El libro VII del Códice Florentino presenta al espectador los astros y los eventos cósmicos más sobresalientes. Tanto los artistas como los escritores intentan hacer una fusión entre los conocimientos astronómicos y cosmogónicos de la tradición mesoamericana y los nuevos conocimientos aprendidos en los libros de ciencia que trajeron consigo los europeos, en especial las ideas de Ptolomeo. En el Códice Florentino, lib. VII, f. 228v., se pintó la nueva representación de la Luna, que tiene en el centro, muy blanco, un conejo. Los análisis mediante XRF y FTIR muestran lo siguiente: el fondo azul turquesa fue pintado con el pigmento azul maya. Este color denota la energía luminosa y preciosa del firmamento. La Luna está dividida en dos tonos de blanco. El círculo central fue pintado con el pigmento tízatl (sulfato de calcio o yeso). Recordemos que este pigmento se obtiene debajo del lago y que simboliza el inframundo. El conejo de color café fue pintado con una combinación de minerales, manganeso (café), hierro (rojo) y trazas de cinabrio (rojo), ambos posiblemente denominados tláhuitl. Los dos pigmentos también son símbolos de lo telúrico. De esta manera, los artistas que pintaron la Luna hicieron de ella no solamente una representación, sino que con la envoltura de color crearon un ixiptlah de la Luna misma. Los colores son la piel, la vestimenta que materializa la energía telúrica, femenina, de la Luna misma.
Con lo anteriormente expuesto se demuestra que la “envoltura”, es decir, los colores de las imágenes, están compuestos de las dos materias primas de la creación: la solar y ligera, mediante colorantes hechos de plantas; y, la oscura, húmeda y lunar, mediante los pigmentos minerales. Además, las pinturas pueden ser pensadas como ixiptlah, es decir, representantes-sujeto de lo que representan. De este modo, cada imagen en el Códice Florentino es una manera de recrear el mundo.
Diana Magaloni Kerpel. Doctora en historia del arte por la Universidad de Yale. Fue directora del Museo Nacional de Antropología. Investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.
Tomado de Diana Magaloni Kerpel, “La muerte de Moctezuma a todo color”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 90, p. 64-65.
