Tula

Escritura en el Posclásico Temprano del México central

Por: Jesper Nielsen y Elizabeth Jiménez García

 

Cualquier intento de comprender la historia y desarrollo de la escritura en el Centro de México durante el Posclásico Temprano debe considerar que Tula representa una etapa importante, con frecuencia olvidada, entre el Epiclásico y el uso de la escritura entre los pueblos del Posclásico del Altiplano, mucho mejor documentada.

El análisis de las inscripciones de Tula se limita a un corpus pequeño de textos fragmentarios y muy breves. Sin embargo, como aquí mostraremos, es suficiente para identificar algunos elementos constitutivos básicos, semejantes a los que encontramos en textos del Clásico en Teotihuacan y que continuaron en la escritura del náhuatl del Posclásico.

Aunque debemos asumir que el sistema de escritura del Posclásico Temprano se usó en varios sitios (como Ixtapatongo y Tepetzinco) en el periodo de 900-1200 d. C., la evidencia disponible procede casi exclusivamente del sitio de Tula, Hidalgo. Sabemos, y es relevante, que Tula fue también asiento de una comunidad importante durante el Epiclásico, como evidencian los hallazgos de las excavaciones arqueológicas de la parte del sitio conocida como Tula Chico. Éstos incluyen lo que se ha descrito como “motivos de media estrella de Venus”, que se pueden interpretar como signos de montaña estilizada con una estrella integrada, que probablemente representen el topónimo “Montaña Estrella”, que también se encuentra en textos del Clásico Temprano en Teotihuacan. También se encontró un ejemplo del signo calendárico del año caña del Epiclásico (llamado ojo de reptil en la literatura temprana) en una piedra reutilizada en el sistema de desagüe del Palacio de Quetzalcóatl en Tula Grande. En El Cerrito (Querétaro), importante sitio del Epiclásico y del Posclásico Temprano, se ve algo semejante. Aún no se han excavado muestras de escritura del Posclásico Temprano en El Cerrito, pero creemos que existieron y están por descubrirse, ya que en el lugar hay textos del Epiclásico Tardío.

Fechas y nombres de individuos
En esta breve contribución nos concentraremos en tres tipos de información textual documentados en Tula. El corpus a la fecha consta de alrededor de 20 textos y casi todos fueron hallados en fragmentos de tableros, frisos, pilares y estelas. (los textos de Ixtapatongo y Tepetzinco son además petroglifos labrados directamente sobre la roca). En casi todos los casos, el texto glífico se combina con representaciones iconográficas que proporcionan los nombres personales o títulos de individuos importantes o la fecha de algún acontecimiento histórico específico. Cada texto es muy breve y lo común es que sólo contenga información calendárica o el nombre o título del individuo. En esto, la escritura del Posclásico Temprano no es fundamentalmente diferente de las etapas anteriores o posteriores de la escritura del Centro de México, pero en este momento carecemos de evidencia sobre topónimos o posibles expresiones verbales.

Analicemos algunos ejemplos de cada categoría, comenzando con las fechas calendáricas. La primera aparece junto a una figura humana recostada en una lápida. El signo calendárico, colocado en un cartucho, es caña y debajo está el número 9, compuesto por una barra y cuatro puntos. La fecha 9 caña es una de las más frecuentes que se documentan en Cacaxtla y Xochicalco, y como caña es uno de los cuatro portadores del año usados desde el Clásico Temprano hasta el Posclásico Tardío, la fecha 9 caña de Tula se refiere a un año específico, y posiblemente sea el año cuando se celebró el fin del periodo de 52 años. Es interesante que la figura sostenga un bulto o un objeto parecido a un bastón, de cuyo extremo sale humo o una flama justamente debajo de la fecha. Otros portadores del año se han documentado en relieves de Tula y La Nopalera (cerca de Tula Grande). Éstos muestran individuos apoyados en bastones, mientras llevan el glifo del año con un mecapal. Por otros ejemplos similares sabemos que los portadores del año siempre lo llevan de esa forma. Si el primer ejemplo parece referirse a 10 caña o 10 pedernal, el segundo nunca se terminó, pero el número que le acompaña probablemente debía ser mayor que 2, indicado con dos puntos. Un tercer y último ejemplo está en otro fragmento de lápida que muestra la parte inferior de un individuo de pie. Junto a las piernas está la fecha 2 conejo o 2 perro –el signo no es claro del todo. El signo del día aparece sin el cartucho característico, por lo cual lo más probable es que represente el nombre de alguien, referido al calendario de 260 días.

Los nombres personales y títulos se encuentran grabados en los cuatro pilares de piedra situados en la cima de la Pirámide B. Los pilares muestran a individuos destacados que portan lanzaderas y dardos; sus penachos de plumas y mosaicos sugieren que se trata de miembros destacados de las elites de Tula, tal vez los gobernantes mismos. Los signos glíficos colocados ya sea arriba del tocado o con la intención de representarlos como parte del tocado distinguen a un individuo del otro. Es común en todas las tradiciones escriturales de Mesoamérica el colocar los glifos toponímicos cerca de la cabeza de la persona que identifican o incluirlos en sus tocados. Las representaciones de las figuras humanas enfatizan sus armas y pertrechos y no tienen rasgos faciales diferenciados. Por lo tanto, los glifos que los distinguen corresponden a títulos, rangos o puestos específicos, que indican tal vez sus nombres, como anotó Janet Berlo en su estudio esencial de los sistemas de escritura del Centro de México. Estos ejemplos de Tula también prefiguran la forma en que los mexicas plasmaban los nombres de sus gobernantes, como se puede ver en ejemplos de los Primeros Memoriales y en el Códice Mendoza.

Investigadores anteriores han notado que hay representaciones parecidas de individuos de alto rango con sus nombres escritos con glifos no mayas sobre la cabeza en Chichén Itzá (en Yucatán, a 1,124 km de distancia). Es digno de mención el que éstos aparezcan en los pilares del frente del Templo de los Guerreros, estructura que tiene varios rasgos en común con la Pirámide B de Tula. Los contactos entre el Clásico Terminal y el Posclásico Temprano maya con las culturas del Altiplano Central mexicano han sido señalados desde tiempo atrás, en particular las muchas similitudes en la iconografía y la arquitectura de Chichén Itzá, Tula y El Cerrito. Es interesante que en Chichén Itzá encontremos ejemplos de escritura tanto del Epiclásico como del Posclásico Temprano del Centro de México, lo cual es un indicio claro de una interacción larga e intensa entre ambas regiones.