El Cenote Sagrado, Chichén Itzá, Yucatán

Debido a que la superficie caliza de la península de Yucatán absorbe rápidamente el agua de lluvia, en esta región la mayoría de las corrientes son subterráneas. El único acceso al agua fresca eran las cuevas y los cenotes, oquedades formadas por el debilitamiento y derrumbe de la superficie. Los mayas llamaban a estos pozos naturales ts’onot, palabra que, transformada por los españoles, derivó en cenote. Los cenotes eran considerados sitios sagrados, lugares de comunicación con las deidades del agua, y los ritos en que se arrojaban ofrendas al fondo de ellos incluían el sacrificio humano. Uno de los rasgos distintivos de Chichén Itzá son los cenotes, y entre ellos destaca, en el centro de esta antigua ciudad, el Cenote Sagrado, también conocido como Cenote Chenkú o Cenote de los Sacrificios, nombre este último debido a relatos del siglo XVI que aseguraban que en él se arrojaban mujeres vírgenes, que según una profecía algún día retornarían vivas. El cenote tiene 60 m de diámetro y el espejo de agua se encuentra a 22 m; la máxima profundidad del cenote es de 13.50 metros. En él se han recuperado gran cantidad de objetos arqueológicos y restos humanos. El uso del cenote para ritos y sacrificios tuvo lugar principalmente en el Clásico (800 d.C.-1100 d.C.) y el Posclásico (1100 d.C.-1550 d.C.). El primero se asocia con el esplendor de Chichén Itzá y el segundo representa el uso del Cenote Sagrado como un lugar de culto y peregrinaje.

Ofrendas

Los objetos arqueológicos recobrados en las aguas del Cenote Sagrado revelan que se trataba de piezas elaboradas ya sea en el norte de la península de Yucatán o en regiones distantes de México: Guatemala, Costa Rica, Panamá y el suroeste de Estados Unidos. Los objetos fueron arrojados como resultado de prácticas rituales asociadas con los individuos sacrificados; los restos esqueléticos corresponden a personas que murieron en tierra y que posteriormente fueron arrojadas a las aguas del cenote. Además, los estudios de los restos óseos confirman que los sacrificados a las aguas del cenote más importante de Chichén Itzá fueron tanto hombres como mujeres de diferentes edades.

Objetos

En vista de que hacia el siglo VIII aún no se fabricaban objetos de oro en Mesoamérica, es posible suponer que para ese entonces los objetos de este metal provenían de la parte baja de Centroamérica, y de más al sur. Probablemente en el siglo IX algunos de los primeros cascabeles de oro fundido llegaron a Chichén Itzá por el puerto de la Isla Cerritos, 60 km al norte de la ciudad. Los cascabeles de oro y miles de cascabeles de cobre arrojados en el cenote fueron parte de atuendos de soldados, que los usaban en los tobillos. De hecho, una primera fase identificable de ofrendas en el cenote refleja un culto guerrero. En este tiempo se ofrendaron también algunas lanzas de madera con una punta de pedernal o de calcedonia, que semejan una especie de bastón de defensa, como los que portan los guerreros que se ven en las relieves de Chichén Itzá.

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Tomado de Chichén Itzá, Yucatán, México. Guía de zona arqueológica.