El coatepantli de Tenochtitlan. Historia de un malentendido
El verdadero coatepantli
Si dirigimos nuestra mirada hacia las demás áreas exploradas del recinto sagrado de Tenochtitlan, nos daremos cuenta de que el único conjunto arquitectónico y escultórico susceptible de ser identificado con el enigmático coatepantli se localiza exactamente al pie del Templo Mayor. Nos referimos a la plataforma sobre la que se desplanta esta pirámide, la cual está calificada con espectaculares esculturas monolíticas de ofidios simbolizando que el edificio en su conjunto es una recreación terrenal del mítico Coatépec o “Cerro de las Serpientes”. Por si esto fuera poco, esta plataforma tiene empotradas en los paramentos verticales de sus esquinas noroeste y suroeste numerosas tallas de pequeñas dimensiones que también figuran cabezas de ofidios.
La plataforma mejor conservada corresponde a la etapa IVb y data del reinado de Motecuhzoma Ilhuicamina (1440-1469 d.C.) o del de Axayácatl (1469- 1481 d.C.). Su parte oeste, ubicada frente a la fachada principal del Templo Mayor, es muy amplia e idónea para llevar a cabo sobre ella una gran diversidad de rituales. Tiene 59.83 m de longitud, 8.6 m de ancho y 1.10 m de altura, además de una escalinata de 33.87 m de largo y de sólo cuatro peldaños que salva el desnivel existente entre el piso de la plaza y la parte superior de la plataforma. Por el contrario, se reducen a estrechos corredores las porciones norte (60.90 x 2.44 m x 52 cm), sur (60.77 x 2.38 m x 70 cm) y este (62.10 x 1.78 m x 52 cm) de esta misma plataforma.
Aunque sólo se conservan in situ seis cabezas monolíticas, sabemos que la etapa IVb tuvo originalmente ocho, todas ellas talladas en basalto y decoradas con pigmentos azul, ocre, rojo, blanco y negro. Mencionemos en primer lugar las tres impresionantes serpientes que limitan la plataforma de la pirámide por el oeste. Dos de ellas tienen largos cuerpos ondulantes elaborados de mampostería y recubiertos de estuco. La serpiente del norte –correspondiente a la mitad del edificio consagrada al culto de Tláloc– es mayoritariamente azul, color de naturaleza fría y relacionado con las deidades pluviales y la temporada húmeda del año.
Imagen: Izquierda: Plano de distribución de las serpientes y los braseros de la etapa IVb del Templo Mayor. El azul, las cuentas de jade y el rostro de Tláloc se asocian al norte; el ocre, las plumas y el nudo de Huitzilopochtli se relacionan con el sur. Dibujo: Tenoch Medina y Fernando Carrizosa / PTM, INAH. Derecha: El verdadero coatepantli de Tenochtitlan es de dimensiones reducidas. Se trata de la plataforma decorada con grandes serpientes que corresponde a la etapa IVb del Templo Mayor. Abajo se ve el momento del trasladado del monolito de la diosa Tlaltecuhtli al Museo del Templo Mayor. Foto: Kenneth Garrett.
Leonardo López Luján. Doctor en arqueología por la Université de Paris X-Nanterre. Investigador del Museo del Templo Mayor y profesor de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, ambos del INAH.
Alfredo López Austin. Doctor en historia por la UNAM. Investigador emérito del Instituto de Investigaciones Antropológicas y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras, ambos de la UNAM.
López Luján, Leonardo, y Alfredo López Austin , “El coatepantli de Tenochtitlan. Historia de un malentendido”, Arqueología Mexicana, núm. 111, pp. 64-71.
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