En toda Mesoamérica hay indicios que confirman el uso de enemas, es decir, de instrumentos para introducir líquidos en el tracto digestivo inferior. Si bien la mayoría de los enemas prehispánicos se hacían con materiales perecederos como calabazas o bules, tripas y hasta hule, algunos fueron de cerámica y persisten como evidencia arqueológica. Hay abundantes representaciones del uso de enemas en el arte maya del periodo Clásico, sobre todo en escenas de vasijas del Clásico Tardío, pero, junto con las evidencias arqueológicas, contamos también con las recopilaciones coloniales y las tradiciones actuales de los pueblos indígenas de Mesoamérica. La información procedente de las escenas prehispánicas y los testimonios posteriores muestran claramente que los enemas tuvieron diversos usos en Mesoamérica: para curar, para purificar y para introducir al cuerpo sustancias alucinógenas e intoxicantes.
Tipos de enemas
Tal vez el enema más antiguo que conocemos en Mesoamérica sea un curioso objeto de cerámica procedente de Xochipala, Guerrero. Muchos investigadores consideran que el periodo Xochipala data del Preclásico Temprano, de 1200 a 900 a.C., aproximadamente. Esta vasija, de casi 15 centímetros de largo, representa a un hombre con un gran hueco al centro de su abultado abdomen. En la parte superior de su cabeza sobresale un elemento finamente bruñido, en forma de tubo, mediante el cual el artefacto se inserta en el cuerpo. Aunque este objeto no corresponde para nada con la imagen de las modernas lavativas occidentales de hule, es perfectamente coherente con las formas prehispánicas.
En el Nuevo Mundo, una de las formas más comunes de aplicar una lavativa fue con el auxilio de un ayudante que soplaba con fuerza a través de un tubo, que casi siempre era de hueso o de carrizo. Sin embargo, este sencillo enema supone que el líquido debe pasar primero por la boca de quien lo aplica. El ejemplar de Xochipala es más complejo: el fluido sale de un depósito, no desde la boca. Conocemos otros enemas de cerámica más simples, casi siempre con un hueco grande al lado y una protuberancia para insertarlo. Con frecuencia aparecen copias en cerámica de las formas del bule, Lagenaria siceraria. Como se verá, hay una gran cantidad de representaciones de enemas hechos de bules cortados en el arte maya del Clásico Tardío. El agujero grande que aparece a un lado de los bules y las piezas de cerámica no sirve solamente para llenar el depósito, sino para introducir el líquido, soplando.
El franciscano Manuel Mingo cuenta detalladamente cómo se usaron estos enemas entre los chiriguano del este de Bolivia de finales del siglo XVIII, la rama más occidental de los tupiguaraní:
…les habían administrado una lavativa o clíster. Este instrumento… es curioso, consta de un pequeño calabazo o jícara hueca con un orificio circular arriba y otro pequeño abajo. La parte baja se conecta o se coloca en un tubo de inyección hueco o un junquillo, que corresponde a la cánula de la lavativa. Arriba… se escancia el “caldo” de orina con una poca de sal. Después, quien hace las veces de ayudante o enfermero sopla con fuerza en la apertura o hueco del calabazo, y la fuerza del soplo hace pasar el líquido hasta el intestino del paciente.
Este tipo de enema sólido tuvo una amplia difusión en el Nuevo Mundo. No sólo lo encontramos en las tierras bajas de Sudamérica y en Mesoamérica, sino también en el suroeste de Estados Unidos. Estos enemas son casi idénticos en Mesoamérica a partir más o menos de 700 d.C.
Enemas medicinales
El uso de enemas para administrar medicamentos está bien documentado entre los aztecas del siglo XVI. El libro X del Códice Florentino menciona una gran variedad de medicamentos que se aplicaban por vía anal mediante enemas, para curar enfermedades tales como la orina sanguinolenta, las hemorroides, la diarrea, la retención de orina y la tos persistente o con flemas y sangre. Con la descripción de la cura de las hemorroides aparece una ilustración de una mujer que administra un enema. Sin embargo, en esta escena el enema parece tener una cánula y podría ser de origen europeo. Según Antonio de Herrera, las purgas medicinales se administraban por vía anal, por un ayudante que soplaba a través de un hueso hueco de garza.
