todo enlosado [y] tenía dentro de sí muchos edificios y muchas torres; de estas torres unas eran más altas que otras, y cada una de ellas era dedicada a un dios. La principal torre de todas estaba en medio y era más alta que todas, era dedicada al dios Huitzilopochtli o Tlacauépan Cuexcótzin. Esta torre estaba dividida en lo alto, de manera que parecía ser dos y así tenía dos capillas o altares en lo alto, cubierta cada una con un chapitel, y en la cumbre tenía cada una de ellas sus insignias o divisas distintas. En la una de ellas y más principal estaba la estatua de Huitzilopochtli, que también la llamaban Ilhuícatl xoxouhqui; en la otra estaba la imagen del dios Tláloc…”

Con estas palabras inicia fray Bernardino de Sahagún el apéndice II del libro II de su Historia general de las cosas de Nueva España, en donde nos relata la presencia de 78 edificios dentro de la gran plaza principal de Tenochtitlan. No ha faltado quien ponga en duda el número mencionado, agregando que el franciscano en ocasiones repite algunos de ellos. Puede ser. Lo que sí es cierto es que, hasta el momento, se han podido detectar arqueológicamente alrededor de 36 estructuras entre pequeños altares, edificios de regular tamaño y, desde luego, el principal templo de los mexicas. La referencia arriba mencionada corresponde a este último, el Hueyteocalli, pues bien sabemos de la importancia que esta estructura tenía para los mexicas como centro de su concepción universal.

Aquí queda de manifiesto, una vez más, el complemento obligado entre dos disciplinas que, a partir de su propia técnica investigatoria, nos aproximan de manera relevante al conocimiento del pasado en lo que se refiere al recinto ceremonial de Tenochtitlan. Por un lado, la etnohistoria nos allega la documentación escrita recabada por el cronista que recurre a distintos medios de información, y por el otro, la arqueología nos permite acceder, en su caso, al dato reseñado. De esto hemos dicho:

Lo anterior nos plantea un aspecto interesante: la presencia de dos ramas del conocimiento como son el dato escrito y la arqueología, que en un momento dado se complementan, si bien pueden llegar a constituirse en dos instancias metodológicas diferentes. Así tenemos que la primera de ellas nos proporciona información que por su carácter es producto de la apreciación personal del cronista, quien bien puede exagerar, distorsionar o por el contrario apegarse perfectamente a lo que observa y describe. Esta información escrita y pictográfica nos permite asentar hipótesis que solamente podrán confirmarse si tenemos a la vista lo descrito. Es aquí donde la arqueología está presente y juega un papel importante en el proceso de la investigación (Eduardo Matos Moctezuma, 1984).

De la cita anterior deviene una pregunta obligada: ¿qué validez tiene la información proveniente de cada una de estas disciplinas? En el caso de las fuentes escritas, hemos podido comprobar a través de la arqueología que lo dicho por algunos frailes en relación con el Templo Mayor de Tenochtitlan era correcto.

En efecto, las descripciones y pictografías que conocíamos del principal templo mexica se apegaban de manera impresionante al edificio una vez excavado. Veamos dos ejemplos: de la cita anterior de Sahagún podemos apreciar que se refiere, en primer lugar, a la gran plaza toda enlosada. En efecto, nuestras excavaciones encontraron varios pisos superpuestos, todos ellos hechos de losas de piedra. Del templo dice que estaba dividido en lo alto y parecían ser dos, además de la mención de las dos capillas en su parte superior. Es evidente aquí la referencia a las dos partes en que estaba dividido el edificio y a los adoratorios de Tláloc y Huitzilopochtli en la parte alta, de los cuales hace mención. Dentro de la misma descripción leemos más adelante cómo estaba orientado hacia el poniente, además de mencionar la presencia de la piedra de sacrificios, todo lo cual resulta cierto. A esto hay que agregar el dibujo de los Primeros Memoriales en el que el Templo Mayor se representa sobre una plataforma general, como realmente ocurre, con sus dos escalinatas para acceder a la parte alta, y en las alfardas vemos incluso, los “dados” que las adornan, así como las piedras ya mencionadas.

El otro ejemplo lo tenemos en la obra de fray Diego Durán. Además de sus descripciones, en el Códice Durán vemos varias pictografías del Templo Mayor muy apegadas a lo que fue este edificio, de las que hay que resaltar una de las pinturas, en donde se ven, en la parte equivalente a la gran plataforma general sobre la que se sustenta el edificio, dos serpientes colocadas una frente a otra. Antes de las excavaciones del Proyecto Templo Mayor, nos preguntábamos el porqué de estas figuras. La respuesta la encontramos al excavar esta parte del templo y encontrar, en efecto, dos serpientes demás de seis metros de largo cuyos cuerpos ondulantes están en los extremos de la plataforma, uno frente al otro. Cabe agregar que contamos con otras pictografías de códices como el Aubin, el Telleriano-Remensis, el lxtlilxóchitl, etc., en las que por lo general el Templo Mayor está expresado con apego a la realidad. En cuanto a la arqueología, de una buena técnica excavatoria va a derivarse una buena y confiable información. ¡Cuántas veces vemos que una excavación es puesta en duda por la falta de rigor en la obtención del dato…!

Ahora bien, la confianza en las fuentes históricas (con la prudencia debida), especialmente las de los frailes cronistas, se debe a que trataron de apegarse lo más posible a lo que veían o les relataban y tuvieron buen cuidado de dejar constancia de los antiguos rituales y costumbres, pues no querían verse engañados por los indígenas, quienes se las habían ingeniado para colocar a sus dioses entre los muros de las iglesias cristianas que construían, como sabemos que ocurrió.

Así, los frailes advertirían de inmediato en qué momento estaban ante un ritual cristiano o cuándo se trataba de un antiguo ritual indígena. El prólogo de Sahagún a su Historia general de las cosas de Nueva España es claro al respecto.

 

Eduardo Matos Moctezuma. Maestro en ciencias antropológicas, especializado en arqueología. Fue Director del Museo del Templo Mayor, INAH. Miembro de El Colegio Nacional.

Matos Moctezuma, Eduardo, “Sahagún y el recinto ceremonial de Tenochtitlan”, Arqueología Mexicana, núm. 36, pp. 22-31

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