El uso prehispánico de los chiles en Chiapas
Emiliano Gallaga Murrieta, Terry G. Powis, Richard Lesure, Louis Grivetti, Heidi Kucera, Nilesh W. Gaikwad, Roberto López Bravo
El presente artículo aborda los inesperados resultados obtenidos, producto de una investigación para identificar presencia química de cacao (Theobroma cacao L.) y su consumo temprano por los mayas en la época prehispánica, en vasijas cerámicas de Chiapa de Corzo, Chiapas. Del cacao no se encontró el más mínimo rastro, pero sorpresivamente se obtuvo presencia química de la especie Capsicum, mejor conocida como chile.
Si hay algo que caracteriza a la comida mexicana es su sabor picante, sus salsas, sus sabores exóticos. El chile, tan característico de la cultura mexicana, es parte de nosotros, y se consigue en todos lados y cada casa que se jacte de ser mexicana tiene los suyos, ya sea frescos, secos, en polvo, en salsas, o hasta en planta. Es tan natural en nuestras cocinas, que nadie se pregunta desde cuándo fue incorporado a ellas.
Al llegar al Nuevo Mundo, Cristóbal Colón probablemente fue uno de los primeros europeos que se encontró con unos frutos de la especie Capsicum, a los que se llamó “pimientos”, ya que tenían un sabor picante sin paralelo en Europa en ese momento. Poco tiempo después, los chiles se usaban en los platillos preparados en España y Portugal, y su uso culinario pronto se esparció por toda Europa y Asia. Si bien los chiles tenían un gran significado en la cultura culinaria del Nuevo Mundo, los datos sobre su relevancia en tiempos tempranos, especialmente en Mesoamérica, son escasos.
El género Capsicum es una especie autóctona del Nuevo Mundo e incluye entre 20 y 30 especies silvestres y cinco taxa domesticadas, que son: C. annuum, C. baccatum, C. chinense, C. frutescens, y C. pubescens. De estas cinco, C. baccatum y C. chinense fueron inicialmente domesticadas en la parte norte de Sudamérica, mientras que las tres especies restantes, C. annuum, C. frutescens, y C. pubescens, muy probablemente fueron domesticadas en México o en la parte norte de Centroamérica.
En lo que respecta a la evidencia de chiles en Sudamérica, algunos investigadores han identificado granos de almidón de Capsicum en artefactos, en piedras de moler y en vasijas de cocina recolectadas en los pisos de casas de Loma Alta y Real Alto, dos villas tempranas (con cerca de 6 000 años de antigüedad) en el sureste de Ecuador. Estos restos microfósiles son algunas de las evidencias fechadas más tempranas de chile en el Nuevo Mundo. Posteriormente, se identificaron frutos tempranos de C. baccatum y C. chinense en dos sitios costeros de Perú, Huaca Prieta y Punta Grande, con una antigüedad cercana a los 3 800 años.
En Mesoamérica, Perry y Flannery identificaron tentativamente unos tallos de chile, posiblemente de una especie silvestre de unos 8 000 años de antigüedad en la cueva de Guilá Naquitz, en Oaxaca, México. Evidencia más convincente fue localizada en la cueva de Coxcatlán, en el Valle de Tehuacán, con 6 000 años de antigüedad. Posteriormente, en las excavaciones de los túneles realizados debajo de la Pirámide del Sol, en Teotihuacan, los arqueólogos identificaron restos macrofósiles de Capsicum mezclados en la tierra usada en los rellenos de la pirámide fechados entre 150-250 d.C., tierra que muy posiblemente provenía de las inmediaciones de la gran urbe; sin embargo, desconocemos si estas evidencias de chile representan especies silvestres o cultivadas ex profeso por los teotihuacanos. Más recientemente, los arqueólogos Minnis y Whalen reportaron la primera evidencia de chile cultivado de la especie C. annuum, aunque no en Mesoamérica sino en un sitio cercano a Paquimé, Chihuahua, fechado entre 1200-1450 d.C.
En contraste con estos descubrimientos, la identificación de chiles en el área maya ha sido aún más esporádica. Basados en la evidencia arqueológica y lingüística, Colunga-García Marín y Zizumbo-Villarreal han establecido que el chile fue cultivado por lo menos a partir de 1700 a.C. o incluso antes. En los idiomas yucatecos chile se dice /ik/, mientras que en los cholano-tzeltalanos se dice /ich/. A estos vocablos se le incorporaba <yi> y <chi> para escribir /yich/ “su chile (de él/ella)” o <’i-chi-li> para escribir /ichil/, que puede traducirse como “chile de…”, “picoso” y una forma del plural “chiles” (fig. 1) (Guillermo Kantun, comunicación personal, 2014). Arqueológicamente, la evidencia más temprana de chile en la zona maya hasta esta publicación proviene de unos depósitos de la fase II (1000-400 a.C.) en Cuello, al norte de Belice. Esta evidencia, sin embargo, es bastante ambigua ya que sólo se identificó una sola semilla de especie Capsicum recuperada en una muestra de flotación. Sin embargo, la evidencia arqueológica relacionada con chile más sólida reportada hasta el momento proviene de unas semillas carbonizadas, pedúnculos y cáscaras de C. annuum de Joyas de Cerén, El Salvador, localizadas en gran abundancia en áreas de almacenamiento y en las cocinas, donde los chiles se localizaron en racimos colgados de las vigas del techo de las casas. Estas evidencias carbonizadas se encontraron bien preservadas por la ceniza y la lava provenientes de la erupción del volcán Loma Caldera, en 540 d.C.