Sabemos del uso medicinal de enemas en otras partes de Mesoamérica, además del que practicaron los aztecas. Entre los mayas de Yucatán la palabra halab significa “enema” y el diccionario colonial yucateco de San Francisco define halab como “purga medicinal”. La acepción es parecida a la del diccionario yucateco colonial de Viena, donde la frase halab tz’ak significa “enema medicinal”. Entre los mayas contemporáneos del altiplano de Guatemala, los enemas se usan para curar la disentería y el estreñimiento.
Aunque carecemos de documentos que hablen directamente de ello, es probable que los enemas se usaran también en las antiguas purificaciones ceremoniales de Mesoamérica por sus cualidades purgantes. Curar y purificar son categorías muy próximas, y con frecuencia los rituales de purificación fueron parte de los procesos curativos. En algunos contextos los enemas deben de haber sido parte de un complejo de purificación ritual que incluía el ayuno, la limpia y el baño, muchas veces en temazcal; el libro XI del Códice Florentino menciona que éste se usaba tras la aplicación de lavativas.
Enemas intoxicantes
Además de su uso para curar y en ceremonias de purificación, los enemas se utilizaron para introducir en el cuerpo bebidas alcohólicas y tal vez alucinógenas, pues éstas se absorben más rápidamente por el tracto digestivo inferior. El uso de enemas alucinógenos está bien documentado entre los pueblos nativos de las tierras bajas de Sudamérica. Erland Nordenskiöld (1930) describe la utilización de enemas de parica en el alto Amazonas:
Se dice que algunos indios son tan adictos a este vicio que llevan siempre consigo una cánula para poder partir, cuando les apetece, hacia la región de los sueños felices. Los indios usan parica sobre todo en sus festejos, y se afirma que en tales ocasiones un buen anfitrión reparte cánulas entre sus invitados.
Sin embargo, hay pocas referencias directas a la administración de alucinógenos por vía anal en Mesoamérica. El alcohol, en cambio, parece haber sido la sustancia preferida para ese fin. Peter Furst y Michael Coe (1971) documentaron por primera vez, hace 20 años, el uso de enemas intoxicantes entre los mayas del periodo Clásico. Estudiaron una vasija policroma, tal vez del siglo VII d. C., en la que aparecen unos individuos departiendo mientras usan enemas. En medio de la vasija se observan una cortina y un techado, como si la escena inferior se llevara a cabo en un palacio o en una casa. Las escenas son definitivamente domésticas, pues los hombres están acompañados por sus esposas y hasta por un niño, y también se ven recipientes de formas semejantes a la propia vasija. Las bocas de las vasijas tienen picos donde se ve la espuma de las bebidas alcohólicas fermentadas. En las representaciones del Clásico Tardío, estas vasijas a veces están marcadas con el glifo fonético chi. En algunas lenguas mayas chi significa “pulque” y otras bebidas alcohólicas, en tanto que ah chi significa “borracho”. Aunque los enemas contenían alcohol, parece probable que se les añadieran alucinógenos u otras sustancias para reforzarlos. El dominico inglés Tomás Gage, quien viajó por Guatemala en la primera mitad del siglo XVII, nos habla de que se añadían ciertos elementos para reforzar las bebidas alcohólicas, incluso hasta sapos. Los enemas que aparecen en las escenas de los vasos policromos tienen forma de tubo, con un gran hueco en uno de los lados. Ésta es la forma típica de los enemas del estilo Petén durante el Clásico Tardío, copiada de los bules. Actualmente encontramos bules casi idénticos que son usados como recipientes de tabaco entre los tzeltales de los Altos de Chiapas.
Karl A. Taube. Doctor en antropología por la Universidad de Yale desde 1988. Profesor del Departamento de Antropología de la Universidad de Riverside, California. Especialista en escritura y sistemas religiosos de Mesoamérica antigua. Estudia la interpretación y reconstrucción de las fachadas esculpidas de la Estructura 10L-16 de Copán, Honduras.
Taube, Karl A., “Enemas rituales en Mesoamérica”, Arqueología Mexicana, núm. 34, pp. 38-45.
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