Y todo esto pasó con nosotros

El cerco a las ciudades mexicas duró entre 75 y 90 días 

Eduardo Matos Moctezuma

Epílogo

Conforme a los datos que han llegado hasta nosotros mediante diversas crónicas, tanto indígenas como españolas, el cerco a las ciudades mexicas duró entre 75 días o alrededor de tres meses en los que los combates se dieron sin tregua alguna. Si un día había un avance significativo de uno de los bandos, al día siguiente se recuperaba lo perdido. La guerra fue de tal magnitud que yacían cuerpos por todas partes. Acudimos una vez más a Hernán Cortés, que en su tercera carta de relación da noticias al rey de España:

…que, según pareció, del agua salada que bebían, y de la hambre y mal olor, había dado tanta mortandad en ellos, que murieron más de cincuenta mil ánimas. Los cuerpos de los cuales, porque nosotros no alcanzásemos su necesidad ni los echaban al agua, porque los bergantines no topasen con ellos, ni los echaban fuera de su conversación, porque nosotros por la ciudad no los viésemos; y salí por aquellas calles en que estaban: hallábamos los montones de los muertos, que no había persona que en otra cosa pudiese poner los pies… (Cortés, s.f., I)

En esta descripción leemos cómo Cortés achaca a otras calamidades la mortandad de gentes y, aunque en parte muchos fallecieron por la estrategia de Cortés, la verdad es que muchos murieron en los combates, según lo señala Fernando de Alva Ixtlixóchitl en su “Relación de la venida de los españoles y principio de la ley evangélica”:

Duró el cerco de México, según las historias, pinturas y relaciones, especialmente la de D. Alonso Axayaca, ochenta días cabalmente. Murieron de la parte de Ixtlilxúchitl [capitán tlaxcalteca que apoyaba a Cortés] y reino de Tezcoco, más de treinta mil hombres, de más de doscientos mil que fueron de la parte de los españoles, como se ha visto; de los mexicanos murieron más de doscientos cuarenta mil, y entre ellos casi toda la nobleza mexicana… (Alva Ixtlixóchitl, en Sahagún, 1956, IV, p. 226).

Pienso que los números que maneja don Fernando son un tanto exagerados. Acudamos ahora a una fuente indígena que también se refiere a lo mismo. Se trata del “Relato de la conquista” o “Anónimo de Tlatelolco”, escrito en 1528, a siete años después del triunfo peninsular sobre las huestes mexicas. Dice así:

Así las cosas, finalmente, contra nosotros se disponen a atacar. Es la batalla. Luego llegaron a colocarse en Cuepopan y en Cozcacuahco. Se ponen en actividad con sus dardos de metal. Es la batalla con Coyohuehuetzin y cuatro más.

Por lo que hace a las naves de ellos, vienen a ponerse en Texopan. Tres días es la batalla allí. Vienen a echarnos de allí. Luego llegan al Patio Sagrado; cuatro días es la batalla allí.

Luego llegan hasta Yacacolco: es cuando llegaron acá los españoles, por el camino de Tlilhuacan.

Y esto fue todo. Habitantes de la ciudad murieron dos mil hombres exclusivamente de Tlatelolco. Fue cuando hicimos los de Tlatelolco armazones de hileras de cráneos (tzompantli). En tres sitios estaban colocados estos armazones. En el que está en el Patio Sagrado de Tlilan (Calco: “casa negra”) es donde están ensartados los cráneos de nuestros amos (españoles).

En el segundo lugar que es Acacolco, también están ensartados cráneos de nuestros amos y dos cráneos de caballo.

En el tercer lugar que es Zacatla, frente al templo de la mujer (Cihuacóatl), hay exclusivamente cráneos de tlatelolcas.

Y así las cosas, vinieron a hacernos evacuar. Vinieron a estacionarse en el mercado.

Fue cuando quedó vencido el tlatelolca, el gran tigre, el gran águila. El gran guerrero.

Con esto dio su final conclusión la batalla.

Fue cuando también lucharon y batallaron las mujeres de Tlatelolco lanzando sus dardos. Dieron golpes a los invasores; llevaban puestas insignias de guerra; las tenían puestas. Sus faldellines llevaban arremangados, los alzaron para arriba de sus piernas para poder perseguir a los enemigos.

Fue también cuando le hicieron un doselete con mantas al capitán allí en el mercado, sobre un templete. Y fue cuando colocaron la catapulta aquí en el templete.

En el mercado la batalla fue por cinco días.

Y todo esto pasó con nosotros. Nosotros lo vimos, nosotros lo admiramos; con esta lamentosa y triste suerte nos vimos angustiados (“Relato de la Conquista”, “Anónimo de Tlatelolco”, en Sahagún, 1956, IV, pp. 177-178).

Imagen: Izquierda: Asedio y conquista de México-Tenochtitlan. Lienzo de Tlaxcala. Digitalización: Raíces. Derecha: El padre Bartolomé de Olmedo fue un misionero, de la orden de la merced, que participó como evangelizador, apoyo espiritual y mediador en diversos episodios de la conquista. Solís, Historia de la conquista de México..., 1783-1784, t. II, p. 381. Ilustración: José Antonio Ximeno; Foto: Fondo Antiguo de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla.

 

Eduardo Matos Moctezuma. Maestro en ciencias antropológicas, especializado en arqueología. Fue director del Museo del Templo Mayor, INAH. Miembro de El Colegio Nacional. Profesor emérito del INAH.

Matos Moctezuma, Eduardo, “Epílogo”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 93, pp. 56-63.