Más reliquias teotihuacanas en ofrendas de Tenochtitlan

Leonardo López Luján, Amaranta Argüelles, Saburo Sugiyama

Recientes descubrimientos del Proyecto Templo Mayor confirman el gran interés que los mexicas tuvieron por las ruinas de Teotihuacan y por recuperar la cultura material de esta civilización del pasado por medio de la imitación y la reutilización de sus antigüedades.

 

a Rubén Cabrera Castro

 

“De todas las transformaciones causadas por 

el tiempo, ninguna hay que afecte tanto 

a las estatuas como el cambio

de gusto de sus admiradores”. 

Marguerite Yourcenar, Le temps, ce grand sculpteur

 

 

El gusto por las antigüedades

 

Bien conocida es la fascinación que experimentaron los habitantes de Tenochtitlan entre los siglos XIV y XVI por las expresiones materiales de las grandes civilizaciones que los precedieron en el Centro de México. Abundan las evidencias arqueológicas e históricas que dan fe de sus asiduas visitas a las ya entonces ruinas de Teotihuacan (150-650 d.C.) y Tula (950-1150 d.C.). En estos espectaculares escenarios marcados por la desolación y el abandono, los mexicas emprendieron excavaciones premeditadas para exhumar vestigios que no consideraban creaciones de simples humanos, sino de dioses, gigantes o pueblos legendarios. Llevadas a cabo en gran escala, tales prácticas les permitieron adueñarse de un pasado mítico glorioso y erigirse así en legítimos herederos de un mundo del que acababan de apropiarse por la fuerza de las armas.

En la recuperación de ese pasado, los mexicas siguieron dos estrategias paralelas relativas a las antigüedades. Por un lado, produjeron en Tenochtitlan toda suerte de revivals o “retornos”, es decir, imitaciones de objetos suntuarios y rituales de pequeñas dimensiones, de esculturas con un formato mediano, de pinturas murales e, inclusive, de edificios enteros. Es crucial aclarar, empero, que nunca crearon réplicas idénticas a los viejos originales, como las que se venden al por mayor en los museos modernos para satisfacer la demanda de los aficionados o como las falsificaciones casi perfectas que se elaboran desde el siglo XIX para engañar a los coleccionistas. Los artistas mexicas, por el contrario, hicieron símiles en los que recreaban ciertos elementos estilísticos arcaizantes, pero incorporándoles otros elementos de su propia cultura. Tampoco pretendieron usar las mismas materias primas que emplearon sus antepasados, seguir las técnicas de manufactura originales, ni respetar la coherencia artística y el simbolismo de los antiguos modelos. De tal forma, sus imitaciones actuaban más como evocaciones de tiempos idos que como réplicas exactas de un contexto integral.

 

López Luján, Leonardo, Amaranta Argüelles, Saburo Sugiyam, “Más reliquias teotihuacanas en ofrendas de Tenochtitlan”, Arqueología Mexicana núm. 118, pp. 18-21.

 

 Leonardo López Luján. Doctor en arqueología por la Université de Paris X-Nanterre. Director del Proyecto Templo Mayor y miembro del Proyecto Pirámide de la Luna. 

 Amaranta Argüelles. Pasante en arqueología por la ENAH. Miembro del Proyecto Templo Mayor desde 2007. 

 Saburo Sugiyama. Doctor en arqueología por la Arizona State University. Codirector del Proyecto Pirámide de la Luna y miembro del Proyecto Templo Mayor.

 

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