Los personajes del mito son los dioses proteicos que a partir de sus aventuras adquirieron las peculiaridades suficientes para formar de sí mismos la diversidad de las criaturas mundanas. La tradición mesoamericana dotó a sus divinidades de características demasiado propias, entre ellas la facultad de dividirse de tal manera que de un dios podían surgir dos o más muy diferentes entre sí. También era posible que dos o más dioses, en vía opuesta, se unieran para formar uno solo. Son éstas las facultades de fisión y fusión que tanto desconciertan a quienes se inician en el estudio de las creencias religiosas mesoamericanas. Uno de los casos más frecuentes es la fisión de una persona divina en dos, ya para producir gemelos, ya para constituir una pareja conyugal. Otra facultad es el cambio de persona divina según el desarrollo de sus acciones. El Sol tenía una personalidad al surgir por el oriente, otra cuando se encontraba en el cenit, otra cuando moría en el poniente y otra más cuando se encontraba en la Región de la Muerte. Lo mismo sucedía con las divinidades del maíz, que iban cambiando de poder y de aspecto conforme obraban en la maduración de la planta. Habría que agregar la figuración de los dioses, a los que se atribuyen distintas formas corporales. Además, las fuentes documentales antiguas nos hablan de la posibilidad de los dioses de tomar, a su gusto, formas de diversas criaturas cuando visitaban el mundo. Es una forma de nahualización que se ejemplifica con la posesión de cuerpos de seres humanos, de coyotes, de monos, de zorrillos o de otros animales, e incluso terribles figuras fantasmales que se aparecían de noche a los hombres.
Por si lo anterior no fuese suficiente para hacer tan variables a los personajes míticos, hay que sumar su diversidad según la naturaleza de las aventuras. Una será la personalidad de la Luna si el mito desea exponer por qué brilla en el firmamento; otra, si el relato dice por qué su luminosidad es inferior a la del Sol, o por qué carece de la regularidad de éste, o por qué tiene fases, o por qué se ve un conejo en su rostro, y en cada caso la multiplicidad de versiones afectará la naturaleza del personaje.
Alfredo López Austin. Doctor en historia. Investigador emérito del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM.
López Austin, Alfredo, “Ye íxquich”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 92, pp. 77-80.