El hallazgo en Zultépec, Tlaxcala, de 14 cráneos humanos es testimonio de los sacrificios realizados durante la Conquista por parte de los indígenas, quienes buscaban así la ayuda de fuerzas sobrenaturales que permitieran restablecer el orden terrestre y celeste, y con ello la supervivencia de su sistema político, económico y religioso.
En los albores de la conquista de Tenochtitlan había en la región noroeste de Tlaxcala, entre otros, un asentamiento de filiación acolhua de cuya historia quedan vestigios arquitectónicos, tradiciones y materiales arqueológicos. En náhuatl el lugar se llama Zultépec, que en español significa “cerro de las codornices”, nombre con el que se conoce la loma, en el municipio de Calpulalpan, en cuyas faldas se localiza el sitio.
En Zultépec, centro de control político, económico y religioso de la región, se cultivaba, principalmente, maguey y otros productos agrícolas, y se explotaba la madera. Del metl o maguey se obtenía primordialmente pulque, bebida sagrada que posiblemente era enviada en grandes cantidades a Texcoco, para ser utilizada en diferentes rituales celebrados en los templos. Era un sitio importante por su ubicación en la frontera entre los dominios tlaxcalteca y mexica, y, además, fue un lugar en que se fundieron historia y mito durante la época de la Conquista.
Historia
Al inicio de la conquista de México, en junio de 1520, los habitantes de Zultépec capturaron una caravana, conformada por europeos (hombres y mujeres) y algunos de sus aliados indígenas, proveniente de la costa en donde Cortés había fundado la Villa de la Vera-Cruz. Se trataba de un grupo rezagado formado por enfermos y algunas mujeres, que llevaba importantes propiedades de Cortés, muchas de las cuales había quitado a Pánfilo de Narváez después de derrotarlo. Los miembros de la caravana fueron llevados al poblado, donde permanecieron prisioneros. Posteriormente se les integró al mundo mítico-religioso indígena mediante rituales y ceremonias en los que fueron sacrificados; se buscaba con ello sumar a las suyas las fuerzas de los extranjeros y los enemigos locales, además de establecer una relación con los dioses para mantener el equilibrio de las fuerzas cósmicas de su mundo.
Estos hechos se relatan en varios textos, entre otros en las Cartas de relación de Hernán Cortés (en Lorenzana, 1981, t. 11. pp. 150-151; y t. III, pp. 198 y 205-207) y en La historia verdadera de la conquista de Nueva España de Bernal Díaz del Castillo (1982, p. 328). Este último cronista comenta que Gonzalo de Sandoval castigó a un pueblo al que ellos llamaron “morisco”, sujeto a Texcoco, ya que en él habían matado a varios de los hombres y aliados de Cortés. Señala, además, que al llegar:
...hallóse allí en aquel pueblo mucha sangre de los españoles que mataron, por las paredes que habían rociado con ella a sus ídolos; también se halló dos caras que habían desollado, y adobado los cueros como pellejos de guantes, y las tenían con sus barbas puestas y ofrecidas en unos de sus altares; así mismo se halló cuatro cueros de caballos curtidos, muy bien aderezados, que tenían sus pelos y con sus herraduras, coladas y ofrecidas sus ídolos en el cu mayor: y halláronse muchos vestidos de los españoles que habían muerto, colgados y ofrecidos a los mismos ídolos.
Los sucesos impactaron a Cortés, quien -como se indicó- los contó en dos de las cartas enviadas al emperador de España, Carlos V. El conquistador señala que después de la derrota y salida de Tenochtitlan, en la llamada Noche Triste, al llegar al poblado de Hueyotlipan en los límites de Tlaxcala, se enteró de lo sucedido a una caravana en la que venía un criado suyo, y relata:
...que trama mantenimientos, y cosas para mí, y con él, cinco de caballo, y quarenta, y cinco peones, el cual había llevado asimismo consigo a los otros, que yo allí había dejado con toda la plata, y ropa, y otras cosas así mías, como de mis compañeros, con siete mil pesos de oro fundido, que yo había dejado allí en dos cofres, sin otras joyas, y mas otros catorce mil pesos de oro en piezas, que en la Provincia de Tuchitebeque se habían dado a aquel capitán que yo enbiaba a hacer al pueblo de Quacucalco, y otras muchas cosas, que valían mas de treinta mil pesos de oro: y que los indios de Culúa los habían muerto en el camino a todos, y tomando lo que llevaban; y asimismo supe, que habían muerto otros muchos españoles por los caminos, los cuales iban a la dicha Ciudad de Temixtitán, creíendo que yo estaba en ella pacífico, y que los caminos estaban, como yo antes los tenía seguros.
Sin embargo, no fue sólo la vida de los capturados y de sus caballos la que ofrecieron los indígenas a sus dioses, sino también la de otros animales que fueron traídos desde Cuba por Pánfilo de Narváez y sus hombres, quienes pretendían colonizar los nuevos territorios. Asimismo, como lo menciona Díaz del Castillo (1982), tanto las propiedades de los miembros de la caravana y algunas pertenencias de Cortés fueron también dedicadas y entregadas a los dioses venerados en el antiguo asentamiento.
Enrique Martínez Vargas. Arqueólogo. Investigador del Centro INAH Tlaxcala.
Martínez Vargas, Enrique, “Zultépec-Tecoaque. Sacrificios de españoles y sus aliados durante la Conquista”, Arqueología Mexicana núm. 63, pp. 52-57.
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