Como consecuencia de los cambios en la concepción de que la evidencia principal sobre el pasado era la documentación histórica, fue que la información arqueológica era cada vez más importante a medida que uno se adentraba al pasado, y que en ocasiones era la única. El descubrimiento del “hombre de Tepexpan” (1946) llevó a ampliar el concepto de la profundidad temporal de la historia de México. Independientemente que después se haya demostrado que su antigüedad no era de 10000 años, sino quizá de 2 000, esto generó el interés de investigar quiénes eran los que habían ocupado México en el pasado remoto y de dónde habían llegado. Se sabía que hace muchos miles de años el medio ambiente era muy distinto del actual; en consecuencia, era necesario conocer el medio ambiente del pasado remoto para poder explicar la forma de vida de aquellos antiguos pobladores, que eran nómadas y dependían de la explotación de recursos naturales, plantas, animales y minerales, para vivir. Para ello se crearon grupos de expertos en campos como la botánica, la zoología, la química, los estudios de suelos y otros, que permiten obtener información acerca de esos medios ambientes hoy desaparecidos.
En esta etapa se desarrollaron medios de fechamiento del pasado ajenos a las concepciones geológicas, como la estratigrafía, que eran los que básicamente se habían usado. Estas nuevas técnicas dependían de las ciencias físicas y naturales, inicialmente de los conocimientos de la física nuclear; de aquí deriva la técnica de fechamiento por radio carbono propuesta por Willard F. Libby (949), que es actualmente la manera más común de obtener una fecha calendárica, a la cual hay asociado un margen de error estadístico. En 1968 hubo una reacción social en muchos países, que cuestionaba las organizaciones de la sociedad, los conceptos ideológicos anteriores y deseables, basados estos últimos fundamentalmente en un concepto filosófico-ideológico deriva-do del materialismo histórico. Los acontecimientos implicaron una evaluación, en muchos aspectos, de lo que sería el futuro de la sociedad de México y su posición acerca del patrimonio cultural.
Joaquín García-Bárcena, “VI. Historia de la Arqueología. La etapa de la posrevolución (1939-1968). Primeras décadas del INAH”, Arqueología Mexicana, núm. 57, pp. 8-15.
Joaquín García-Bárcena. Arqueólogo e ingeniero químico. Miembro fundador del Comité Científico-Editorial de esta revista.
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