Poco después del nacimiento de una niña, se le traían utensilios para hilar y tejer y simbólicamente se le instruía en su uso. Cuando una mujer se sentía próxima a la muerte, frecuentemente quemaba todos los implementos de su trabajo cotidiano para que la esperaran en el mundo del más allá.
Los aztecas tenían una Patrona especial para las trabajadoras textiles, Xochiquétzal, la primera mujer, según se decía, que había hilado y tejido. En el Códice Matritense se representa a Xochiquétzal sentada frente a un telar, vestida ricamente y adorada por mujeres que tenían gran habilidad con la aguja. La escena se refiere a la fiesta del atamalqualiztli, que se hacia cada ocho años para celebrar el rejuvenecimiento de la naturaleza, Tlazolteótl-Toci, quien principalmente era la diosa del henequén y del algodón, también estaba íntimamente asociada con el hilado y el tejido; aparecía con madejas de algodón sin hilar y con husos en su tocado. Los mayas creían que la esposa del dios del Sol era la patrona del hilado: Ixchel, la diosa de la Luna, que era mencionada también como "la de las trece madejas de tela a colores". Su hija Ixchebelyax era la patrona del bordado.
Así, el hilado y el tejido en el México antiguo formaban parte en la vida de la familia de los indígenas. Era obligación de la mujer instruir a sus hijas en las artes domésticas. Cada hogar recreaba sus propios tejidos y los aspectos del oficio eran conocidos en todas las clases sociales. Las mujeres jóvenes de la nobleza se enorgullecían de saber tejer y bordar toda dase de telas ricas; para ello recibían instrucciones en seminarios especiales anexos a los templos. Frecuentemente se empleaba esclavos para hacer los tejidos que como tributo exigía el gobierno; si mostraban habilidad particular en este trabajo se salvaban del sacrificio
El gobierno reconocía el arte del tejedor. El Consejo de Música, que supervisaba a todas las artes, alentaba los gremios de artesanos para producir varios tipos de tejidos finos. Además, entre los artículos más representados en la Matrícula de Tributos se hadaban los de algodón.
Las telas se utilizaban no solamente para vestidos sino para tapizar paredes y en doseles, tapetes y cobertores, manteles, toallas, servilletas, entre otros usos. Las mantas se utilizaban también como moneda, como se ilustra en los códices, el vestido indígena era generalmente sencido de líneas, aunque rico en su diseño textil; rara vez carecía de adornos especiales en forma de franjas, aditamentos, plumas, conchas o algún otro método de ornamentación. En general, los vestidos se hacían sin necesidad de cortar la tela; un cierto número de lienzos rectangulares se cosían para darles la forma deseada; de manera que los trajes variaban más en color, textura y ornamentación, que en sus formas básicas, El uso de los vestidos de algodón parece haber sido una prerrogativa de las clases privilegiadas. La gente común se vestía de "nequén" y telas burdas de algodón. Los hombres generalmente usaban taparrabos (máxtlatl) y una manta (tilmatli). Las mujeres vestían falda (cueitl), faja (nelpiloni) y huipil (uipilli). A las diosas y a las mujeres de rango se les representaba frecuentemente usando un quechquémitl. Los accesorios del vestido para las ocasiones ceremoniales se adaptaban a la costumbre.
Tomado de Johnson, 1959.
Irmgard Weitlaner Johnson. Antropóloga y maestra en arte por la Universidad de Berkeley. Investigadora y estudiosa de los textiles indígenas mexicanos, en especial de los tejidos en telar de cintura
Weitlaner Johnson, Irmgard, “El vestido prehispánico del México antiguo”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 19, pp. 8-9.