Edith Yesenia Peña Sánchez
La cocina hñähñü u otomí del Valle del Mezquital, Hidalgo, es resultado de una compleja interacción de condiciones ecológicas, bioculturales y sociohistóricas, que sus descendientes contemporáneos atesoran a través de un sentido de sobrevivencia ante la dominación y el mestizaje. Los alimentos obtenidos de su entorno ecológico se conciben como propios del ser hñähñü, como un elemento que caracteriza a su cultura, como un ejemplo del equilibrio e interacción que sus antepasados lograron con la naturaleza.
La cocina de los pueblos indígenas es un ejemplo del profundo conocimiento y aprovechamiento integral de los recursos naturales relacionados con su ciclo de vida. Esto se refleja en códices, vestigios arqueológicos y testimonios etnográficos, que expresan sus formas particulares de percibir, relacionarse e integrar la gran biodiversidad de sus entornos a la práctica culinaria, para generar platillos y bebidas en los que se han plasmado sus estrategias de adaptación frente a las situaciones y contextos de una historia dinámica interiorizada en la memoria y costumbres alimenticias. Así, la relación hombre-naturaleza-sociedad no sólo puede interpretarse como la capacidad de adaptarse y organizarse, sino como un esfuerzo por mantener la tradición como herencia y también como práctica encaminada a la acción social y al desarrollo de nuevas creaciones.
La cocina hñähñü u otomí del Valle del Mezquital, Hidalgo, tiene estas características, aunque con variaciones ya que es resultado de una compleja interacción de condiciones ecológicas, bioculturales y sociohistóricas, que sus descendientes contemporáneos atesoran a través de un sentido de sobrevivencia ante la dominación y el mestizaje. Los alimentos obtenidos de su entorno ecológico se conciben como propios del ser hñähñü, como un elemento que caracteriza a su cultura, como un ejemplo del equilibrio e interacción que sus antepasados lograron con la naturaleza y heredaron a los hñähñü a través de un saber que conjunta el conocimiento de los ciclos de vida de las plantas, la interacción entre los animales y los humanos con las fuerzas vitales, el aprovechamiento de éstos como acuerdo o estrategia, y la libertad creativa para obtener los alimentos, prepararlos, presentarlos y consumirlos. Es decir, la alimentación forma parte integral de la cosmovisión hñähñü. Ejemplo de ello es el mito del origen del pulque en el Valle del Mezquital, que es recuperado por Jesús Salinas Pedroza (1983, p. 115) y muestra cómo el metoro (roedor grande de color amarillo y blanco, sin cola) enseña al humano la manera de obtener aguamiel y calmar su sed:
La gente antes decía que ésta (el metoro) era la rata que en el principio les enseñó a raspar el maguey por el aguamiel. La gente no sabía hacer el pulque ni beberlo. Se dice que unas personas andaban por el campo y vieron un maguey con un hoyo. Tenía un hoyo en el centro y contenía un líquido. Posiblemente tenían sed. De todos modos uno de ellos probó el líquido que encontraron. Se dio cuenta de que era dulce y lo tomó todo. En aquel tiempo había muchos magueyes con mucha aguamiel. Estas personas querían saber quién había hecho el hoyo: es decir, quién lo había limado. Miraron alrededor y vieron que una rata de campo llegaba a beber el aguamiel también.
Peña Sánchez, Edith Yesenia, “La cocina hñähñü. Entre el árbol de las maravillas, insectos, pájaros y tlacuaches…”, Arqueología Mexicana núm. 111, pp. 32-36.
• Edith Yesenia Peña Sánchez. Investigadora de la DAF, INAH. Doctora en ciencias antropológicas, miembro del SNI nivel 1. Sus líneas de investigación son antropología de la salud y antropología de la sexualidad. Ha realizado investigaciones en el Valle del Mezquital, Hidalgo, sobre alimentación, nutrición, prácticas curativas y cosmovisión.
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