Las muestras cerámicas de Chiapa de Corzo
En el verano de 2012, mientras buscábamos cacao en una pequeña muestra de vasijas cerámicas del sitio de Chiapa de Corzo, Chiapas, identificamos rastros químicos de la especie Capsicum en cinco de ellas (fig. 2). Nuestro objetivo inicial al tomar muestras de vasijas era confirmar la hipótesis de que ollas vertederas, así como algunas otras piezas asociadas a éstas, fueron usadas para la preparación de bebidas con cacao, como previamente lo habían reportado recientes investigaciones en la región. De igual manera, se pretendía determinar, en la medida de lo posible, si estas bebidas de cacao eran consumidas solas o mezcladas con algún saborizante.
Se estudiaron 13 muestras provenientes de vasijas cerámicas completas, recuperadas en depósitos excavados estratigráficamente entre las temporadas de campo 1953-1963, como parte del Proyecto Arqueológico Chiapa de Corzo, de la Fundación Arqueológica del Nuevo Mundo (FANM). Chiapa de Corzo se localiza a escasos 15 km de la moderna capital del estado de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez. Las investigaciones de la FANM en el sitio comenzaron a mediados de los cincuenta del siglo pasado y han continuado, aunque esporádicamente, hasta el día de hoy, principalmente por parte del INAH. En Chiapa de Corzo se han registrado más de 80 estructuras y numerosos templos y palacios, la gran mayoría del Preclásico Tardío (400 a.C.-300 d.C.) (fig. 3). El sitio fue fundado aproximadamente en 1200 a.C. por grupos mixe-zoqueanos que tenían fuertes y ancestrales vínculos con las comunidades olmecas del Golfo y de la costa del Pacífico mesoamericano. Alcanzó su apogeo entre 700-200 a.C., y es considerado uno de los principales intermediarios entre las comunidades olmecas y mayas.
Así, se escogieron las vasijas cerámicas que se pensaba podían contener residuos químicos de cacao, como sucedió en estudios previos con materiales similares del sitio de Colha, Belice; Puerto Escondido, Honduras, y Paso de la Amada, Chiapas. En especial, se escogieron ollas vertederas o vasijas asociadas a éstas. La muestra seleccionada se conformó con cuatro ollas vertederas, cuatro vasos, tres cuencos, y dos “floreros” Sierra Rojo (fig. 4), todos provenientes de entierros con fechas correspondientes al Preclásico Medio y el Preclásico Tardío, así como de ofrendas
de los montículos 1, 5, 5A, 7 y 17. Todas las piezas tenían algún tipo de engobe, ya fuera rojo, naranja, crema o negro. Además, algunas fueron decoradas con incisiones y estrías, así como con incisiones tipo “espiga” antes de la aplicación del engobe. Algunos de los cuencos muestran soportes tetrápodos, mientras que las jarras cuentan con vertederas comúnmente llamadas de “puente”.
Vasijas con presencia positiva de chile
Los resultados de los análisis proporcionan pruebas concluyentes de la presencia de la especie Capsicum en 5 de las 13 muestras (vasijas 1, 2, 3, 7 y 11) (fig. 4). La vasija 2 contiene la firma química positiva más temprana identificada hasta el día de hoy y confirma el uso temprano de chile en Chiapa de Corzo hacia 400 a.C (fase Francesa). Las vasijas 1 y 3 son un poco más tardías, 200 a.C. (fase Guanacaste), mientras que las vasijas 7 y 11 provienen de contextos fechados entre 100 y 300 d.C. (fase Horcones). Cuatro de las cinco vasijas (1, 2, 3, 11) fueron localizadas en distintos contextos en el interior del Montículo 5, todas asociadas con individuos de alta jerarquía. Por ejemplo, la vasija 2 fue encontrada en una ofrenda masiva y la vasija 1, al interior de una rica ofrenda en el cuarto 8. El Montículo 5, identificado como un palacio, se localiza en la parte sureste del sitio, donde los arqueólogos creen que los señores de Chiapa vivían o por lo menos daban audiencias.
Emiliano Gallaga. Arqueólogo por la ENAH. Doctor en antropología por la Universidad de Arizona. Director de la EAHNM, Chihuahua.
Terry Powis. Doctor en antropología por la Universidad de Texas, Austin. Profesor en el Departamento de Antropología de la Universidad Estatal de Kennesaw, Georgia.
Richard Lesure. Doctor en antropología por la Universidad de Michigan. Profesor en el Departamento de Antropología de la UCLA.
Louis E. Grivetti. Doctor en geografía por la Universidad de California, Davis. Profesor emérito del Departamento de Nutrición en la misma universidad.
Heidi R. Kucera. Licenciado en nutrición por la Universidad de California, Davis. Estudiante de doctorado en farmacología y toxicología en la misma universidad.
Nilesh W. Gaikwad. Doctor en química orgánica por el Instituto de Ciencia de la India, Bangalore, India. Profesor del Departamento de Nutrición y Toxicología Ambiental en la Universidad de California, Davis.
Roberto López Bravo. Doctor en antropología por la Universidad de Pittsburgh. Profesor de Arqueología en la UNACH, Chiapa de Corzo.
Gallaga Murrieta, Emiliano; Terry G. Powis, Richard Lesure, Louis Grivetti, Heidi Kucera, Nilesh W. Gaikwad, Roberto López Bravo, “El uso prehispánico de los chiles en Chiapas”, Arqueología Mexicana núm. 130, pp. 74-79.
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