Teotihuacan, una ciudad excepcional de la Mesoamérica del Clásico, se desarrolló principalmente entre 150 y 650 d.C.; tuvo una superficie enorme (20 km cuadrados) y era capital de un estado de primera generación; albergó una población producto de un crisol de pueblos de diversas procedencias; una organización social que contrastaba con la maya de esos tiempos, ya que privilegió a los grupos sociales frente a los individuos. En la base de esa sociedad excepcional –la teotihuacana– estaban los grupos corporativos que vivían en conjuntos multifamiliares de departamentos y tenían una actividad en común, aunque las familias que compartían un mismo conjunto veneraban a una deidad distinta.
Alrededor de centros de coordinación de cada barrio se distribuían multifamiliares de tipo residencial; probablemente había 22 centros de barrio en toda la ciudad, quizá distribuidos en cuatro distritos.
El conjunto de Teopancazco
Teopancazco era un centro de coordinación de un barrio periférico en el distrito sureste de la ciudad, al sur de la Ciudadela. Antes de la excavación que dirigí en el sitio, Leopoldo Batres, a fines del siglo XIX, había excavado los primeros cuartos ubicados al sur del conjunto, gracias al hallazgo del mural principal del conjunto, que representa a los sacerdotes del océano haciendo rituales de siembra. Durante 13 temporadas de campo excavé extensivamente con mis alumnos más de 1 500 m cuadrados del conjunto de Teopancazco, distinguiendo áreas de actividad y entierros dispuestos en cuartos, pórticos y patios. Gracias a este trabajo sistemático y a la articulación interdisciplinaria de información en el “Seminario Teopancazco” se pudo dar vida a este centro de barrio multiétnico, que tuvo una ocupación de 150 a 650 d.C. y al que acudían grupos del Epiclásico y aztecas. Aquí se encontró la casa del alfarero Barrios, de fines del siglo XIX, la base de su horno de cerámica y algunas de sus áreas de actividad.
Como la mayoría de los centros de barrio, Teopancazco tuvo diversos sectores funcionales: un magno espacio ritual (que albergaba una gran plaza, un enorme templo al este y un altar); un sector artesanal muy especializado que estaba dedicado a la confección de los trajes que le daban identidad a este barrio y lo distinguían de otros (uno de dichos trajes se puede admirar en el mural principal del conjunto, que dibujó Adela Breton); una serie de cocinas y almacenes para alimentar a los trabajadores del barrio (que, en este conjunto en particular, estaban en la periferia norte); un posible sector administrativo al sur; un área para los militares, que constituían la guardia del barrio, al suroeste; la residencia de los nobles que administraban Teopancazco, al norte; un posible sector médico y de parto, al noreste; y un área abierta al este, más allá del muro oriental.
El vínculo con el océano y el flujo de bienes foráneos
El sello principal de Teopancazco es el vínculo económico y simbólico con el océano, reiterado en el traje de los sacerdotes sembradores. De la región de Nautla, Veracruz, llegaron a Teopancazco: 14 variedades de peces de las lagunas costeras, cangrejos, un cocodrilo, moluscos marinos, aves –como una garceta con cresta–, mantas de algodón y artesanos calificados; de Altotonga, Veracruz, llegó vidrio volcánico para elaborar los pisos de estuco del centro de barrio; arribó también cerámica Naranja Laca, de la Mixtequilla, Veracruz, además de otras vajillas foráneas procedentes de Puebla, Tlaxcala, Guerrero y Oaxaca. También llegaron cosméticos y pigmentos para pintura mural, corporal y cerámica, además de lapidaria de varias regiones de Mesoamérica, que incluía: travertinos diversos, serpentinas, jadeíta, listwanita, cuarzos verdes, pedernales, calizas, pizarra y mica. Además de presumir esta variedad particular de bienes foráneos hacia otros barrios, los nobles de Teopancazco posiblemente se enriquecieron con el flujo de mantas de algodón a Teotihuacan, ya que la mayoría de las miles de personas que formaban la elite de la gran urbe se vestían con algodón, no con ixtle, como la gente común.
Linda Rosa Manzanilla Naim. Arqueóloga, maestra en ciencias antropológicas y doctora en egiptología. Investigadora del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM y miembro de El Colegio Nacional. Ha dirigido cinco proyectos en el valle de Teotihuacan.
Manzanilla, Linda R., “Teopancazco, un centro de barrio multiétnico de Teotihuacan”, Arqueología Mexicana, núm. 157, pp. 28-33.
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