San Miguel Ixtapan, en la región suroeste del estado de México, se caracteriza por tener veneros de agua salada que fueron aprovechados por sus habitantes desde la época prehispánica para la obtención de sal, proceso que se ha prolongado durante siglos. En el Recinto de las Esculturas, un contexto arqueológico de gran riqueza simbólica, de entre 700 y 850 d.C., posiblemente está plasmada una diosa de la sal. En la región norte del estado de Guerrero se tiene registro histórico de producción de sal en tres lugares: Tzicaputzalco, Alahuiztlan y Oztuma: “sacan el agua y la echan encima de unas losas que tienen cercadas de un borde de tres dedos en alto, hecho de un betún de trementina… y cada día van cebando las losas con la dicha agua, y, en tiempo de seca, está cuajada en siete días (Relaciones geográficas del siglo XVI).
En esa misma región, pero del lado sur del estado de México, se localizaban las salinas de Tonatico, poblado que se encontraba en una zona fronteriza que se disputaban tarascos y mexicas durante el Posclásico. La querella por el control y uso de este producto se resolvió cuando los mexicas sometieron a la provincia de Ocuilan, integrada por Tenantzinco, Tecualoyan, Tonatiuhco, Coatépec y Cincózcac, a quienes se exigía la tributación de 2 000 “panes” de sal cada seis meses.
En San Miguel Ixtapan, situado a 90 kilómetros de Tonatico y también en la región de conflicto entre tarascos y mexicas, se ha constatado la presencia arqueológica mexica en ofrendas funerarias, y probablemente a ella se deban los abundantes topónimos en náhuatl que actualmente sobreviven, aunque se desconoce si el poblado fue sometido por los mexicas o si fue su aliado. Tampoco se conoce la extensión que abarcaba el comercio de la sal que producían. Sin embargo, la técnica inmemorial prevalece debido a que es un producto apreciado por su color, textura, sabor, así como por su integración en los mercados locales.
San Miguel Ixtapan y la sal
Las investigaciones arqueológicas en la tierra caliente del estado de México indican que desde hace 1 000 años los pobladores de esta comunidad “cultivan” sal. Actualmente obtienen una sal artesanal que se consigue utilizando dos tipos de infraestructura: “patios” (cuadros de cemento de un metro cuadrado) y “poches” (recipientes tradicionales fabricados con lajas de piedra con un borde de trementina, es decir, resina de ocote). En ambas, la técnica de obtención es la misma: evaporación solar.
La producción de sal se trabaja por temporada, desde enero hasta mayo, y finaliza con el advenimiento de la temporada de lluvias. Los salineros laboran en los parajes que se encuentran distribuidos a lo largo de cinco kilómetros en las riberas de los ríos Aquiagua y San Felipe.
El proceso para obtener la sal en los parajes Huiztallo y San Francisco es el siguiente: 1) Extracción de salmuera del pozo-manantial. 2) Sedimentación: primer vaciado del agua con salmuera al tecajete, que es otro pozo (cuatro días en reposo); después, esta misma salmuera se pasa a otro tecajete hasta que clarifique. 3) Acarreo y vertido: consiste en transportar el agua que ya ha sido sedimentada hacia las terrazas para vaciar el líquido en los poches o patios. 4) Evaporación: el salinero debe repetir por cuatro días el acarreo y vertido (en menores cantidades), lo cual ayuda a la precipitación del mineral. 5) Raspado: después de la evaporación, la sal es amontonada en cada uno de los patios o poches. 6) Escurrido: la sal se junta en un cesto de mimbre (chiquihuite) para terminar de filtrar el agua. 7) Secado: la sal es extendida en superficies planas para que al final del día sea almacenada en costales. El resultado es una sal de grano, limpia, muy blanca y que por su sabor se utiliza para sazonar platillos, para la venta e intercambio de mercancías (trueque) e incluso para la conservación de alimentos.
Marco Antonio de León Cortés. Licenciado en arqueología por la Universidad Autónoma del Estado de México. Colaborador del Proyecto Teteles de Santo Nombre, Dirección de Estudios Arqueológicos, INAH.
Víctor Ángel Osorio Ogarrio. Estudió arqueología. Coordinador del museo y la zona arqueológica de San Miguel Ixtapan.
Osorio Ogarrio, Víctor Ángel y Marco Antonio de León Cortés, “Una posible diosa prehispánica en San Miguel Ixtapan, Tejupilco”, Arqueología Mexicana, núm. 158, pp. 46-51.
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